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Mujeres que sostienen el medio rural

En este Día Internacional de las Mujeres Rurales, celebramos su fuerza, su liderazgo y su papel indispensable en la agricultura y la vida rural

María Álvarez Escalante

Antes de que el día despierte del todo, ya hay mujeres dando vida al campo. Son las mismas manos que han mantenido viva la tierra durante generaciones, aunque rara vez hayan sido reconocidas por ello.

Durante décadas, cuando se hablaba de “el agricultor” o “el ganadero”, la imagen era casi siempre masculina. Pero detrás —y muchas veces al frente— de cada explotación, de cada bodega familiar o cada granja, ha habido y hay mujeres que trabajan, innovan, gestionan y sostienen comunidades enteras. Mujeres que, generación tras generación, han sido el alma invisible del medio rural español.

Las mujeres rurales representan casi la mitad de la población activa en el campo, pero durante mucho tiempo no aparecieron ni en los censos ni en los registros de titularidad. Se las consideraba “ayuda familiar”, como si su esfuerzo fuera un complemento. Pero sin ellas, el campo no se sostiene. Han sido agricultoras, ganaderas, veterinarias, ingenieras, gestoras, maestras, alcaldesas. Han mantenido la producción, la familia y la identidad rural viva frente al abandono.

En los últimos años, algo está cambiando. Las mujeres rurales han comenzado a ocupar el espacio que les corresponde. Lo vemos en cooperativas dirigidas por ellas, en proyectos agrarios que apuestan por la innovación sostenible, en ganaderas que exportan calidad y en redes de emprendedoras que conectan pueblos de toda España.

He conocido a muchas de ellas. A Toña, la patatera gallega que se hizo cargo de la explotación familiar cuando su marido ya no pudo; a Lola, la sevillana que peleó por sus tierras y sentó las bases de un proyecto para sus hijos; a mi amiga Raquel, que se incorporó a la viticultura después de ser la mamá de Martina y Sara; o a mi propia madre, alcaldesa incansable, preocupada cada día por el bienestar de los vecinos de un pequeño pueblo. Y a tantas otras…

La viticultora María Pinacho me dijo hace unos meses: “Nosotras siempre estuvimos, pero ahora parece que el mundo empieza a vernos.”

Y tenía razón.

Aun así, aún queda mucho camino por recorrer. La brecha en el acceso a los puestos de decisión sigue siendo una realidad. También lo es el reto demográfico: muchas mujeres rurales sostienen comunidades que se vacían, y lo hacen con una mezcla de amor, profesionalidad y compromiso. Ellas son, muchas veces, las últimas guardianas de la vida en los pueblos.

Pero hay esperanza. Cada vez más jóvenes deciden quedarse o volver al campo, formarse, emprender y reivindicar una nueva ruralidad, más igualitaria, más sostenible y más visible.

El 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, no es solo una fecha para celebrar, sino para reconocer. Para mirar de frente y agradecer a todas esas mujeres que sostienen el campo día tras día: las que trabajan la tierra y las que la cuidan; las que innovan y las que conservan; las que transforman los pueblos en proyectos de vida.

Las mujeres rurales no aparecieron de repente. Siempre estuvieron ahí, sosteniendo la producción, el territorio y la esperanza. Solo que ahora, por fin, empezamos a verlas. Y lo que vemos es la verdadera fuerza del campo: mujeres que hacen, que sueñan y que siguen, a pesar de todo, arraigadas a su tierra.

Gracias por ser ejemplo.

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