Se van acortando los plazos para determinadas siembras, como el caso del trigo, motivo por el que estos días se puede ver una actividad frenética en numerosas zonas productoras.
Del mismo modo que la siembra avanza a toda velocidad, también se puede hacer de modo muy ágil el abonado de fondo, una labor que sigue siendo fundamental.
Es cierto que puede resultar más urgente sembrar que abonar, pero hay que tener en cuenta que si dedicamos un día a la fertilización habremos abonado una superficie equivalente a diez días de sementera.
Por lo tanto, si dedicamos una jornada a abonar no estaremos perdiendo un día, sino ganando muchísimo tiempo.
La importancia de esta tarea es evidente en el otoño de 2024, puesto que venimos de un año de buenas producciones, en el que ha habido una importante extracción de nutrientes.
Mayores raíces, mayor número de plantas…
Tampoco podemos perder de vista que, en general, se ha abonado poco en los dos últimos años, por lo que agronómicamente lo correcto es aportar al suelo aquellos nutrientes que en buena medida ya no tiene. De este modo estaremos contribuyendo a un mayor desarrollo radicular y a que tengamos un mayor número de plantas, entre otras ventajas.
Los ensayos en los que participo como técnico indican que, en general, aportar cien kilos de nitrogenado en una hectárea se traduce en mil kilos más de producción.
Es lo que se ha podido ver en la última cosecha, en la que quien abonó poco a lo mejor obtuvo 3.500 kilos por hectárea, pero quien lo hizo a conciencia sacó 4.500 kilos.
¿Hasta cuándo sembrar trigo?
Castilla y León es la principal zona cerealista y el trigo, dependiendo de la variedad, se debe sembrar entre mediados del mes de octubre y aproximadamente el 15 de noviembre.
El que tiene que preparar el suelo se puede quedar sin tiempo y el que hace siembra directa ve que el tiempo viene ‘mimoso’ para que purgue la tierra. Pero en general hay tempero porque hasta ahora ha habido humedad y buena temperatura. De este modo, aunque el trigo se siembre más tarde lo más probable es que germine y se desarrolle de forma rápida, con lo que se compensará ese retraso en la fecha de siembra.
También hay que tener en cuenta otros factores. El agricultor profesional está preparado de sobra para afrontar este tipo de situaciones, no solo por su experiencia, sino también por la mejora tecnológica: cuando decida que es el momento para sembrar podrá avanzar en un día lo que hace poco avanzaba en tres jornadas de trabajo.
Hay margen para hacer bien las cosas.