Ricardo Ortega
Es posible que quienes peinan canas recuerden la media sonrisa que se dibujaba en los espectadores de los años 80 cuando, en una película de la saga ‘Mad Max’, se nos presentaba una ciudad alimentada energéticamente por el metano que generaba una granja de porcino.
Hoy el biometano, que puede ser de origen animal o vegetal, se percibe como una de las grandes bazas para garantizar la supervivencia del sector ganadero. No solo da una salida a los residuos de la actividad agrícola y ganadera, sino que puede suponer una fuente complementaria de ingresos para el ganadero.
La apuesta por esta fórmula se extiende por toda España con algunas décadas de retraso respecto a otros países de la UE, cuenta con el apoyo entusiasta de la mayoría de las administraciones y ya dispone de un amplio abanico de compañías dispuestas a realizar las inversiones necesarias, siempre que haya acuerdo con los ganaderos.
Las empresas que se dirigen a los ganaderos ofrecen llevarse los purines y, si el ganadero es también agricultor, con la posibilidad de devolverle el residuo sólido, el digestato, para su uso como fertilizante orgánico, señala el ganadero zamorano Isidoro Torío.
Al ganadero se le ofrece un precio que ronda los 20 euros por tonelada de ‘basura’ entragada. A cambio se le exige el compromiso de que la actividad ganadera se va a mantener durante un determinado periodo de tiempo y de que se va a entregar ese estiércol.
Para la firma del compromiso, el ganadero muestra su declaración PAC “y se compromete a mantener en el tiempo la actividad reflejada en ese documento”, apunta Torío. En su provincia suenan proyectos de estas características en localidades como Barcial del Barco o Cerecinos de Campos.
Hay ya una larga serie de ganaderos que van firmando ese compromiso, de forma más numerosa entre quienes no tienen una actividad agraria paralela. Lo que convence, además de la gestión del residuo, es la convicción de que a medio plazo aquel que contamine deberá pagar unos derechos, aparte de las tasas que pueda imponer la administración.
Pero “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”, recuerda Torío, que recomienda al ganadero informarse bien antes de firmar cualquier contrato que condicione su actividad para los próximos años.
Descarbonizar la economía
Adolfo Penelas, de la compañía Evosol, tiene muy claro que el futuro de la ganadería va a transitar por la senda del biometano, “ya que se trata de una apuesta europea”, además de que España tiene un gobierno empeñado en descarbonizar al máximo.
Una de las claves de esta actividad emergente es la cercanía a la red de evacuación del gas, si bien muchas de las plantas de biometano “lo que hacen es, en lugar de evacuarlo, quemarlo allí mismo para obtener energía. Si lo hacen en un momento en que la energía está alta, se trata de una opción muy rentable porque el ahorro para la granja es muy importante”, apunta Penelas.
El campo español vive un ‘boom’ de esta fórmula, pero el agricultor y el ganadero deben tener muy claro si están tratando con el promotor “real” de la obra o con un “conseguidor” que solo quiere hacerse con los derechos sobre los purines para después vendérselos a quien de verdad realizará la obra. Porque debe ser un proyecto asentado en tecnología, “y tecnología de este tipo hay muy poca”, advierte el responsable de Evosol.
Con años de retraso
Miguel Ángel Ortiz, presidente de la Federación de Productores de Ganado Porcino Feporcyl, celebra que “por fin” se esté implantando este modelo en España, aunque lamenta que se realiza con años de retraso.
Lo que niega es que las plantas de biometano “solucionen el problema de los residuos”, puesto que “en la mayor parte de España no hay un problema de purines”. De hecho, “para algunos ganaderos, como yo mismo, el problema es que no tenemos purín suficiente para atender la gran cantidad de agricultores que nos lo demandan”. Cosa diferente es que el ganadero haga el esfuerzo de adecuar su actividad a la normativa, por ejemplo en materia de zonas vulnerables, “algo que ya está haciendo”.
Para el presidente de Feporcyl el modelo de las plantas de biometano que se enganchan a la red de distribución de gas es “una fórmula adecuada para atender diferentes cuestiones”, como la eliminación de olores, la creación de puestos de trabajo en el medio rural o para avanzar en la ansiada independencia energética.
Ortiz apunta que los residuos que “de verdad” requieren una solución ambiental son los lodos generados por la industria o por las ciudades, “que suelen tener metales pesados y que son mucho más contaminantes y difíciles de gestionar”. “Siempre se vincula la contaminación a la actividad del campo, pero no nos olvidemos del principal problema medioambiental”, subraya.
¿Ganaderos accionistas?
Miguel Ángel Ortiz señala que los promotores de las plantas de biometano acuden a los ganaderos para establecer una colaboración eficaz, que en algunos casos incluye que el responsable de la granja participe en el accionariado de la compañía.
“Los ganaderos estamos evolucionando en un montón de planos, incluidas las nuevas tecnologías, de modo que lo consecuente es seguir avanzando, incluso hacia nuevos modelos de negocio, como el que suponen estas plantas”, recalca.
Convertirse en accionista es la forma de estar presente en las tomas de decisiones, “que es la forma en que el ganadero puede hacer oír su voz, porque es evidente que el agricultor no tiene la razón en todo, pero tampoco está equivocado en todo, y es positivo que estemos allí donde se toman decisiones para ir avanzando de forma conjunta”, subraya.
Ese es el modelo defendido por Ortiz, aunque es necesario “separar el grano de la paja” y diferenciar las compañías fiables respecto de aquellas iniciativas que puedan formar parte de una “burbuja especulativa” que se acabe pinchando. Por eso el presidente de la federación anima a los ganaderos a dirigirse a ella para informarse sobre las diferentes empresas que están sobre el terreno, “aunque no sean ganaderos de porcino”.
En cualquier caso, “o decimos que no a las plantas, de modo que vamos contra la normativa estatal, o remamos junto a estas empresas”, subraya.
100% capital privado
Una de las compañías que impulsan este tipo de plantas es Ibenergi, con varios proyectos en Castilla-La Mancha, Cataluña y Castilla y León. Desde esta empresa, José María Marín apunta que la inversión necesaria está entre 10 y 20 millones de euros, 100% de capital privado.
Destaca que el biometano es una fuente sostenible de energía frente al metano, que es de origen mineral. “Se ha despertado verdadero interés en el biometano, con compañías que viven en continuo proceso de retroalimentación con el ganadero como suministrador de la materia prima y del agricultor como destinatario de un coproducto, los restos sólidos del proceso, que permitirán efectuar un abonado orgánico”, subraya.
“Nuestra fórmula es la solución a la gestión de residuos de la actividad ganadera y también la vía para tener las granjas en línea con la legislación comunitaria”, destaca Marín. No hay que perder de vista que la normativa se ha diseñado en la UE “siguiendo el modelo de países como Alemania, con 1.200 plantas de biometano en funcionamiento, o de Francia, donde hay unas 800 y se crece a un ritmo muy acelerado. Dinamarca, por ejemplo, ha llegado en algunos momentos a atender toda su demanda energética a base de biometano”, recalca.
Frente al panorama europeo, España solo cuenta con tres plantas en funcionamiento, pese a contar con potencial para atender entre el 50 y el 60% de la demanda de gas. “Dentro de unos años nuestro país podría ser mucho más independiente en el plano energético y no seguir vinculado a países inestables y de dudosa calidad democrática”.
Destaca, además, que este tipo de instalación es lo que permite ser rentables a numerosas explotaciones ganaderas, puesto que les ayuda a solucionar la gestión de los purines y a reducir su huella de carbono, un capítulo que cada vez va a ser más importante.