Este otoño recién estrenado está viendo cómo crece la siembra de alfalfa en numerosas zonas productoras españolas. En comunidades como Castilla y León, el agricultor aprovecha aquellos suelos más fuertes, como los arcillosos, y con un pH mediano o básico.
Este crecimiento responde a los buenos precios registrados en el mercado y a circunstancias como la PAC, que exige la siembra de cultivos mejorantes, pero para muchos de ellos no se encuentra semilla, como en el caso de la veza.
Esa escasez no se da en el caso de la alfalfa, un cultivo que además se beneficia de su carácter plurianual. Sin ir más lejos, el año pasado muchas alfalfas de secano dieron un segundo corte con el que nadie contaba gracias a las lluvias de finales de primavera, como recuerda Fernando Garrachón, de Lidea.
En 2022 la familia de los cultivos forrajeros disminuyó apenas el 0,87% en España. Este grupo destaca la alfalfa, pero también producciones como el maíz forrajero, la remolacha con ese mismo destino y el nabo, junto a otras plantas de escarda.
Tan solo la veza forrajera y otros cereales para forraje aumentaron la superficie, en un contexto de fuerte empuje como consecuencia de las exigencias de la PAC.
En la campaña 2022/2023, la alfalfa representa aproximadamente el 80% de la superficie contratada para producción industrial, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada (AEFA).
El total de la superficie destinada a transformación en dicha campaña fue de aproximadamente 113.000 hectáreas, de las que más del 80% se cultiva en regadío. Las comunidades autónomas con mayor superficie cultivada con destino a la producción industrial son Aragón (49%), Castilla y León (21%), Cataluña (14%), Castilla-La Mancha (6%), Navarra (4%) y Andalucía (4%).
