Carlos García. CEBAS-CSIC
El suelo no es un simple soporte físico para las plantas; es algo vivo y dinámico, y constituye la base de todo sistema agrícola. En él tienen lugar múltiples procesos fundamentales: retención y provisión de nutrientes, almacenamiento y filtrado del agua, aireación de raíces, regulación térmica y actividad biológica (microorganismos, fauna del suelo).
En este sentido, el suelo cuenta con su microbioma, donde el conjunto de microorganismos edáficos genera la funcionalidad de dicho suelo (microorganismos capaces de solubilizar nutrientes, de fijar N, de degradar tóxicos, etc.). Parece lógico entonces pensar que “la salud del suelo” sea la condición previa para una agricultura sostenible (USDA, 2020).
Los suelos agrícolas proporcionan servicios ecosistémicos que van más allá de la producción de alimentos: actúan como filtros de agua, amortiguan precipitaciones intensas, secuestran carbono y sostienen biodiversidad microbiana.
Cuando el suelo está degradado, sus funciones se deterioran y los cultivos sufren pérdidas de rendimiento, mayor riesgo de erosión o desertificación y dependencia de fertilizantes. Por todas estas razones, cuidar y gestionar adecuadamente el suelo es esencial para la resiliencia futura frente al cambio climático.
A nivel global, se estima que un tercio de los suelos agrícolas del mundo está degradado y que en muchos casos han perdido una proporción significativa de su materia orgánica original. En Europa se han detectado procesos de erosión, compactación, pérdida de estructura, contaminación por metales pesados o pesticidas, salinización y desertificación en zonas áridas o semiáridas (European Environment Agency, 2022).
Desde el punto de vista de la salud de los suelos, muchos presentan una disminución de la biodiversidad microbiana, que es fundamental para los ciclos de nutrientes. También se observa una tendencia general a disminuir su materia orgánica en suelos cultivados (y de su carbono, Garcia et al., 2018), lo cual repercute negativamente en la estructura, retención de agua e intercambio catiónico.
En muchos casos, las prácticas agrícolas convencionales han contribuido a estos deterioros: laboreo intensivo, monocultivos, escasa rotación, uso excesivo de fertilizantes y agroquímicos, falta de cobertura del suelo y eliminación de la materia orgánica superficial. Estas prácticas pueden romper la estructura del suelo, favorecer la erosión hídrica o eólica y acelerar la oxidación de la materia orgánica.
Así pues, el estado actual de muchos suelos agrícolas revela un déficit claro en la “salud del suelo”, entendida como la capacidad del suelo de funcionar como un sistema vivo para sostener la producción vegetal sin degradarse ni consumir insumos excesivos.
Una agricultura inteligente
Ante la degradación creciente y los límites del modelo extractivo, en los últimos años se está produciendo una transición estratégica en el sector primario: los agricultores cada vez “cultivan mirando al suelo”. Esto implica que los sistemas agrícolas modernos se orientan más hacia enfoques centrados en la salud del suelo y en la regeneración, en lugar de simplemente maximizar rendimientos inmediatos con insumos químicos (USDA-NRCS, 2018).
Se pueden poner en marcha estrategias que sean efectivas para incrementar la salud y calidad de suelos agrícolas, y para ello es necesario considerar una serie de aspectos técnicos y de gestión:
A. mantener el suelo cubierto con cultivos de cobertura o residuos de cosecha reduce la erosión y protege la estructura;
B. minimizar el laboreo ayuda a mantener la estructura y los poros del suelo;
C. aplicar compost, estiércol, biochar, o restos vegetales contribuye a enriquecer la materia orgánica y mejorar la retención de agua (FAO, 2017);
D. rotación y diversificación de cultivos, alternar cultivos con distintas raíces favorece la salud biológica y química del suelo;
E. el uso de cultivos de cobertura/abonos verdes protege el suelo entre cultivos comerciales y fijan nitrógeno;
F. evitar exceso de agua o compactación;
G. evitar dosis excesivas de fertilizantes o pesticidas que alteren el pH o dañen la biota;
H. monitoreo continuo y diagnósticos regulares permiten ajustar las prácticas según la necesidad del suelo;
I. prácticas regenerativas y agroecológicas ayudan a restaurar gradualmente la salud del suelo.
Contrariamente a la creencia de que la agricultura siempre degrada el suelo, cuando se maneja bien puede convertirse en un actor clave de conservación. Las prácticas agrícolas regenerativas pueden beneficiar la estructura del suelo, aumentar su resiliencia y recuperar su función como sistema vivo. Además, el suelo cultivado con buena gestión puede actuar como depósito de carbono.
Esto incentiva que la agricultura no solo ‘extraiga’ recursos del suelo, sino que contribuya activamente a su restauración. Muchos estudios muestran que los suelos sometidos a sistemas de cultivo conservacionista pueden mantener o aumentar su nivel de materia orgánica frente a suelos bajo agricultura convencional.
Además, muchos productores ya no conciben el suelo simplemente como un “medio de producción”, sino como un capital vivo que debe mantenerse o aumentarse. Este cambio de paradigma implica que las decisiones agrícolas incorporan criterios de sustentabilidad del suelo a medio y largo plazo. Un componente esencial de esta estrategia es medir y monitorear la salud del suelo mediante indicadores biológicos, físicos y químicos.
Secuestro de carbono: necesidad y limitaciones
El secuestro de carbono en suelos agrícolas es una de las estrategias más prometedoras para mitigar el cambio climático, al mismo tiempo que mejora la fertilidad del suelo. Los suelos contienen más carbono que la atmósfera y la vegetación juntas. Pequeñas variaciones en los stocks de carbono del suelo pueden tener un impacto significativo en el ciclo global del carbono.
Sin embargo, el potencial de secuestro es limitado y depende de la productividad vegetal, de la textura del suelo, del clima y del manejo (Paustian et al., 2016). Además, el secuestro no es indefinido, sino que alcanza un punto de saturación (Smith, 2014).
Aun así, múltiples investigaciones muestran resultados prometedores: la transición hacia técnicas regenerativas ha permitido incrementos sostenibles de materia orgánica en suelos agrícolas en muchos casos. Además, técnicas emergentes como la enmienda con biochar o el enriquecimiento mineral están siendo exploradas como medios adicionales para aumentar el secuestro de carbono (Lehmann & Joseph, 2015).
Conclusión
La relevancia del suelo en la agricultura es indiscutible: es la plataforma esencial para producir alimentos, sostener funciones ecológicas y garantizar la resiliencia frente al cambio climático. Hoy día, muchos suelos agrícolas afrontan degradación en su estructura, biodiversidad y contenido de materia orgánica, lo que amenaza la productividad futura.
Ante este panorama, el sector primario está experimentando un cambio estratégico orientado a cultivar “mirando al suelo”: adoptando prácticas conservacionistas, regenerativas y de manejo consciente.
La agricultura bien gestionada no es enemiga del suelo, sino su aliada: puede conservarlo, restaurarlo y aprovechar su potencial como depósito de carbono. Si bien el secuestro de carbono en suelos no es ilimitado ni suficiente por sí solo frente al problema climático, representa una estrategia de doble beneficio: mitigar emisiones y fortalecer la fertilidad del suelo.
REFERENCIAS
- European Environment Agency (2022). Soil health in Europe. EEA Report.
- FAO (2017). Conservation agriculture. Food and Agriculture Organization of the United Nations.
- Garcia, C., Nannipieri, P., Hernandez, T.(2018). The future of the Soil Carbon. Elsevier
- Lehmann, J., & Joseph, S. (2015). Biochar for environmental management: Science, technology and implementation. Routledge.
- Paustian, K., Lehmann, J., Ogle, S., Reay, D., Robertson, G. P., & Smith, P. (2016). Climate-smart soils. Nature, 532(7597), 49-57.
- Smith, P. (2014). Do grasslands act as a perpetual sink for carbon? Global Change Biology, 20(9), 2708-2711.
- USDA (2020). Soil Health. United States Department of Agriculture.
- USDA-NRCS (2018). Unlock the secrets in the soil. Natural Resources Conservation Service.
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Sobre el autor.
Carlos García es profesor de investigación ‘ad honorem’ en el CEBAS-CSIC.
Campus Universitario de Espinardo, Murcia (cgarizq@cebas.csic)







