Castilla y León es la primera productora de leche de oveja de España, con el 61% de la producción total. El paisaje y la forma de elaborar en esta comunidad autónoma ha hecho que desde hace siglos el consumidor valore de forma especial las cualidades del queso obtenido en ella.
La relación entre el queso y el paisaje de la región es larga y está muy documentada, pero es entre 1880 y 1950 es cuando se inicia un verdadero despegue de la industria quesera.
En ese periodo las empresas comienzan producir un queso característico e inconfundible, basado en los conocimientos de los pastores y gracias a la existencia de diferentes razas ovinas que aprovechaban no solo los recursos pastables de difícil acceso, sino también las rastrojeras procedentes de los campos de cereal.
Fue en 2013 cuando la Federación Castellano Leonesa de Industrias Lácteas propone la tipificación y diferenciación de la marca Queso Castellano, para dar un impulso a la creación de una figura de calidad a nivel europeo (IGP) que avale y permita la comercialización en la UE de un queso de reconocido prestigio, calidad y valor.
Gracias a ello lleva años conquistando mercados este queso elaborado con leche cruda o pasteurizada de oveja, que madura en un periodo entre los 30 y los 60 días y que ofrece una pasta firme y compacta. Con pocos ojos, que son de poco tamaño.
Su sabor es intenso, tanto ácido como salado, con aromas a caramelo, frutos secos y matices afrutados y vegetales. La textura es firme, mantecosa y fundente al paladar. Un queso que puede competir con cualquiera de las grandes zonas productoras del mundo.







