La cosecha de ajo ha tenido un descenso en el plano productivo de aproximadamente un 15%. Esta caída tiene como causa directa los factores climáticos. “Las lluvias y las altas temperaturas nos han causado muchos problemas de hongos este año y han afectado a parte de la producción”, lamenta Carlos Toral, productor de ajo. A pesar de esto Toral asegura que están “contentos con la calidad del ajo”.
La campaña se cierra con una superficie estable respecto al año anterior. Sin embargo, esta estabilidad general esconde un nuevo retroceso en el cultivo de ajo morado, cuya superficie ha vuelto a disminuir en un 8 % respecto a la campaña pasada, consolidando una preocupante tendencia a la baja frente a otras variedades. En todo caso en Castilla y León “se siembra muy poco esta variedad, este año también ha tenido buena producción y calidad”, indica Toral.
En el caso particular del ajo morado, las pérdidas de calibre han estado también relacionadas con el brusco aumento de temperaturas a partir de mediados de junio, que precipitó el final del ciclo en las principales zonas productoras, como Castilla-La Mancha. “Esta circunstancia impidió que las plantas alcanzaran su máximo potencial de desarrollo, aunque se logró una calidad final notable, especialmente en cuanto al aspecto, la sanidad y la conservación del bulbo”, aseguran desde la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de Ajo.

En la zona de Andalucía la campaña “ha ido muy bien”. Las producciones por hectárea han rondado los “17.000 kilos”. Estamos muy contentos porque para el agricultor ha sido una campaña muy buena”, afirma Manuel Rodríguez, de Almacenes Rodríguez Valderrubio.
El ajo español, un referente en los mercados
Los altos costes de producción, unas condiciones climatológicas adversas y el luchar contra el producto que llega del exterior están poniendo al límite al productor de ajo. “La calidad del ajo español esta campaña es incuestionable, pese a las dificultades”, explican desde el sector productor.
No obstante, “las condiciones de manejo del cultivo siguen empeorando año tras año. El problema es el uso de fitosanitarios que cada vez son más escasos y los que nos permiten utilizar tienen un precio muy elevado”, comenta Toral.

A ello se suman otros problemas estructurales que afectan a la sostenibilidad del cultivo, como el aumento sostenido de los costes salariales, los robos en campo, cada vez más frecuentes y organizados, y la reducción de disponibilidad de terrenos adecuados para el cultivo. “El consumidor europeo tiene que valorar esfuerzo de los agricultores por mantener un producto con sello español”, según Juan Salvador Peregrín, presidente de ANPCA.
Pese a que los precios de mercado “no han variado mucho respecto a los del año pasado”, y “son bastante buenos”, lejos de esperarse un aumento de superficie, las previsiones apuntan a una nueva reducción en las hectáreas sembradas para 2026.