Ricardo Ortega
Un análisis de los costes de producción y de los precios de venta hace previsible que este año aumente la siembra de leguminosas y girasol. Pero las decisiones dependen de mil factores. “Por ejemplo, la leguminosa para forraje se está quedando sin mercado porque las granjas han reducido el número de animales”, describe Juanma Palencia, de la cooperativa Arión.
En el caso del girasol, “el secano depende de lo que llueva, mientras que en regadío es posible obtener buenas producciones pero no tener rentabilidad por culpa de los costes de producción”.
“Si el año viene bien, puede que tengas más rentabilidad con el secano que con el regadío, porque regar cuesta mucho dinero y, además, siempre abonas más y haces más tratamientos en las parcelas que riegas”, subraya.
¿Abonar el girasol?
La necesidad de abonar el girasol, pese a los tópicos que perviven en el sector, es desde hace años uno de los caballos de batalla de técnicos y fabricantes de fertilizantes.
Para el responsable de la cooperativa Arión, abonar este cultivo es igual de necesario que cualquier otro, “siempre que quieras tener producción”.
De hecho, “se puede comprobar a simple vista quién tiene sus parcelas abonadas y quién no”, recalca.
En cualquier caso, apunta que estamos ante un año de girasol “entre normal y bueno”. Pero eso desde el punto de vista agronómico, porque algo bien diferente es que los mercados acompañen. Y este año no lo hacen.
Señala Luisma Palencia que el precio del girasol ya está bajando “antes de que hayamos empezado a cosechar”, lo que solo se puede explicar echando un vistazo a las importaciones.
“Es evidente que muchos fabricantes prefieren comprar fuera”, apunta, y señala que el aceite de girasol sigue costando de media 1,30 euros en el supermercado, mientras el de oliva se encuentra en plena escalada.
