Frenética la actividad en el campo, que, con permiso de la bendita lluvia, nos ha permitido (eso sí, con jornadas maratonianas de trabajo) ponernos al día.
Queda mucho todavía. Hay que finalizar las cosechas como el maíz y la remolacha, y sin preámbulo rematar e iniciar el resto de las siembras.
Es lo que toca, en la parte agronómica. Porque del resto, también tenemos tarea; nueva PAC, aplicación definitiva de la Ley de la Cadena Alimentaria con la formalización y control de los contratos, nuevo Plan Hidrológico, cuadernos de cultivo, cuadernos de campo, contadores, zonas vulnerables, prohibición de materias activas, seguros, ayudas… ¡Madre mía!
Vamos que, si alguno se pensaba que esto solo iba de subirse al tractor, ya puede ir asumiendo la que le viene de papeleo.
Al final vamos a conseguir que este negocio solo sea para profesionales, es decir, que un agricultor sea igual a: asesor fiscal, laboral, ingeniero, economista, informático, administrativo, vendedor, etc.
O esto, o una factura por cada uno de ellos. Suma y sigue, que los nuevos contratos y la Ley de la Cadena Alimentaria pueden con todo. Dios lo quiera, así seremos definitivamente empresarios. Aunque también existe la posibilidad de dejarlo: técnicamente se denomina selección natural… o muerte por inanición.
Mucha tarea tenemos por delante como sector, pero alguien tiene que poner orden y cordura a esta vorágine de exigencias, en la mayoría de los casos repetidas y sin sentido. Las recientemente respaldadas organizaciones agrarias, tienen trabajo, más trabajo.
Pero estas circunstancias, que no son nuevas ni ajenas, no nos pueden quitar las ganas ni la ilusión. Comienza una nueva campaña y está todo por ver.
Mucha suerte a todos. Es decir, a trabajar… Que cuanto más duro trabajemos, más suerte tendremos.
—
Este texto se publicó como editorial del número 103 de CAMPO, correspondiente a febrero de 2023