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domingo, mayo 5, 2024
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El regadío tiene su razón de ser

Esta forma de trabajo es una fórmula idónea para la producción de alimentos, la creación de riqueza y el desarrollo del medio rural

José A. Gómez-Limón
Catedrático del Dpto. de Economía Agraria, Finanzas y Contabilidad. Universidad de Córdoba

La opinión pública española está muy sensibilizada con los problemas del agua y, por tanto, con todo lo relacionado con su uso en el sector agrario (80% del total). Pero la percepción social del regadío es cambiante según el ambiente meteorológico y político existente…

Así, parecen ya lejanos los años del COVID, cuando la agricultura se consideraba una actividad esencial para la sociedad que debía protegerse. Ahora, por el contrario, en un momento de sequía y de gran sensibilidad medioambientalista no son pocas las voces que reclaman eufemísticamente un “redimensionamiento a la baja” de las superficies de regadío.

Por mi formación universitaria, creo que la gobernanza del agua y del regadío deben basarse en los datos objetivos. Por este motivo resulta conveniente recordar los principales datos que avalan la importancia socioeconómica del regadío en España, de cara a valorar adecuadamente cualquier propuesta de futuro.

La transformación en regadío permite un incremento significativo de la productividad agrícola (mayor producción de alimentos), y con ello de la rentabilidad de la actividad agraria. Según los últimos datos disponibles, el valor anual de la producción de una hectárea promedio de regadío en España (5.576 euros) es 5,4 veces superior a una hectárea promedio de secano (1.030 euros).

Así, mientras una hectárea media de regadío en España genera una renta neta de 2.328 euros anuales, una hectárea media de secano apenas genera 484 euros de renta al año. Pero el regadío no sólo permite unas rentas más altas, sino también más seguras, ya que reduce los riesgos climáticos derivados de la variabilidad de precipitaciones. Así, la disponibilidad de agua por parte del sector agrario supone para muchos agricultores la supervivencia económica, especialmente en las zonas con condiciones de aridez más severas. Por este motivo, en la mayoría de las zonas regables, la agricultura es el principal motor de desarrollo económico local.

En este marco, la mayor rentabilidad del regadío no sólo debe entenderse como un elemento generador de rentas privadas, sino también como un elemento que contribuye a la viabilidad económica de las zonas rurales donde está implantado, máxime allí donde existen dificultades estructurales para albergar otros tipos de actividades productivas.

El regadío contribuye socialmente mediante la generación de empleo en el medio rural, al tratarse de una actividad intensiva en el uso del factor trabajo. Según las estadísticas más recientes, para generar un puesto de trabajo en el sector agrario se requieren 9,2 hectáreas de regadío, frente a las 41,6 hectáreas del secano.

Además, debe tenerse en cuenta que el empleo generado en el regadío es más estable, al mantener una actividad laboral más repartida a lo largo del año, reduciendo con ello la estacionalidad de la mano de obra. El empleo así generado resulta un importante elemento de cohesión social, especialmente en las comarcas rurales donde las alternativas laborales son muy limitadas, favoreciendo una estructura de la población más adecuada (población más joven y relación de géneros más equilibrada) y contribuyendo a la fijación de población en el territorio. Este hecho es especialmente relevante en la España vaciada, donde el éxodo rural solo se ha frenado en aquellas zonas donde el regadío está presente.

Indicadores cuantitativos de la contribución económica y social del regadío en España

 RegadíoSecanoDiferencia (%)
Contribución económica   
Valor de la producción (€/ha·año)5.5761.030+441%
Renta neta agricultor(€/ha·año)2.328484+381%
Valor de la tierra (€/ha)28.4449.447+201%
Ayudas PAC / Renta neta (%)24%47%-23%
Contribución a la Producción Final Agrícola (%)64%36%
Contribución social   
Generación empleo (UTA/ha)0,1090,024+354%
Valor Añadido Neto / UTA (€/UTA)31.78225.516+25%

Los datos anteriores evidencian que cuando nos preguntamos si España puede permitirse 3,8 millones de hectáreas de regadío, en realidad nos estamos preguntando si podemos permitirnos reducir los 16.000 millones de euros de producción anual de alimentos o los 416 mil puestos de trabajo directos que genera el regadío en nuestro país.

A pesar de la evidencia objetiva de su importante contribución económica y social, el regadío en España viene padeciendo una crisis de popularidad en ciertos ámbitos de la sociedad, especialmente en la urbanita, fruto del activismo y la capacidad de influencia sobre los medios de comunicación de colectivos ecologistas, que transmiten una percepción sesgada del desempeño multifuncional de este tipo de agricultura. La crítica recurrente que se le achaca al regadío es que gasta mucha agua y que contamina el recurso, poniendo como ejemplos casos como el del Mar Menor o Doñana. ¿Pero es esto cierto? Pues depende de cómo se mire…

Es cierto que el principal usuario del agua en España es el regadío, empleando de media el 80% de los 32.000 hm3/año destinados a usos consuntivos, y que para posibilitar el riego se ha tenido que construir una amplia red de infraestructuras de regulación. Pero es igualmente cierto que el uso agrario del agua está siempre supeditado a la satisfacción previa de las demandas urbana y ambiental. Así, cuando ocurren episodios excepcionales de sequía, gracias a las infraestructuras realizadas para posibilitar el riego, se pueden garantizar el consumo de agua de abastecimiento y los caudales ecológicos, y solo el regadío se ve afectado por los recortes en las dotaciones de agua.

Por este motivo, el supuesto conflicto entre el regadío y el uso ambiental del agua es en buena parte ficticio, pues en todas las demarcaciones de España existen planes hidrológicos y los planes especiales de sequía donde se establecen las prioridades sociales en cuanto a la asignación de recursos, permitiendo compatibilizar la actividad del regadío con un buen estado de los ecosistemas asociados a las masas de agua.

De forma semejante, es cierto que en el regadío se emplean unas cantidades mayores de abono que el secano, ya que se trata de un sistema productivo más productivo, y que una pequeña parte de estos abonos acaba disuelta en las masas de agua y generando problemas de contaminación difusa. Esta circunstancia explica que la mayoría de las zonas vulnerables por nitratos se sitúen sobre zonas regables.

No obstante, debe relativizarse el problema, asumiendo que todas las actividades económicas contaminan. El objetivo de no contaminar resulta imposible, y el reto es minimizar al máximo los niveles de contaminación. Y aquí es donde debe ponerse en valor que regadío contamina “poco” para los niveles de productividad que presenta. Así, cabe afirmar que el regadío hace un uso más eficiente del nitrógeno que el secano, en la medida en que para producir 1.000 euros de valor añadido bruto, como promedio, se requieren 55 kg de nitrógeno en el caso del regadío, por 109 kg en el caso del secano.

Dentro de este contexto los esfuerzos a realizar desde el propio sector y desde los ámbitos académico y público deberían estar encaminados en una doble vía. La primera tiene una función claramente de pedagogía social, al objeto de informar adecuadamente al conjunto de la ciudadanía sobre los beneficios económicos y sociales que proporciona el regadío, así como delimitar objetivamente el impacto ambiental del mismo.

Sólo de esta manera las futuras políticas para mejorar la gobernanza del regadío podrán contar con el necesario apoyo de la sociedad. En cualquier caso, en la actualidad no basta con evidenciar las bondades (efectos económicos y sociales positivos) que se derivan de este tipo de agricultura. Por este motivo, como segunda vía de actuación, desde el sector y los poderes públicos hay que seguir dando los pasos necesarios para la mejora continua del regadío, al objeto de minimizar las externalidades ambientales que este tipo de agricultura pudiera generar, pero siempre sin perder de vista la razón de ser de esta actividad, que no es otra que la producción de alimentos, la creación de riqueza y desarrollo del medio rural.

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