Ricardo Ortega
Las lluvias que arrancaron el pasado 15 de octubre han regado buena parte de la península y en comunidades como Castilla y León ha caído una media de 200 litros por metro cuadrado.
El suelo estaba sediento y ya tiene la humedad que necesitaba, además de la buena noticia de que aumentan las reservas de agua. Y todo ello con muy pocos perjuicios para los cultivos ya sembrados.
José Ignacio García Barasoain, responsable de Agroseguro, destaca que la entidad está recibiendo muy pocos siniestros como consecuencia de la lluvia. El cultivo más afectado es el girasol, que en algunos casos no se puede cosechar por exceso de agua o porque se ha tumbado.
Otros cultivos son el cereal (algún trigo que no ha podido nacer por falta de oxígeno) o la colza, pero con muy pocos casos.
El tiempo va corriendo y ha habido algunas siembras tempranas que no se han podido realizar, con el consiguiente perjuicio para las casas de semillas que deben recibir y gestionar la simiente no empleada.
Barasoain apunta que algunos agricultores deberán inclinarse por trigos de ciclos más cortos o por cebadas algo más tardías, pero que hay “muchísimo margen” para contar con una sementera correcta.
“El agricultor de hoy en día da la bienvenida al agua, por mucha que sea, porque sabe que con la maquinaria actual podrá sembrar todas sus tierras en poco tiempo, en cuanto el tiempo se lo permita”, destaca.
Las lluvias han permitido que los embalses se recuperaran, hasta el punto de que ya superan los niveles medios de la última década. También retoman el aliento los acuíferos, además de cultivos permanentes como la viña; gran parte del viñedo tendrá bodega cuando la planta necesite agua para desarrollarse, y no se puede perder de vista que solo el 28% de una DO emblemática como Ribera del Duero se ha declarado de regadío.
“Eso es lo verdaderamente importante para el campo, y no el que no se pueda sembrar a corto plazo”, apunta el responsable de Agroseguro.
