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domingo, mayo 5, 2024
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La sequía pone en jaque las siembras en el sur y el este de la península

Las lluvias de septiembre y octubre han sido muy tacañas con Andalucía y el Mediterráneo. “En Cataluña lleva 36 meses sin llover”, lamentan desde la Unió de Pagesos

Las lluvias que se han sucedido durante los meses de septiembre y octubre han sido una bendición para amplias zonas de la península ibérica, pero para otras han supuesto un espejismo.

Después de un 2023 marcado por la sequía y por las elevadas temperaturas, hay comunidades autónomas donde la falta de agua está poniendo en jaque al agricultor y al ganadero, y en las que incluso se habla ya de recortes en el consumo humano.

Los epicentros de esta situación son Andalucía y Cataluña, lo que supone un mínimo de 9 millones de personas que ven afectada su vida por la sequía.

Cataluña encadena dos malos años

Cataluña viene de un año en el que muchas comarcas que no han cosechado nada. Como mucho, algunos han aprovechado para hacer forraje o recoger la paja con destino a la ganadería.

Carles Vicente, de Unió de Pagesos.

Las escasas lluvias llegaron a mediados o finales de mayo, por lo que en las zonas sembradas de Vallès Oriental, Occidental, Anoia, Penedès, Segarra y Conca de Barberà no se ha podido salvar ni el trigo, ni la cebada. En abril se segó la mayoría para forraje.

En Lérida, las comarcas del Segrià y Urgell pudieron regar hasta abril y han podido recoger entre 3.000 y 4.500 kilos por hectárea. Lo mismo en el Berguedà, Solsona, Ripollès y una parte de Osona.

En Gerona los rendimientos fueron inferiores, entre 800 y 1.000 kilos por hectárea. En el Bages y Moianes, entre 1.000 y 3.000 kilos, con un trigo de muy mala calidad, según Asaja.

36 meses sin llover

“El hombre del tiempo ha hablado de agua, pero podemos decir que en Cataluña lleva 36 meses sin llover”, con amplias zonas en las que la pluviometría corresponde con la de un desierto. Carles Vicente, secretario de Organización de Unió de Pagesos, señala que el último temporal, ya lejano, fue la borrasca Filomena, en enero de 2021. Desde aquel temporal, que dejó agua y nieve en buena parte de Cataluña, se ha ido reduciendo el volumen de agua embalsada.

“Las Cuencas Internas de Cataluña están ahora mismo al 18%”, apunta. En ellas el 90% del volumen se destina a consumo humano.

Mientras tanto, en la cuenca del Ebro no hay almacenamiento y los regantes viven “al día”.

La Comisión Interdepartamental de Sequía de la Generalitat ha aprobado recientemente que el sistema Ter-Llobregat entrara en estado de preemergencia, una medida que afecta a unos 5,9 millones de ciudadanos.

Restricciones más graves

El conseller de Acción Climática de la Generalitat, David Mascort, señala que la intención del estado de preemergencia es alargar la entrada en el de emergencia, que supondrá “restricciones más graves”.

Esa preemergencia afecta a 202 municipios en 14 comarcas, y supone restringir el volumen máximo de agua de 210 litros por habitante y día, “incluyendo actividades económicas y comerciales”.

Si se aprueba el estado de emergencia los ganaderos “estarán obligados a reducir la cabaña en un 50%”, incluso en aquellas zonas en las que hay disponible agua subterránea no apta para consumo humano, pero que sí serviría para ser empleada en granjas.

Por eso Unió de Pagesos incidirá en que esa reducción obligatoria del número de cabezas se pueda matizar allí donde exista agua disponible. “Como organización nos vamos a volcar en que se tenga en cuenta esa circunstancia”, recalca Vicente.

El canal de Aragón y Cataluña, cuya superficie de riego alcanza las 104.850 hectáreas entre Huesca y Lérida, “ha aguantado un poco más” gracias a que se alimenta de agua del Pirineo aragonés, según este agricultor del Priorat.

En la provincia de Zaragoza, el embalse de Mequinenza está al 62,64% y se va recuperando lentamente.

¿Qué hacer?

En cuanto a las siembras, “nos remitimos a la sequía de 2022, que ya vivimos”. El cereal se está sembrando “en unas condiciones que no inspiran ninguna confianza”.

En algunos sitios no se ha podido sembrar y en otros ha habido sementera, acompañada por unos 20 litros por metro cuadrado. Pero allí “la nascencia ha sido muy mala por las elevadas temperaturas y el viento que hemos tenido en estas semanas”, apunta.

Se ha perdido mucha producción en los cultivos leñosos y, por ejemplo, el viticultor está ante el dilema de cómo afrontar la poda: si acometerla pensando en una producción óptima o, más bien, en la supervivencia de la planta.

El dilema es muy serio, puesto que “te anticipas a lo que pueda venir o las consecuencias pueden ser más importantes que perder una cosecha”, apunta.

Tampoco pinta bien en relación con los frutos de cáscara, puesto que tanto almendro como pistacho tuvieron un mal 2022 por las fuertes heladas y 2023 no ha sido mejor, como consecuencia de la sequía. Y los precios tampoco han acompañado.

“La amenaza de que hay una reducción de superficie de leñosos se percibe como muy real”, lamenta el responsable de Unió de Pagesos.

Al mismo tiempo, muchas parcelas de maíz ni se sembraron ante la falta de agua disponible, con lo que la pérdida de producción es muy importante.

En alfalfa, las previsiones eran muy pesimistas y apuntaban a un corte o un corte y medio. Al final la campaña ha sido de tres cortes, o de cuatro en algunos casos, “pero hay que tener en cuenta que estamos acostumbrados a dar ocho cortes buenos al año”. Un balance, por tanto, que no puede ser positivo.

La ganadería pide agua

La ganadería de pastoreo ha estado mal en la comunidad catalana, con una campaña de pastos que ha pasado de ser de seis u ocho meses a durar apenas tres. Eso se ha traducido en muchos meses más de alimentación a base de piensos y forrajes, con precios muy elevados. Como en otras comunidades autónomas, “aquí el escenario es de reducción de la cabaña ganadera y de abandono de la actividad”.

Mientras tanto, la ganadería estabulada está algo mejor porque el ganadero está parcialmente amparado por las integraciones, aunque la parte de gastos que deben soportar se ha incrementado mucho.

Sembrando en seco

En otra esquina del mapa, Andalucía lleva meses pasando sed, con algunas siembras en seco y otras en las que el productor se lo piensa.

El 6 de noviembre la reserva hídrica se encontraba en el 20,04% de su capacidad. Hace un año estaba al 24,14%, mientras que la media de los últimos diez años era del 47,15%.

Las lluvias de los meses de diciembre de 2022 y junio de 2023 supusieron un alivio para la cuenca del Guadalquivir. Sin embargo, debido a que la situación era especialmente negativa y a que los meses de julio, agosto y septiembre han sido especialmente cálidos, no se ha permitido consolidar la mejoría y la situación de escasez continúa siendo preocupante.

También es muy negativa la situación en las demarcaciones intracomunitarias de la cuenca Guadalete-Barbate y la Cuenca Mediterránea Andaluza.

Por demarcaciones hidrográficas, el agua embalsada en la demarcación hidrográfica del Guadalquivir era a 6 de noviembre del 18,78%. En la cuenca Mediterránea Andaluza era del 21,93%, mientras en la cuenca Guadalete-Barbate se encontraba al 15,13%.

Desde la Junta de Andalucía se apunta que la sequía tiene un gran impacto económico, que afecta sobre todo a la agricultura y la ganadería, que representa el 6,9% del PIB regional.

La plantación de patata debe comenzar en diciembre y los agricultores miran con preocupación al cielo, lo mismo que en la vecina Región de Murcia, donde hay ganas de sembrar pero la incertidumbre es total.

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