Javier Goñi. Presidente de Anfe
Si algo hemos aprendido en 2020 es que hay elementos esenciales que garantizan nuestro bienestar (y nuestra supervivencia) de los que solo apreciamos su importancia cuando se tambalean o desaparecen. En medio de la incertidumbre que genera la pandemia y los confinamientos, todos los eslabones de la cadena alimentaria han funcionado con tal grado de perfección que han inyectado sosiego y tranquilidad a una sociedad que así lo requería. No solo ha sido así en estas circunstancias tan complejas, sino que está siempre ahí para abastecer a una población mundial que supera los 7.700 millones de personas. Los fertilizantes, de los que hoy se celebra su Día Mundial, son la garantía de sostenibilidad del sistema agrícola, asegurando una producción suficiente en calidad y cantidad para alimentar al mundo.
La pasada semana recibió muy merecidamente el premio Nobel de la Paz el Programa de Mundial de Alimentos de la Organización de Naciones Unidas, que asiste a los más de 100 millones de niños, mujeres y hombres que padecen hambre en todo el mundo. Esta dramática realidad está provocada por graves problemas locales de índole social y política, pero, salvo excepciones, no existe a nivel global un problema de desabastecimiento, sino todo lo contrario. Y esto es gracias a la tecnología diseñada y desarrollada hace un siglo por Fritz Haber y Carl Bosch, patentada un 13 de octubre de hace hoy 110 años, con la que en la actualidad se produce una parte muy significativa del fertilizante que enriquece los cultivos que después forman la base esencial de nuestra dieta (junto al posterior desarrollo agronómico con variedades cada vez más resistentes y productivas). Sin esta industria la tierra solo podría garantizar recursos para 4.000 millones de personas (prácticamente la mitad de la población mundial).
El sector se encuentra actualmente ante desafíos de igual relevancia que los que afrontó a inicios del siglo veinte. En ese momento el reto era evitar que las predicciones de Thomas Malthus se hicieran realidad (que la población creciera por encima de los recursos y se produjera una crisis sin precedentes para la humanidad). Ahora debemos asegurar que una humanidad en expansión (en 2050 habrá 9.800 millones de personas) disponga de un sector agrícola eficiente y productivo que logre atender la demanda de alimentos diversos, nutritivos y de calidad, combatiendo en paralelo el cambio climático al reducir su impacto negativo para la sostenibilidad del planeta.
Es un reto tan complejo y estimulante como el que motivó nuestra propia existencia como sector. El 50% de la tierra cultivable ya está destinada a la agricultura y debemos evitar que esa superficie aumente, con mejores rendimientos y el empleo innovador y óptimo de fertilizantes minerales, lo cual nos exige investigar de manera permanente para aplicar el máximo conocimiento por hectárea y rentabilizar al máximo el potencial de la transformación digital para adoptar las mejores decisiones con la recopilación de todos los datos de los que disponemos.
Existe una comunión de intereses públicos y privados. La Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (Anfe), con 18 centros de producción en España y más de 3.000 empleos directos, está plenamente alineada con los objetivos de la Unión Europea tanto específicamente para el sector agrícola, como en el compromiso de liderar la transición energética y lograr una rápida recuperación económica que incida en la sostenibilidad de nuestra industria.
La estrategia ‘Del Campo a la Mesa’ como parte del pacto verde de la UE, prevé una ambiciosa reducción en el uso de fertilizantes en el periodo 2020/2030, y para ello se requieren productos de alto valor añadido que permita a los agricultores europeos armonizar su labor esencial en la producción de alimentos con su afán por la preservación del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.
En un país que carece de recursos fósiles, el compromiso histórico de nuestras empresas ha sido siempre operar con los máximos niveles de eficiencia energética (en los últimos quince años los productores de fertilizantes han realizado grandes inversiones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 40%).
El Green Deal nos brinda ahora oportunidades que abren nuevos horizontes para el sector en Europa, ya que las plantas con tecnología Haber Bosch pueden producir amoniaco (la base de los fertilizantes nitrogenados) a partir de fuentes de energía renovables autóctonas, como el hidrógeno verde procedente de plantas fotovoltaicas. De esta manera las compañías de fertilizantes se ponen ahora a la cabeza de uno de los vectores para el cambio de modelo energético, ya que el amoniaco producido a partir del hidrógeno verde es también una fórmula eficiente para el almacenamiento de larga duración y a gran escala de energía renovable y puede ser utilizado incluso como combustible. Ninguno de estos desafíos se puede afrontar sin innovación, tratando de que exista una intensa transferencia de conocimiento y colaboración con universidades y centros de investigación de nuestro entorno.
La crisis de la covid-19 ha puesto a prueba a toda la sociedad, y nuestro sector ha demostrado ser esencial y resiliente, ayudado además por la profesionalidad ejemplar de los agricultores españoles, que han dado una gran lección de responsabilidad y coraje. Ahora formamos parte de la recuperación a la que aspira la Unión Europea, como actores relevantes en la doble transformación energética y digital que deben acometer nuestros países.
Fuimos decisivos hace más de un siglo para asegurar la sostenibilidad de la sociedad y lo somos nuevamente para garantizar el cumplimiento del Green Deal europeo que debe propiciar un continente más equilibrado y sostenible.