Emilio González Izquierdo
La campaña de girasol 2025 en Andalucía ha sido, sin duda, una de las más atípicas y desconcertantes de la última década. Ha estado condicionada por lluvias incesantes que retrasaron la siembra hasta mayo-junio, y paradójicamente castigada por una sequía implacable durante el desarrollo vegetativo del cultivo. Además, los rendimientos medios cayeron hasta los 700-1.200 kg/ha según zonas, muy por debajo de la media histórica de 1.600 kg/ha.
Sin embargo, la que parecía destinada a ser una de las campañas con mayores pérdidas de los últimos años, se ha mantenido en unos rangos bastante aceptables en cuanto a rentabilidad. El secreto: el notable auge del girasol alto oleico y unos precios que rozaron los 580 €/t en lonja, casi 100 €/t por encima del convencional.
El clima marcó el ritmo y el dolor de la campaña.
La siembra, que tradicionalmente se concentra en enero y febrero, se vio obligada a dividirse en dos fases: una primera en marzo, dificultosa y minoritaria, para quienes lograron sortear los encharcamientos, y una segunda masiva en mayo y junio, cuando los suelos finalmente permitieron el paso de las máquinas. En Sevilla, Córdoba y Cádiz, las imágenes de campos anegados en plena primavera se repitieron como una pesadilla. La consecuencia fue un ciclo vegetativo desfasado: mientras unas parcelas florecían bajo el sol de mayo, otras apenas emergían cuando el termómetro ya superaba los 35ºC.
“Ha sido un año de intenso trabajo agronómica”, resume César Álvarez, responsable técnico de Oleokelsa. “No se trataba de maximizar producción, sino de asegurar que el cultivo llegara a fin de ciclo en las mejores condiciones posibles”.
La superficie sembrada en Andalucía se ha situado en torno a las 180.000 hectáreas, lo que supone una ligera reducción respecto a 2024, pero lo verdaderamente significativo fue su composición: el 65% se ha destinado a variedades alto oleicas, frente al 35% para el girasol convencional. Una apuesta clara, estratégica y, como se demostraría después, muy acertada.
El alto oleico como salvavidas económico.
Aunque los rendimientos decepcionaron: 700 kg/ha de media en Sevilla, 1.200 kg/ha en zonas privilegiadas como Jerez o Écija, los agricultores que apostaron por el girasol alto oleico han visto cómo sus ingresos no solo se mantenían, sino que crecían. Con precios medios en torno a los 550 €/t frente a los 470 €/t del convencional, la diferencia de rentabilidad ha sido diferencial.
Hagamos números:
- Girasol alto oleico: 1.100 kg/ha x 550 €/t = 605 €/ha de ingreso bruto.
- Girasol convencional: 1.100 kg/ha x 470 €/t = 517 €/ha.
Restando costes de producción (unos 420 €/ha), el margen del alto oleico ha superado los 180 €/ha, mientras que el convencional apenas ha rozado los 100 €/ha. En numerosos casos, el convencional ni siquiera ha cubierto costes. Variedades como Adriano, Asperio y Talento, todas de Oleokelsa, han destacado no solo por su resistencia al jopo y al estrés hídrico, sino por mantener altos contenidos oleicos incluso en condiciones extremas. “Son variedades que, además de dar un buen rendimiento en kilos, también rinden en calidad. Y eso se paga”, subraya Álvarez.
Castilla y León: mismo dilema, distinta respuesta.
Mientras Andalucía consolidaba su apuesta por el girasol alto oleico, en Castilla y León, con cerca de 280.000 hectáreas sembradas, la mayor superficie nacional, el panorama fue distinto: allí, el 60% del cultivo sigue siendo convencional. Aunque también sufrieron siembra tardía y sequía, sus rendimientos medios se estiman en 1.000 kg/ha, ligeramente superiores a los andaluces, pero con menor valor unitario por tonelada.
La lección es clara: no basta con producir; hay que producir lo que el mercado valora. Andalucía, con su tejido cooperativo y empresarial sólido y con su proximidad a la industria especializada, ha sabido leer la demanda europea, que paga primas por aceites estables, saludables y aptos para fritura industrial.
¿Qué viene ahora?
Tres claves para el futuro:
- Más alto oleico, siempre. La demanda global no se detiene. Europa, América Latina y Asia buscan aceites de alto rendimiento térmico. España aún importa la mitad del aceite que consume. Tenemos la tierra, el sol y la tecnología. Solo falta aprovecharlos al máximo.
- Siembra temprana, como estrategia de riesgo. La campaña 2025 demostró que sembrar tarde es sinónimo de rendimientos mermados. El sector debe explorar, siempre con asesoramiento técnico, la siembra en diciembre-enero en zonas con bajo riesgo de heladas. Variedades nuevas, más tolerantes al frío ya están disponibles.
- Que las instituciones cumplan. El girasol cumple todos los requisitos para recibir ayudas directas, tanto de la PAC como del Ministerio de Agricultura y de las Consejerías autonómicas correspondientes: es cultivo proteico, mejora la rotación, fija carbono y reduce la dependencia de importaciones.
Un cultivo de presente y futuro.
La campaña de girasol 2025 en Andalucía se recordará por el enorme ejercicio de inteligencia agrícola que fue necesario para sacarla adelante. Frente al clima, los agricultores eligieron variedades más resistentes. Frente a los mercados volátiles, eligieron variedades de mayor calidad. Y finalmente obtuvieron rentabilidad.
Cuando hablamos del girasol, no hablamos de un cultivo ocasional o de emergencia, sino de un cultivo estratégico, sostenible, rentable y con una demanda creciente. Para la campaña de girasol 2026, la consigna está clara: sembrar antes, sembrar mejor y sobre todo, sembrar alto oleico.







