Ser de pueblo es algo muy importante. Cuando en España no importe el pueblo del cual eres o procedes, casi todo se habrá acabado”. Miguel Delibes.
En las últimas semanas, hemos sido testigos de una serie de manifestaciones y movilizaciones sin parangón. Mujeres y hombres, profesionales del campo, han salido a las calles para defender su profesión, sus derechos, el futuro del sector agrícola y del medio rural. Estas protestas no se entenderían si detrás de esta profesión tan noble no hubiera una intrahistoria: los hombres y mujeres sin historia, las personas que durante siglos trabajaron la tierra; nuestros padres, nuestros abuelos…
“En las ciudades uno se muere del todo; en los pueblos, no; […] algo queda de uno agarrado a los cuetos, los chopos y los rastrojos”, continuaba Don Miguel.
La sostenibilidad de nuestro sistema alimentario depende de la labor incansable de quienes trabajan la tierra
He aquí la cuestión. Los agricultores son gente de pueblo; orgullosos herederos del legado de sus padres y abuelos que sostienen con firmeza la responsabilidad de mantener viva una profesión ancestral y fundamental para nuestra sociedad. Su labor va más allá de sembrar la tierra y cosechar frutos; llevan consigo la historia, la tradición y el amor por la tierra de generación en generación. No hablamos de personas cualesquiera, tienen mucho que defender y están dispuestos a darlo todo en el intento.
El campo, motor de nuestra economía y proveedor de alimentos para la población, está clamando apoyo, dignidad y valor. No es mucho lo que pide, y sí mucho lo que da: la sostenibilidad de nuestro sistema alimentario depende de la labor incansable de quienes trabajan la tierra, y es nuestro deber apoyarlos y protegerlos.
Desde la Revista Campo sentimos y compartimos como nuestra vuestra lucha por el respeto, el reconocimiento y la valoración de esta bendita profesión. Procuramos cada día amplificar vuestras voces y promover la pasión por la tierra y la agricultura en cada página de nuestra publicación.
Mantened vuestra cabeza alta, con la certeza de que vuestro trabajo es digno, valioso y fundamental para nuestro presente y nuestro futuro. Sois la raíz de nuestra sociedad, mantenedores de nuestros pueblos y el pilar sobre el que se sostiene nuestra existencia. Y merecéis todo el respeto y admiración que corresponde a vuestra magnífica labor.
Mucha fuerza, mucho ánimo y un abrazo fuerte para todos.
Esto no ha hecho más que empezar.
PD: Yo también soy de pueblo.
