José Ramón Freire
Tradicionalmente, la industria agrícola ha dependido de la producción de amoniaco convencional o gris para la elaboración de fertilizantes. Este tipo de amoníaco se obtiene a partir de combustibles fósiles como el gas natural, un proceso que genera elevadas emisiones de CO₂.
Actualmente, más del 70% de la producción mundial de amoníaco se destina a la fabricación de fertilizantes (1). Aunque estos productos son fundamentales para el rendimiento de los cultivos, su impacto ambiental es considerable: la producción de amoníaco convencional es responsable del 1,3% de las emisiones globales de dióxido de carbono (1).
Para entender la magnitud de estas cifras, basta señalar que dichas emisiones superan las de países enteros como España, que en 2023 emitió alrededor de 288 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (2). Además, el sector agrícola español ya es el tercer mayor emisor nacional, por detrás del transporte y la industria, debido sobre todo al uso intensivo de maquinaria, pesticidas y fertilizantes convencionales (3).

Frente a este panorama, el amoniaco renovable —producido con energías limpias como la solar o la eólica— se presenta como una solución eficaz y disponible para reducir la huella de carbono del sector agrícola. Esta alternativa permite eliminar casi por completo las emisiones derivadas de la fabricación de fertilizantes, sin requerir cambios drásticos en la forma de producir alimentos.
De hecho, diversos análisis han estimado que sustituir el amoniaco gris por renovable en la producción de fertilizantes podría reducir en torno a un 5 % las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los productos agrícolas finales (4).
Además de su menor impacto ambiental, el amoniaco renovable puede utilizar las infraestructuras logísticas ya existentes y representa una opción más asequible que otras soluciones como la electrificación del parque de maquinaria agrícola. Todo ello facilita su integración en el sistema agrario actual y acelera la transformación del sector.
España, gracias a su abundancia de recursos renovables, está en una posición única para liderar este cambio. No solo podría alcanzar una mayor independencia alimentaria con fertilizantes producidos localmente, sino que también tiene la oportunidad de convertirse en un proveedor clave para la industria europea del fertilizante, que necesitará descarbonizar su actividad en los próximos años.
Esta oportunidad estratégica permitiría a nuestro país exportar una materia prima renovable esencial para que otros sistemas agrarios también reduzcan sus emisiones, en un contexto en el que el papel del sector primario ha recibido tradicionalmente menos atención que otros ámbitos como el transporte o la energía.
En definitiva, apostar por el amoniaco renovable no es solo una vía para mitigar el cambio climático: es también una estrategia de país para reforzar la soberanía alimentaria, impulsar la economía verde y posicionar a España como un actor clave en la transición hacia una agricultura baja en carbono.
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José Ramón Freire es director general de la Asociación Española del Amoniaco Renovable
Referencias
(1) Agencia Internacional de la Energía (IEA) – Ammonia Technology Roadmap (2021)
(2) Instituto Nacional de Estadística (INE) – Emisiones de GEI en España, 2023
(3)Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación – Informe anual de indicadores: Agricultura, Pesca y Alimentación 2023
(4)ICCT – Low-carbon ammonia fertilizer: an opportunity to reduce agriculture emissions in Europe (2023)