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viernes, septiembre 26, 2025
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Una de las mejores cosechas desde 1990

Análisis agronómico de una campaña marcada por las lluvias de invierno y primavera. El agua como ‘maná’ que salva cosechas pero que también se convierte en factor limitante

José Ramón Díaz de los Bernardos

La campaña de cereales de invierno de 2025 en España ha marcado un hito en la historia reciente de la agricultura nacional. Tras años caracterizados por adversidades climatológicas extremas, como sequías persistentes, olas de calor y bajas reservas hídricas, el ciclo 2024/2025 se ha consolidado como una referencia en cuanto a rendimientos, calidad y equilibrio fitosanitario.

José Ramón Díaz de los Bernardos
José Ramón Díaz de los Bernardos. Ingeniero agrícola y enólogo

Según Cooperativas Agroalimentarias de España, la producción total alcanzará los 25,8 millones de toneladas, con un rendimiento medio nacional de 4,57 t/ha, un 16% más que en 2024 y un 21 % por encima de la media de los últimos cinco años (excluyendo 2023, año especialmente negativo). Se trata de la segunda mayor cosecha desde 1990, solo superada por la de 2020, que alcanzó los 27,5 millones de toneladas.

El papel dual de las lluvias: factor limitante y potenciador

Durante el otoño e invierno de 2024 y la primavera de 2025, España registró una pluviometría acumulada muy superior a la media interanual, especialmente en áreas tradicionalmente deficitarias como Castilla-La Mancha, el Valle del Ebro y el interior de Andalucía. A diferencia de otras campañas marcadas por extremos pluviométricos, en esta ocasión las lluvias estuvieron razonablemente bien distribuidas en el calendario fenológico del cereal, aunque con algunos episodios intensos que generaron dificultades operativas.

Noviembre-diciembre 2024: lluvias continuas dificultaron la entrada a parcela para la preparación del lecho de siembra, generando una ventana de siembra comprimida y forzando a muchos productores a sembrar en suelos saturados o esperar a enero.

Febrero-marzo 2025: las precipitaciones frecuentes dificultaron la entrada de maquinaria para aplicaciones de fertilizantes, lo que obligó a fraccionar y reprogramar los abonados, en muchos casos con tecnologías de liberación lenta.

Abril-mayo 2025: la clave del éxito. Las lluvias suaves y continuas durante la fase crítica de espigado, floración y llenado del grano, junto a temperaturas moderadas, proporcionaron una situación fisiológica ideal para maximizar el índice de cosecha.

Desde el punto de vista fisiológico, se observó una reducción inicial en el ritmo de crecimiento y en el índice de área foliar, pero que se compensó ampliamente por un excelente desarrollo radicular y un estado hídrico óptimo durante los periodos reproductivos.

Siembras a destiempo: adaptación varietal y ajuste de densidades

Las siembras tardías se dieron de forma generalizada en zonas del centro y sur peninsular.

Para adaptarse, los técnicos agrónomos y agricultores recurrieron a una serie de estrategias ajustadas a las condiciones de cada región:

Selección de variedades de ciclo medio-corto en trigo blando y cebada, con rápida velocidad de encañado y floración.

Incremento de densidades de siembra hasta un 25% en algunas zonas de La Mancha, para garantizar una cobertura efectiva y compensar una menor capacidad de macollaje.

Mayor uso de tratamientos de semilla con bioestimulantes, micorrizas y productos que mejoran el establecimiento radicular y la tolerancia al estrés hídrico y térmico.

En zonas de siembra de enero, como algunas partes de Extremadura, se recurrió a variedades de tipo alternativo o incluso primaverales, adecuadas para ciclos cortos con buen aprovechamiento de recursos.

Factores clave: clima, tecnología y sostenibilidad

Clima: Las condiciones meteorológicas han sido favorables en la mayor parte del ciclo, con lluvias en momentos clave y temperaturas moderadas, aunque algunas zonas sufrieron tormentas puntuales.

Tecnología y manejo: La mejora genética, el uso de semillas certificadas y un manejo agronómico profesional han sido determinantes para alcanzar estos rendimientos.

Eficiencia: La apuesta por la eficiencia productiva y la sostenibilidad sigue siendo clave para el futuro del cereal en España. En este contexto, el uso de semilla certificada cobra especial relevancia: garantiza calidad genética, trazabilidad y adaptación a las condiciones agroclimáticas, lo que se traduce en mejores rendimientos y mayor resiliencia frente a los desafíos del cultivo.

Rentabilidad: A pesar de los buenos resultados en campo, los agricultores y cooperativas reclaman medidas ante los bajos precios y el incremento de costes.
Resultados productivos: rendimiento, calidad y estabilidad
El rendimiento medio nacional de 4,57 t/ha refleja tanto la mejora en las prácticas agronómicas como unas condiciones climáticas favorables durante el otoño e invierno, que permitieron siembras generalizadas y un desarrollo vegetativo óptimo en primavera.

Las comunidades que lideran

Las comunidades autónomas con mayor volumen de producción son:

Castilla y León: 10,4 Mt (+23,6 %)

Aragón: 4,1 Mt (+23,7 %)

Castilla-La Mancha: 4,4 Mt (+18,8 %)

En contraste, regiones como Extremadura y Andalucía han registrado descensos del 23,9% y 16,1% respectivamente, debido a condiciones climáticas adversas durante fases clave del cultivo, marcadas por episodios de estrés térmico y una disponibilidad hídrica muy desigual, con excesos en algunas zonas y escasez en otras.

Peso específico y calidad industrial

Los pesos específicos fueron excepcionalmente altos:

Trigos panificables: entre 78-82 kg/hl, con proteínas de 11,5%-13% y alveogramas con W > 250.

Cebadas malteras: calibre 2 superior al 90%, proteína < 11%, excelente perfil para malterías.

Cebadas pienso:
entre 63 – 68 kg/hl

Avenas: entre 50-57 kg/hl

Trigos duros: proteína entre 13-15%, con excelente índice de gluten y color ámbar muy deseado por la industria.

Guisantes pienso: con proteína entre 23-28% y peso específico 83-86 kg/hl
En resumen, tanto la cantidad como la calidad se consolidaron como elementos diferenciadores de la campaña.

Balance nacional de producción de cereal en España

Según las estimaciones de la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (ACCOE), la producción total nacional se sitúa entre los 21,6 y los 22,3 millones de toneladas. Este volumen representa un notable incremento respecto a campañas anteriores y responde tanto a condiciones agroclimáticas favorables como a mejoras en la gestión agronómica.

El rendimiento medio nacional se sitúa en torno a los 4.230 kilogramos por hectárea, una cifra significativamente superior a los 3.560 kg/ha obtenidos durante la campaña 2024.

Este aumento del 18,8 % en el rendimiento medio refleja no solo el impacto de una primavera favorable en cuanto a precipitaciones y temperaturas moderadas, sino también la consolidación de prácticas agronómicas más eficientes, como la agricultura de precisión, el uso de semilla certificada y el manejo fitosanitario intensivo y tecnificado.

Analizando los principales cultivos por separado, la cebada ha destacado como el cereal con mayor rendimiento medio, alcanzando los 4.330 kg/ha a nivel nacional. En provincias clave de Castilla y León, este valor ha llegado a superar los 4.780 kg/ha, situando a esta comunidad como referente nacional tanto en superficie como en productividad.

Este resultado ha marcado un hito al superar al trigo, rompiendo una tendencia histórica donde el cereal panificable era dominante en términos de productividad.

El trigo duro ha registrado un rendimiento medio nacional de aproximadamente 3.410 kg/ha, valor considerado elevado para este tipo de cultivo, especialmente en zonas de secano. Por su parte, la avena ha sorprendido con una media nacional de 3.310 kg/ha, lo que representa un incremento del 79 % respecto a la campaña anterior.

Este salto se explica por una mejor sanidad del cultivo, una mayor superficie sembrada con semilla certificada y un clima especialmente favorable durante el espigado y el llenado del grano.

Por regiones, Castilla y León ha liderado nuevamente en rendimiento absoluto, con valores que superan los 5.000 kg/ha en varias provincias, especialmente en parcelas con buena estructura de suelo, manejo técnico avanzado y control riguroso de enfermedades. La cebada se ha consolidado como el cultivo más productivo, reflejando un cambio de paradigma en la planificación de cultivos de la región.

Castilla-La Mancha ha registrado picos de hasta 7.000 kg/ha en parcelas gestionadas con alta tecnificación y acceso a riego, lo que subraya el potencial productivo de la región cuando se combinan prácticas agronómicas de precisión con disponibilidad hídrica y variedades adaptadas. Estas cifras reflejan un aprovechamiento óptimo de los recursos y una mejora significativa en la eficiencia de producción.

En el caso de Navarra, la campaña ha sido especialmente destacada por la recuperación de la capacidad productiva en zonas tradicionalmente más limitadas por la aridez. Se han alcanzado rendimientos récord en trigos, lo que confirma la efectividad de las estrategias de manejo adoptadas, incluyendo la elección varietal, la fertilización ajustada y la adaptación a escenarios climáticos adversos.

En términos globales, la media nacional de 4.230 kg/ha no solo supera ampliamente los valores de 2024, sino que también se sitúa por encima de la media de los últimos cinco años. Esto valida el carácter extraordinario de la campaña y demuestra el impacto positivo de la innovación tecnológica, la profesionalización del sector y la eficiencia en el uso de insumos.

El conjunto de estos factores ha permitido maximizar la producción en un contexto marcado por el cambio climático y la necesidad creciente de sostenibilidad en los sistemas agrícolas.

Manejo fitosanitario

Durante la campaña, la alta humedad relativa registrada en primavera favoreció condiciones propicias para el desarrollo de enfermedades fúngicas, especialmente en cereales. Esta presión sanitaria fue contenida eficazmente gracias a una combinación de medidas integradas. Se destaca el monitoreo continuo a través de redes de alerta fitosanitaria coordinadas por administraciones autonómicas, cooperativas y entidades agrarias. Estas redes permitieron identificar los momentos críticos de intervención y anticiparse a los brotes.

La aplicación preventiva de tratamientos fungicidas se realizó con productos de amplio espectro, combinando principios activos como triazoles, estrobilurinas y carboxamidas. Esta estrategia buscó no solo controlar los patógenos presentes, sino también prevenir la aparición de resistencias. Además, la elección de variedades con resistencia genética específica frente a patógenos como Puccinia spp., Septoria tritici o Rhynchosporium secalis se consolidó como una herramienta esencial dentro del manejo integrado.

Castilla y León

Esta región presentó una notable presión de Septoria tritici en trigos de ciclo largo, favorecida por el clima húmedo y la alta densidad de siembra. Para su control, se implementó un programa escalonado de tratamientos fungicidas, iniciando en Z31 (inicio del encañado), reforzando en Z39 (hoja bandera) y finalizando en Z59 (pre-espigado), garantizando así una protección sostenida durante los estadios más críticos del cultivo.

En cuanto a la roya amarilla, se intensificó la vigilancia mediante monitoreos sistemáticos, especialmente en zonas con antecedentes. Se emplearon variedades con buena tolerancia como ‘RGT Librando’ y ‘Montcada’, lo que permitió reducir el uso de fungicidas sin comprometer el rendimiento.

Castilla-La Mancha y Extremadura

Ambas regiones se vieron afectadas por una presión severa de roya parda y rincosporiosis, particularmente en cebadas sembradas de forma precoz. Las condiciones templadas y húmedas de finales de invierno y principios de primavera favorecieron la propagación de estas enfermedades. Se aplicaron tratamientos con mezclas de triazoles y SDHI (inhibidores de la succinato deshidrogenasa) en los estadios comprendidos entre Z37 y Z55, donde los cultivos son más susceptibles y el impacto en rendimiento es mayor.

En trigo, se identificaron focos localizados de roya negra (Puccinia graminis) en zonas de regadío, especialmente en variedades susceptibles. Se procedió a su control mediante tratamientos dirigidos con carboxamidas, aprovechando su persistencia y eficacia frente a patógenos de difícil control. Se destacó la importancia del monitoreo y la intervención temprana para evitar la diseminación a zonas colindantes.

Navarra y La Rioja

Estas comunidades aplicaron de forma generalizada el modelo predictivo CERES, basado en datos climáticos, sensores en campo y algoritmos de riesgo adaptados a cultivos y variedades. Este enfoque permitió anticiparse a brotes de enfermedades fúngicas y optimizar la aplicación de fitosanitarios. En cebadas de alta densidad, enfermedades como la ramularia y la esclerotinia se controlaron mediante el ajuste del marco de siembra y el uso de fungicidas específicos.

Aragón, Galicia y norte húmedo

En estas regiones de clima atlántico y elevado régimen de precipitaciones, se detectaron casos puntuales de fusariosis en espiga, especialmente en trigo y avena. Las condiciones predisponentes fueron la elevada carga de residuos vegetales en campos con prácticas de monocultivo y escasa rotación, lo que incrementó la inoculación en suelo y rastrojo.

Andalucía

En esta región se registró la mayor incidencia de roya amarilla y roya negra, especialmente en cultivos de trigo duro bajo regadío intensivo. La alta temperatura combinada con humedad residual creó un ambiente óptimo para la proliferación de estas enfermedades. Se implementaron programas de tratamientos preventivos en los estadios fenológicos Z31 y Z39, utilizando fungicidas de última generación con alta eficacia y bajo impacto ambiental.

Se llevaron a cabo ajustes agronómicos orientados a reducir la humedad relativa del cultivo, como la disminución de la densidad de siembra y la optimización de la aireación dentro del dosel. Ello permitió no solo mejorar el control sanitario, sino también favorecer el desarrollo vegetativo y reproductivo de los cultivos.

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