El cambio de modelo productivo, del que la macrogranja soriana de Noviercas es máximo exponente, “tiene un claro objetivo: ocupar el mercado lácteo mediante la eliminación de los más pequeños, que somos todos los demás”
La conocida como ‘granja de las mil vacas’ francesa va a cerrar sus puertas en menos de un mes, el 1 de enero de 2021. Aseguran sus propietarios que con menos de esa cantidad de animales no pueden garantizar la viabilidad de la explotación. También han influido los problemas legales que desde sus inicios han ido parejos a la instalación ganadera. La explotación que ahora anuncia su cierre, ubicada en Drucat, cerca de Abbeville (Somme), abrió en septiembre de 2014 con un censo menor de 500 vacas, que es el límite impuesto por la normativa francesa, aunque posteriormente fue ampliada hasta casi mil vacas. Todo ello ha provocado una larga serie de denuncias y apelaciones, generando un amplio movimiento de oposición y convirtiéndose en el paradigma del debate en torno al modelo de producción agrícola en el país vecino.
Para los detractores del proyecto, el cierre es “una victoria ciudadana”, ya que llevan años movilizados y trabajando para que se cumpla la legalidad y se mantenga un modelo de agricultura acreedora del apoyo de la sociedad. Ya en 2014 Thierry Bonnamour, activista contra la “granja de las mil vacas” y sindicalista de la Confédération Paysanne, organización agraria francesa integrante, al igual que COAG, de la Coordinadora Europea Vía Campesina, se expresaba en los siguientes términos: “Francia, primer territorio agrícola europeo, es el terreno de todos los desafíos, por eso somos nosotros los franceses, tantas veces pioneros de las luchas sociales y de las libertades públicas e individuales, quienes debemos mostrar a Europa que se puede poner en marcha granjas de escala humana sin perder el sentido de la innovación”.
Recordemos que aquí en Castilla y León, en Noviercas (Soria) para ser más exactos, las administraciones están poniendo alfombra roja a una macrogranja que albergará, atención, ¡más de 20.000 vacas! ¿Qué harían nuestros vecinos franceses ante semejante aberración? Una reivindicación de COAG es la de establecer por normativa una dimensión máxima para las explotaciones ganaderas, de tal modo que se hagan inviables mega proyectos como el que nos ocupa. Y si se quiere, se puede. No olvidemos que a la empresa impulsora de la macrogranja de Noviercas, Valle de Odieta, la Comunidad Foral de Navarra le prohibió la ampliación de otra mega explotación de más de 4.000 vacas que tiene en dicha comunidad.
Tampoco podemos compartir que la viabilidad del sector vacuno lechero consista en el crecimiento sin límite. A finales de 2019 publicamos en COAG un informe en el que alertábamos del paulatino cambio de modelo productivo que, de manera lenta pero firme, lleva años produciéndose en algunos sectores agrícolas y ganaderos en el estado español. Entre estos sectores, señalábamos el lácteo por algunos indicadores clave: en 1988 había registradas en España cerca de 250.000 explotaciones de bovino de leche, con una media de 7 animales por explotación; en enero de 2019 el número de explotaciones registrado fue de tan solo 14.776 y la media de vacas por explotación, en el conjunto del estado, era de 57, similar a la que existe en Francia.
El cambio de modelo productivo, del que la macrogranja de Noviercas es máximo exponente, tiene un claro objetivo: ocupar el mercado lácteo mediante la eliminación de los más pequeños, que somos todos los demás. Dejar pasar este proyecto sin combatirlo sería dar nuestra conformidad a un modelo en el que las explotaciones familiares de pequeña y mediana dimensión no caben. Y donde más pronto que tarde aparecerían nuevas mega explotaciones que concentrarían miles de terneros u ovejas, pero también miles de hectáreas de cultivo. Unas pocas explotaciones, apoyadas por fondos de inversión nacional y/o internacional harían toda la producción agraria del estado: una sentencia de muerte para el modelo social agrario que COAG defiende.
“Rechazamos la sustitución de una alimentación de calidad y cercanía por alimentos de ‘fábrica’, obtenidos por empresas que precarizarán las condiciones sociales de sus trabajadores y las medioambientales de las zonas en las que se ubiquen. Y de ninguna de las maneras podemos aceptar que se pretenda identificar este macro proyecto con el desarrollo que necesita el medio rural. Tras décadas de abandono institucional, desmantelando la infraestructura de servicios en los pueblos –cerraron las escuelas, los consultorios, no llega internet, etc.-, políticos de distinto signo quieren ahora hacernos creer que esta monstruosidad es la solución. Si de verdad les preocupa el desarrollo rural, en vez de comprometer cuantiosas subvenciones para una macro granja que ocasionará la pérdida de cientos de empleos de productores lácteos, que destinen el mismo presupuesto a apoyar la incorporación de jóvenes al sector. Eso sí creará empleo y desarrollo equilibrado del territorio en vez de dividendos para algunos inversores y basura para los habitantes de las zonas más deprimidas”, argumentan desde la organización agraria.