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jueves, mayo 2, 2024
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¿Cómo sembrar con el abono caro y un cereal mal pagado?

A veces todo parece conspirar contra el agricultor, desde el coste de los insumos hasta las decisiones de los políticos, pero el otoño llegó por fin y ha sido generoso en lluvias

Ricardo Ortega

“Un día nos cansaremos de trabajar para perder dinero, y entonces dejará de haber alimentos; España se convertirá entonces en un sitio para venir de vacaciones”. La frase es de un agricultor de Castilla y León, pero nos sirve para describir un estado de ánimo que ya es general en toda España.

Es tiempo de sembrar el cereal en la mayoría de las zonas productoras, y cada vez son más las voces que hablan de desánimo, de falta de ilusión. Tienen la culpa los costes de producción, este año casi tan elevados como el pasado, y tienen la culpa también los precios que se pagan después de un año de trabajo. Y de sequía. No es fácil sembrar cereal cuando el trigo cotiza por debajo de los 240 euros y la cebada ronda los 220.

Tampoco ayudan las noticias que vemos en televisión o que recibimos en nuestro móvil. Se ha abierto la caja de Pandora y de ella pueden salir todos los males, empezando por una subida aún mayor del precio del petróleo, con posibles repercusiones en el precio de la luz y de los fertilizantes.

Un fertilizante más barato que el año pasado, pero…

Las materias primas empleadas para fabricar los abonos de síntesis han seguido una línea bajista a lo largo de 2023, sin regresar a los niveles previos a la agresión contra Ucrania, pero han repuntado justo ahora, cuando aumenta la demanda; y con un nuevo empujón cuando el precio del gas se acople al del crudo.

La asociación de fabricantes ANFFE destaca que el nivel de precios es muy inferior al de hace un año, mientras en Asaja ven la botella medio vacía: el precio para el agricultor está un 50% por encima de su valor de los últimos años. “Las cotizaciones del cereal han retrocedido a las marcas medias, pero no así las del abono”, destacan desde la organización agraria. De ahí que los agricultores se muestren prudentes en sus planes de siembra, “dado que además vienen de una campaña pésima”.

Las estadísticas elaboradas por los fabricantes apuntan a un descenso anual del consumo de abonos del 4% en el año 2021, seguido del desplome de un 27% en 2022. ¿Y en 2023? En el periodo de enero a agosto se ha vuelto a producir un nuevo descenso.

Para los responsables de ANFFE, los fertilizantes son productos esenciales dentro de la cadena agroalimentaria, pues permiten cubrir las necesidades nutricionales de los cultivos y aumentar los beneficios del agricultor. Por eso destacan que estos productos, cuando se aplican de forma racional, “no suponen un gasto sino una magnífica inversión”, que genera una alta rentabilidad en los productos agrícolas.

Sin flexibilización de la PAC

Para el agricultor palentino José Luis Marcos, no se puede perder de vista que este verano “se ha recogido un tercio menos de cosecha de cereal que en un año normal (después de padecer la sementera más cara de la historia), una producción que además se cotiza ya a precios el 10% inferiores a los pagados antes del verano… y bajando”.

Para colmo, el estreno de la PAC resulta “desalentador” para Marcos, puesto que “a la maraña de condicionantes introducidos (sabrá Bruselas con qué lógica)” se unen unas “decepcionantes” compensaciones que ya ha anunciado el FEGA, y que añaden confusión e incertidumbre.

Los cambios permitidos el año pasado para mantener el potencial de producción tras los problemas de suministro por la invasión rusa de Ucrania supusieron la no activación de la BCAM 7, que obliga a realizar una rotación completa cada cuatro años en todas las parcelas y a realizar una diversificación de cultivos, y también cambios en la BCAM 8, para poder sembrar en los barbechos.

“Estas excepciones permitirían a los agricultores dedicar más tierras a la producción, algo importante para el sostenimiento de las explotaciones y para garantizar la producción de alimentos”, reflexiona el agricultor.

El precio de la electricidad ha seguido una línea ascendente en octubre debido a la floja producción eólica. Se han llegado a superar los 140 €/MWh, aupados por un precio del gas que se ha disparado un 70%, recalcan los analistas del Grupo ASE.

Para colmo de males, la Unión Europea aún no ha decidido si permitirá prorrogar por diez años el uso del glifosato. La próxima votación, y quizá la definitiva, debería producirse durante la primera quincena del mes de noviembre.

Todo ello se traduce en una sementera para la que no se ve alegría, con un agricultor que seguirá haciendo lo que sabe hacer, que es trabajar, pero con un abonado de fondo que se prevé muy escaso.

Incluso José Antonio Marcos, responsable del departamento Agrícola de Campal, considera que en muchos casos puede ser razonable posponer la decisión de abonar y optar más adelante por fertilizantes de liberación controlada. “En función de cómo venga el año se puede recurrir a estos fertilizantes, que se pueden aplicar de una sola vez o de varias”, recalca.

¿Vender o no vender?

¿Qué hacer con el grano cosechado este año? Para Iván Álvarez, de Asegrain, pesa mucho en el agricultor el temor a que los precios no repunten, e incluso puedan seguir bajando las próximas semanas.

A este miedo se le une el coste financiero de almacenar cereal, que es un dato a tener muy en cuenta: el coste medio de almacenar cereal 6 meses en función del tipo de interés actual y el precio del grano, puede suponer más de 6 euros por tonelada hasta final de año.

Tradicionalmente las subidas del precio del petróleo se acababan traduciendo, a medio plazo, en una revalorización del grano en los mercados. Pero para Alfonso Palomo, director comercial de la compañía Octaviano Palomo, esos movimientos se suelen reflejar a medio plazo, como consecuencia de que una parte de la producción se destina a la elaboración de biocombustibles, más competitivos que el petróleo.

Sin embargo, “es difícil que la actual coyuntura induzca a esas materias primas a experimentar un ‘rally’ paralelo al del oro negro, al menos a corto plazo”, apunta Palomo.

Caen las siembras de colza

Las siembras de colza de secano han quedado muy reducidas este año por culpa de la meteorología. Las lluvias de septiembre animaron a apostar por el cultivo, pero en pocos días llegó un abrasador y ventoso veranillo de san Miguel, que cortó la tendencia.

Las lluvias posteriores han sido una gran noticia, pero no para la colza, puesto que han alejado las posibles siembras del 12 de octubre, fecha considerada tradicionalmente un punto de no retorno más allá del cual era arriesgado sembrar.

“En muy pocos días hemos pasado de la ilusión por disponer de humedad suficiente para la siembra de la colza, con una buena labor de suelo, incluso profunda, a alcanzar los 30 grados centígrados, que han hecho que se dé ‘la vuelta a la tortilla’ y las siembras se hayan frenado bruscamente en las colzas de secano”, resume Fernando Garrachón, de Lidea.

La situación ha afectado a los agricultores de Extremadura, el valle del Ebro y Castilla-La Mancha. José Ramón Díaz de los Bernardos, agricultor de Ciudad Real, apunta que la colza ya era un cultivo muy minoritario en Castilla-La Mancha, pero que el golpe de calor de principios de octubre “ha hecho que este año se convierta en prácticamente anecdótico”.

En Castilla y León había provincias que empezaban a apostar de forma seria por la colza de secano, como Burgos o Soria, y son precisamente las que menos agua han recibido en septiembre, señala Garrachón.

Las siembras de colza en regadío se han realizado con normalidad.

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