Faltan unas cuatro semanas para el inicio de la sementera en cereal, un tiempo en el que tomar decisiones, en un proceso donde no podemos perder de vista que este comienzo de curso no parte de cero: todas las opciones por las que se incline el agricultor deben tener en cuenta el año del que venimos. Cuánto abonó y cuánto ha cosechado.
¿Qué año hemos tenido?
Venimos de unas producciones que superan sensiblemente la media de los últimos cinco o diez años. Esa diferencia ha sido distinta en cada zona, pero con carácter general podemos decir que es lo suficientemente importante como para tenerla en cuenta ante la fertilización.
Las elevadas producciones han supuesto una extracción de nutrientes superior a lo que habíamos aportado al abonar, de modo que esos rendimientos extraordinarios han sido posibles gracias a las reservas de nuestro suelo. Es cierto que el agricultor que siembra no sabe lo que cosechará al final del ciclo, pero debe abonar pensando en la producción media de esa parcela en los últimos años, teniendo en cuenta la extracción de nutrientes de la última campaña.
¿Por qué hay diferencias entre agricultores?
Se ha dado una gran disparidad entre agricultores: el que ha hecho bien las cosas se ha destacado, y eso es algo que nos da la razón a quienes nos consideramos ‘predicadores’.
La realidad ha demostrado que hay que hacer una buena rotación, preparar bien el suelo, emplear una semilla de calidad… y que el agricultor tiene en su mano la herramienta para obtener la máxima producción, que no es otra que la fertilización.
¿Qué producto escoger?
Aquel que el análisis de suelo me indique. El producto que demande mi suelo y en la cantidad que requieran ese suelo y ese cultivo. Es a eso a lo que nos referimos cuando hablamos de eficiencia en el abonado.
Resulta oportuno recordarlo porque llama la atención cómo el abono 15-15-15 se emplea de forma masiva en provincias con suelos tan dispares, por ejemplo, como León y Burgos.
Otra obligación es la de emplear productos de la mayor calidad física (que permitan una distribución homogénea) y química, de modo que sean completamente disponibles para el cultivo.
¿Son importantes los macronutrientes secundarios?
El agricultor debe ser consciente de que ha habido una extracción importante de macronutrientes principales, como nitrógeno, fósforo y potasio, pero de que también hay una serie de macronutrientes secundarios, como calcio o magnesio, que este año han sido muy relevantes.
Su presencia condiciona de forma importante la productividad, de modo que debemos restituirlos. Para ello es necesario que se aporten al suelo en forma disponible; no solo debemos leer la etiqueta del producto, sino asegurarnos de que esos elementos presentes en la descripción puedan ser asimilados por la planta.
¿Por qué no llamar al fertilizante por su nombre?
El agricultor ya se ha acostumbrado a pedir la semilla, el fungicida o el herbicida por su nombre, sin haber trasladado esa costumbre al ámbito de los fertilizantes. Por eso es importante que sepa lo que necesita y que lo identifique en el mercado, de modo que se lo pueda pedir al distribuidor. Haciéndolo con tiempo suficiente, este tendrá margen para solicitarlo a sus proveedores y poder, así, entregar a su cliente lo que le demanda.
Y es que la agricultura está modernizándose, cambiando a marchas forzadas, y esa puesta al día debe incluir al abonado. Debo pedir el abono que necesito y exigir que exista.
¿Tomar decisiones en función del precio?
¿Por qué no? El agricultor es un empresario, y como tal debe adoptar las mejores decisiones: ser lo más eficiente posible y sacar el máximo partido a cada euro invertido. Por eso debe tener en cuenta que la mejor decisión de compra no está en el abono más barato, sino en aquel que le da el 100% de lo que necesita. Ese es el fertilizante con mejor precio.
¿Cuándo abonar?
En el abonado de fondo debemos tener en cuenta que elementos como el fósforo o el potasio son poco móviles en el suelo. Su aplicación más eficiente es antes de la sementera para que estén cerca de la raíz desde el principio. Estemos alerta ante ciertas modas que hablan de sembrar ahora y abonar más adelante, sin que parezca importar cuándo.
¿Y si trabajo en una ‘zona vulnerable’?
El agricultor debe ser muy consciente de los cambios normativos en relación con las denominadas zonas vulnerables, que en Castilla y León han pasado de 66 municipios a 387. En caso de que una parte de su actividad, o toda ella, se desarrolle dentro de una de esas áreas deberá estar atento a cumplir una serie de requisitos en relación con el abonado, sobre todo del nitrogenado.