Héctor Arroyo abrió en 2021 las puertas de su granja avícola en Ataquines (Valladolid) con capacidad para unos 40.000 animales. Ha invertido mucho en tecnología, pero él tenía claro que quería una granja donde “el bienestar animal estuviera garantizado”.
El cambio climático y en concreto las olas de calor causan unos efectos negativos en la avicultura llegando a producir grandes pérdidas económicas. El clima es un factor que afecta directamente las funciones fisiológicas de las aves llegando a producir “estrés térmico” esta terminología se refiere a una condición en la que las aves están expuestas a altas temperaturas y niveles de humedad que superan su tolerancia fisiológica. “Cuando hace mucho calor y las aves no están a gusto, no engordan y ahí se empiezan a producir pérdidas económicas ya que consumen pienso, pero no ganan peso”.
Esta época es complicada para el sector avícola ya que deben tener muy controlado el ambiente de sus naves. “A partir de los 34 días de vida, los pollos necesitan tener unos 20 grados de temperatura y hay que estar muy pendiente de la granja porque un fallo puede ocasionar grandes pérdidas”, aseguraba Arroyo.
La automatización como medida preventiva
Gracias a la automatización de su nave Héctor controla a través de un ordenador todos los parámetros (temperatura, CO2, humedad). “Tenemos un sistema de refrigeración por cooling, es una especie de aire acondicionado, a través de unos paneles de humidificación por los que entra el aire refrigerado a la nave para mantener una buena temperatura”.

Otro punto importante es el agua que beben los animales, la temperatura adecuada para el agua es de 18 a 24 grados, “también tenemos sensores que controlan lo que beben al día para que no haya problemas”, comentaba.
Además, hay que controlar otros factores como el polvo “en muchas ocasiones se genera mucho polvo y puede llegar a bloquear los sensores, por eso hay que estar muy pendientes en los días de mucho calor para que todo funcione correctamente y la calidad del ambiente sea optima” aseguraba.

Las condiciones climáticas también influyen en la propagación de enfermedades, por ejemplo, “la alta humedad combinada con temperaturas cálidas puede crear un ambiente propicio para la proliferación de bacterias, el amoniaco, los gases y la humedad son peligrosos para los animales, pueden producir pododermatitis, que es una afectación en las patas y esto puede llegar a tener sanciones económicas, incluso llegar a precintar la granja si es un proceso continuado” aseguraba Arroyo.
Todas estas consecuencias hacen que sea fundamental estar muy pendientes en estas temporadas de calor, además de adecuar el entorno de la granja y su maquinización con estrategias que mitiguen el estrés térmico y los efectos que puedan llegar a ocasionar, para que no se generen pérdidas.