Ricardo Ortega
Las lluvias que se han sucedido desde finales de mayo y a lo largo de junio han aliviado parcialmente la asfixia que atosigaba a la Península Ibérica, pero no han llegado a tiempo para salvar al secano ni, en absoluto, a solucionar las carencias y desafíos que tiene planteado el sector del regadío.
La sequía ha vuelto a golpear, y lo ha hecho por segundo año consecutivo.
Andrés del Campo, que hasta el pasado junio ha presidido la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España, Fenacore, apunta que hay cuencas como la del Guadalquivir, con una dotación de 700 metros cúbicos por hectárea, “que da para regar poco más de una de cada diez hectáreas y que puede llevar al sector a una ruina completa”.
En el caso de las Cuencas Internas de Cataluña, y en zonas del Ebro, la coyuntura es igual de desastrosa, mientras que en las cuencas del Guadiana y Segura también se van a enfrentar a restricciones importantes en el riego. En el resto de las cuencas, el contexto está empeorando y todo ello se agravará por la previsión de ausencia de lluvias.
“Los agricultores de regadío reclamamos medidas tanto coyunturales, que ayuden a paliar los graves impactos que causan la sequía en los cultivos, como estructurales, destinadas a prevenir y a hacer más resiliente al sector frente a la sequía”, reivindica.
Por eso “ahora más que nunca necesitamos un Pacto del Estado por el Agua, como una de las medidas estructurales necesarias para luchar contra la sequía y evitar el encarecimiento de los alimentos, que continúan marcando máximos históricos”.
El regadío es el motor que alimenta el mundo y la viabilidad de un gran número de cultivos corre un serio peligro por la falta generalizada de agua. “Las pérdidas van a ser históricas para los agricultores y la ciudadanía sufrirá una escalada de precios sin precedentes en los últimos años”, vaticina el presidente de Fenacore.
Del Campo destaca “el reto de avanzar hacia una gestión sostenible y eficiente de nuestro recurso más preciado, base para la vida, la alimentación y la sostenibilidad del planeta”. “Por todas estas razones nos posicionamos como un actor de primer orden. No solo porque hemos acreditado un modelo exitoso, sino porque hablamos de un imperativo ético que nos compromete con las próximas generaciones y con nuestro futuro como país”, subraya.
Una labor que nos atañe a todos
La situación de estos años “requiere una respuesta urgente, un enfoque integral y colaborativo”, y en concreto la gestión sostenible de los recursos hídricos “es crucial para atender las necesidades alimentarias y promover el desarrollo sostenible”.
En vista de la escasez de recursos hídricos y el cambio climático, se necesita una gestión del agua más moderna y eficiente, utilizando técnicas como la reutilización y el tratamiento de aguas, el uso de energías renovables y la digitalización. En ese sentido, “reconocemos la fortaleza del sector ‘agrotech’ y de las pymes y ‘startups’ españolas, que proporcionan soluciones innovadoras y generan valor añadido en el campo de los regadíos”.
Modernización
Las actuaciones para la modernización de regadíos reducen el consumo de agua en la agricultura, logran la producción sostenible y competitiva de alimentos y mejoran la eficiencia energética.
Gestionar digitalmente los recursos hídricos en la agricultura del siglo XXI previene la erosión del suelo, consume CO2 y contribuye a la preservación de la biodiversidad. También multiplica la productividad agrícola, ahorra energía y supone un uso eficiente del agua, con prácticas más sostenibles.
Para Andrés del Campo, modernizar las infraestructuras e incorporar sistemas de riego “permite controlar y gestionar adecuadamente tanto los recursos como el desarrollo de las instalaciones de riego eficiente y automáticamente”. Esta digitalización “optimiza las decisiones y actuaciones relativas al regadío y aplica las cantidades de agua y nutrientes mejorando su eficiencia, sostenibilidad y rentabilidad”.
“A raíz de la escasez de recursos hídricos y como consecuencia del cambio climático, nos hemos visto envueltos en un contexto de crisis global de seguridad alimentaria”, subraya el representante de los regantes. Como respuesta a la necesidad de gestionar el agua de manera más eficiente, “ponemos en práctica técnicas como la reutilización y el tratamiento de aguas, el uso de energías renovables y la digitalización”.
El PERTE de regadíos
Para el expresidente de Fenacore no hay paños calientes que valgan. “Nos encontramos ante un reto mayúsculo. El cambio climático nos ha situado ante una sequía que está empujando al sector a una posición crítica, en la que la falta de recursos hídricos obliga a tomar decisiones y actuar para revertir la situación”.
Ante este contexto, la llegada del PERTE para la Digitalización del Ciclo del Agua de regadíos “permite afrontar medidas transformadoras para la modernización y digitalización del campo, una labor esencial para impulsar el potencial económico del sector eliminando deficiencias del sistema”.
“No es un reto minúsculo y nos atañe a todos solucionar esta situación de crisis, avanzando y construyendo un futuro del sector agrícola digitalizado, moderno, adaptado y preparado para solventar y hacer frente los nuevos retos que puedan surgir”, remacha.
Controlar el consumo
Los avances tecnológicos son de gran utilidad para maximizar la eficiencia en cada gota de agua. También para controlar que cada interviniente en el proceso del riego cumpla sus compromisos. Herminio Molina, presidente de la Junta Central de Regantes de la Mancha Oriental, destaca la importancia de la entidad para vigilar el uso del agua que hace cada regante.
La Junta Central, que aglutina explotaciones de aguas superficiales y subterráneas de la cuenca del Júcar, realiza esa labor de inspección por medio de contadores, pero sobre todo mediante el seguimiento que realiza de los cultivos. “La tecnología de teledetección permite obtener un balance de consumos e ir modificando las decisiones de un año a otro”, apunta sobre un trabajo que abarca cerca de 120.000 hectáreas.
El regante presenta ante la Junta Central su declaración de cultivos por parcelas y a partir de ahí se efectúa un cálculo de su demanda de agua, puesto que cada cultivo tiene asignada una cantidad.
“Cuando los elementos de teledetección indican que un agricultor no ha cumplido su compromiso de consumo, se visita la explotación y, en su caso, el expediente se lleva ante el Jurado de Riegos”, constituido dentro de la propia Junta central.
Este tribunal puede imponer una sanción económica, generalmente de escasa entidad, pero sobre todo puede dictar una aminoración del riego que puede realizar el agricultor en la campaña siguiente.
Mayor agilidad
¿Por qué esta entidad, integrada por regantes, asume esas funciones de control y sanción? Para Molina, la razón es de índole práctica, puesto que la otra opción sería que le correspondiera a la Confederación Hidrográfica del Júcar.
Pero la confederación forma parte de la Administración del Estado, y por tanto es de aplicación el Derecho Administrativo, mucho más lento. “Si alguien riega mal durante los, por ejemplo, cuatro años que tarda en llegar la sanción, ¿qué hacemos con esa agua mal empleada?”, destaca. “Por eso apostamos por un modelo que no es perfecto, pero que funciona”.
En los últimos años, la Junta Central de Regantes emplea agua del Júcar para sustituir los bombeos y contribuir a equilibrar los acuíferos. Para ello se aprovechan las obras realizadas para el trasvase Tajo-Segura. “Es un ejemplo de lo positivas que son las obras hidráulicas que conectan cuencas entre sí cuando se emplean para solucionar problemas”, subraya Molina, para quien “el Plan Hidrológico Nacional es quien debe tomar determinadas decisiones de trasvasar o limitar la cantidad de agua que pueden emplear los regantes”.
Por fortuna, las precipitaciones registradas desde finales de mayo permiten asumir con “plenas garantías” la campaña veraniega en toda la demarcación. Así lo explica el director técnico de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Manuel Torán.
A nivel global, este año hidrológico estaba siendo el quinto peor de la serie histórica de los últimos 32 años en cuanto a precipitación acumulada, con cerca de 174 litros por metro cuadrado de media a principios de mayo. Las lluvias de las últimas fechas permiten mejorar esta situación hasta alcanzar una cifra cercana a los 280 litros, aunque los datos siguen por debajo de la media.
Con todo, las precipitaciones registradas se han traducido en un ahorro para los regantes y en una importante recarga para los acuíferos. “Se han evitado varias semanas de riego, que suponen más de 50 hm3”, subraya Torán.
Al mismo tiempo, las lluvias han permitido incrementar el volumen de agua almacenada en algunos de los embalses gestionados por la confederación en alrededor de 15 hectómetros cúbicos.