María Álvarez Escalante
Avanzamos hacia una viticultura sostenible que nos obliga a ser más técnicos, tener mucho más conocimiento sobre las enfermedades y plagas, apoyarnos más en la tecnología y estar más formados. Esa conclusión se ha extraído de la mesa debate desarrollada en el marco de Agrotecnológica.
“Va a haber dos tipos de viticultura diferenciadas: la de alto valor añadido, en la que la rentabilidad no se va a ver tan afectada, y los modelos que van más a producción, en los que el aumento de costes que supone la apuesta por la sostenibilidad va a ser más relevante”, explicaba Eloy Álvarez, de Grupo Yllera, quien apuntaba que “la viticultura dentro del sistema agrario es de por sí muy sostenible”.
Problemas comunes y propios
La situación no es la misma en todas las zonas productoras. En la Denominación de Origen Rueda “tenemos el problema de un exceso de oferta que ha hecho caer los precios. Los viticultores estamos en el medio de una situación en la que las administraciones nos obligan a trabajar de una manera mientras las bodegas nos exigen otras condiciones”, explicaba el viticultor Juan Ruiz.
“Yo cultivo en ecológico, pero a veces es difícil porque te supone más costes. Este año no me han salido las cuentas”, se lamenta Ruiz, que explica que en este momento en la DO el manejo convencional está siendo más rentable que el ecológico.
En Galicia no tienen problemas de sostenibilidad económica, ha explicado Miguel Tubío, de la Bodega Martín Códax. “Estamos alineados con las demandas del consumidor, y gracias a ello nuestros vinos están bien posicionados en el mercado”.
“Nuestra problemática tiene que ver con la presencia de enfermedades endémicas, así como el sistema de minifundios a través del que trabajamos”, apunta.
Además, “los cambios provocados por los mercados o las consecuencias del cambio climático nos obligan a movernos. Tenemos que ser innovadores y creativos, apostar por nuevas prácticas y variedades que nos saquen del inmovilismo de ‘lo que se ha hecho siempre’”, destaca.
Cantabria es una plaza aún más compleja. “No tenemos un sector vitivinícola fuerte, por lo que la administración no tiene una gran implicación con el sector”, afirma el viticultor Antonio del Campo.
“No tenemos una variedad que nos identifique. Es aquí donde podemos avanzar en el testeo de nuevas variedades resistentes. Si testamos las variedades allí y funcionan, será una buena noticia para todo el sector”, explica.
Como en multitud de sectores, generar un valor añadido a través de una oferta completada con enoturismo que atraiga a nuevos consumidores puede ser uno de los caminos.
Ajustarse a las demandas del consumidor
“Muchas veces pensamos más en nosotros que en lo que realmente demanda el consumidor”, sentenciaba Benjamín Crespo, de la compañía Agromillora. “Tenemos comprobado que los restaurantes españoles están comprando vinos elaborados con variedades PIWI fuera de nuestro país porque se lo reclaman sus clientes y aquí no está permitida su producción”, explicaba.
En esta línea se mostraba también la responsable Agro del Banco Santander, Lorena Ruiz: “Estamos en una situación en el que el consumo está bajando y las exportaciones chinas están bajando. Esto hace que se planteen nuevas formas de hacer el vino, para conseguir productos que atraigan a nuevos consumidores”.
En este sentido, “tenemos una labor conjunta de apoyarles en esta reconversión, al mismo tiempo que impulsarles a que se abran a nuevos mercados que están por explorar”.
El papel de la administración
La sostenibilidad, más allá del ámbito medioambiental, debe atender también a la parte social y, sobre todo, a la económica. “La viticultura no será sostenible si los viticultores y las bodegas no son rentables”, afirmaba Cristina León, subdirectora de Innovación de Itacyl, quien añadía que el sector “es sostenible y tiene que tender a mejorar esa sostenibilidad, pero quizá no tan rápido como nos están marcando”.
Desde Itacyl trabajan para “anticiparse a las necesidades y problemas de los profesionales y aportar herramientas al sector para que puedan evolucionar y diferenciarse dentro del sector”, explicaba.
Una de las líneas de investigación en las que se trabaja es el desarrollo de nuevas variedades resistentes, como ha explicado el investigador Enrique Barajas: “Próximamente esperamos que estas variedades resistentes estén permitidas en Castilla y León. Estas variedades nos van a permitir vender un producto sostenible desde la cepa hasta la copa. El beneficio es imparable”.
Otra asignatura pendiente es la transferencia de conocimiento, como explicaba Enrique Barajas. “Tenemos que trabajar para que nuestras investigaciones lleguen al sector”, concluía.
El futuro de la viticultura
“Avanzamos hacia una viticultura que mira más al suelo, que apuesta por la biodiversidad, por manejos más sostenibles y cuidadosos con el medio ambiente”, auguraba Eloy Álvarez. A esto habrá que sumarle la incertidumbre creciente por el cambio climático y la falta de mano de obra.
“Tenemos que mejorar las condiciones y hacer atractivo al sector para garantizar el relevo generacional”, explicaba el representante de Martín Códax. En su opinión, “en Galicia es el enoturismo y la experiencia lo que puede generar un valor añadido que refuerce al sector vitivinícola”.
“Tenemos que enseñar a los jóvenes en la cultura del vino, formar a nuestros consumidores para que entiendan que si quieren un vino de calidad y sostenible, debemos pagar por ello”, concluía Cristina León.