Máximo Gómez
En el noreste de Italia, entre la humedad que llega del Adriático y la protección natural de los Alpes, se extiende una de las cunas mundiales de la vid. Aquí, en el pequeño pueblo de Rauscedo, nació en 1933 una cooperativa que hoy produce más del 50% de la planta de vid italiana y el 20% del mercado europeo. Vivai Cooperativi Rauscedo (VCR) no es solo un vivero: es un laboratorio vivo de innovación, tradición y futuro. Un lugar que ha convertido un problema: la pobreza y la falta de tierra fértil, en una oportunidad mundial.
“Estamos en un sitio privilegiado -explica Mauro Pizzuto, responsable de VCR-, posiblemente el lugar del mundo donde más plantas de viña se producen.
Esta influencia del mar aporta humedad, los Alpes frenan el frío del norte y devuelven lluvia, y los suelos aluvionales, ligeros, han permitido crecer, crecer y crecer desde 1933”.
Hoy, cerca de cumplir un siglo, la cooperativa agrupa a 210 familias viveristas. Algunos producen 80.000 plantas al año; otros llegan a 3,5 millones. En total, VCR alcanza los 110 millones de injertos comerciales, con presencia en Argentina, Brasil, China, Chile o Uzbekistán. “Nuestros socios están en todos los mercados del mundo. Para llegar a esos países no basta con tener planta, hay que conocer las variedades autóctonas de cada región”.

La república independiente
del injerto
VCR no es solo una estructura productiva, es una comunidad. “La gente de los pueblos de alrededor dice que los de Rauscedo somos como otro país, una pequeña república independiente”, cuenta Mauro. “Porque trabajar en cooperativa no es fácil. Pero cuando compartes visión y valores, la innovación es posible”. La fuerza del vivero reside precisamente en esa unión. Familias que producen más o menos plantas forman parte del mismo proyecto. Un proyecto que entendió algo esencial: el futuro del vino se decide mucho antes de llegar a la bodega, se decide en la raíz.
Donde nace la innovación
En 1964, un agrónomo llamado Forti fundó el Centro Experimental de Rauscedo con una pregunta visionaria: ¿Y si mejoramos la planta antes de que llegue al viticultor?. Ese fue el principio de algo nuevo: la selección clonal, los portainjertos resistentes, la adaptación al cambio climático, la investigación genética aplicada a la vid. Hoy, VCR dedica cerca del 10% de su facturación anual a innovación. “Parece mucho -dice Mauro-, pero nada está perdido. Todo es inversión en futuro”.

El resultado es visible: VCR ha patentado la primera máquina automática de injerto electrónico y ha desarrollado, junto a la Universidad de Milán,nuevos portainjertos adaptados a escenarios de sequía, enfermedades y estrés térmico.
Un vivero que piensa global
El vivero que nació en un pequeño pueblo del Friuli hoy está presente en California, Chile, China, Argentina, Francia o Uzbekistán. Pero, como explica Mauro, “no se trata solo de vender plantas, sino de llevar conocimiento: entender los suelos, el clima, la cultura vitícola de cada país”. En sus campos de ensayo conviven hoy variedades procedentes de Georgia, Azerbaiyán, Bosnia, Francia y España, todas sometidas a las mismas preguntas:
¿Resiste al calor? ¿Mantiene la acidez? ¿Sobrevive al estrés hídrico? ¿Qué aporta al vino?
Y en esa diversidad está el futuro.

El cambio climático: amenaza… y oportunidad
Mauro lo tiene claro: “El cambio climático no es solo un problema. Es una oportunidad para replantear la viticultura desde la raíz”.
VCR lleva veinte años investigando variedades resistentes, portainjertos adaptados y estrategias para mantener la sostenibilidad no solo productiva, sino económica, social y cultural. Porque, como insisten, la viticultura no es industria, es territorio.
“Sigue estando en manos de pequeños agricultores, familias que quieren dar futuro a sus hijos. Por eso debemos unir innovación con tradición. Ese camino es imparable”.
La visita: aprender donde nace la vid
La visita organizada por Agromillora, representante de VCR en España, permitió a técnicos, estudiantes, viticultores y profesionales españoles conocer de cerca el origen real del viñedo. No el que se ve en los campos, sino el que se diseña mucho antes, en laboratorio, en invernadero, en banco genético.
“Ver en el terreno como una planta madre se convierte en injerto viable, listo para ir a un viñedo de Rioja, Galicia o Jerez, tiene una fuerza especial. Es entender verdaderamente dónde nace la viña”, comentaba uno de los participantes. Durante tres días, el grupo recorrió parcelas experimentales, laboratorios,ámaras de injerto, zonas de ensayo varietal y fincas comerciales, descubriendo que el viñedo, antes de ser paisaje, es decisión científica.

Tradición, innovación… y autoestima
Almudena Anadón, presidenta de la D.O. Calatayud, compartía una reflexión clave:
“Aquí entienden que la tradición puede unirse a la tecnología sin perder esencia. Al final, nunca hay que olvidar que el vino nace en la uva”. Y añadía: “Los italianos han sabido vender lo que tienen. En España tenemos producto excelente, pero a veces nos falta creérnoslo”. Eva Navascués, desde Alma Carraovejas, se centraba en la dimensión técnica:
“Este viaje nos permite entender que los nuevos clones, las resistencias o los PIWIs no son teoría, son realidad. Y debemos incorporarlos si queremos que nuestras bodegas sigan siendo competitivas”. “Esto es hacia dónde va la viticultura”, reflexiona Manuel Delgado, gerente de viña en González Byass. “Aquí hay alternativas, nuevos clones, resistencia y visión. Nos obliga a mirar más allá de lo conocido”.
Agromillora: el puente entre dos modelos vitícolas
La experiencia no habría sido posible sin Agromillora, que no solo distribuye planta, sino que conecta conocimiento, territorios, escuelas técnicas y proyectos vitícolas entre Italia y España. Como socio de VCR, es el responsable de los proyectos de I+D que se desarrollan en España. Su objetivo no es solo vender planta, sino trasladar criterio: formar a quienes deberán decidir qué plantar, dónde y para qué vino. “Porque la innovación no sirve si no llega al viñedo. Y hay que ayudar al viticultor a decidir desde el origen”, repetían los técnicos de la empresa durante la visita.
Cosechar futuro
La visita terminó como empezó: entre viñas jóvenes, recién injertadas, que algún día serán vino. Los participantes comprendieron que antes de la vendimia, antes del terroir, antes de la bodega, hay una decisión invisible que lo condiciona todo: la elección de la planta.
Como dijo uno de los asistentes al despedirse: «Ahora ya no veo las plantas
como plantas. Las veo como decisiones».







