La agricultura en el siglo XXI se enfrenta al importante reto de producir más alimentos con los que dar de comer a una población que habrá aumentado un tercio en 2050 según las previsiones. Para que puedan subsistir esos 9.100 millones de personas será necesario incrementar también la producción de alimentos en un 70%. El 90% del crecimiento en la producción agrícola mundial se deberá a rendimientos más altos y a la intensificación de cultivos. El 20% restante, a la ampliación de la superficie de las tierras. La extensión de terrenos cultivables crecerá solo en unos 70 millones de hectáreas (menos del 5%).
Todo esto da una idea de la necesidad de una mejora continuada en la obtención de semillas más productivas, en la que están implicadas las marcas de vanguardia. “Debemos empezar por disponer y utilizar las mejores técnicas de obtención de semillas. A la imprescindible mejora clásica (cruzamientos y selección en campo) hay que apoyarla con nuevas técnicas de selección con marcadores genéticos e ingeniería genética. Solo así podremos obtener semillas más productivas, con mayor calidad de alimentos y mejor adaptación y con mayor resistencia a heladas, sequía, plagas y enfermedades, etc.”, asegura Alberto de la Riva, jefe de Producto de Maíz de Limagrain Ibérica.
Este intenso trabajo de investigación y ensayos en laboratorio y campo trae consigo la “continua, rápida e incesante superación del material genético, por lo que no es de extrañar la rapidez con la que las variedades o gamas se ven renovadas”, recalcan también en Euralis.
Óscar Sobrino, director comercial de KWS Maíz, recuerda en este sentido que -junto con el suelo- la semilla es el único elemento absolutamente imprescindible para la producción de alimentos. “De hecho, históricamente en agronomía se ha considerado la elección de la semilla más la siembra responsable del 70% del éxito de la producción. En el caso del maíz, que al nivel de precios actual se pueden calcular unos ingresos brutos por hectárea de 2.500 a 3.000 euros, se podría decir que el valor que la semilla aporta a la cosecha es de unos 1.000 euros; un 36% del valor bruto de la producción”, apunta Sobrino.
La elección de una buena semilla es determinante en aspectos como la emergencia y el vigor del cultivo. Es necesario realizar un buen tratamiento de semillas -que deben cumplir unos estándares acordes a la semilla certificada- para asegurar una buena nascencia, rápida emergencia y buena implantación del cultivo, significa la especialista de Syngenta Virginia Rueda.
Juan Sicilia, de Pioneer, también considera como “un factor fundamental” la simiente en el cultivo de maíz. “De su calidad genética dependen factores tan importantes como el potencial de producción o el comportamiento de la planta frente a patógenos y condiciones ambientales adversas. Sin una semilla de un híbrido de calidad, no cabe esperar una buena cosecha de maíz”, asegura tajante.
En que la siembra de un buen hibrido determina el éxito de la campaña coincide Antonio Caro de Monsanto (Dekalb). “Debe ser productivo y adaptado al ciclo de la zona en concreto. Una semilla de calidad nos asegura una buena implantación en el terreno, ya que buscamos la excelencia”, explica.
Para Óscar Ruiz, jefe de Ventas de Caussade Semillas, la simiente es “la piedra angular”, debido a que posee el material genético que determinara el potencial de rendimiento de la variedad y por lo tanto del cultivo. No hay que olvidar que la semilla, aun siendo fundamental, sin un buen manejo del cultivo por parte del agricultor, la genética o potencial que posee, pierde todo valor e importancia.
Coste de la semilla
Los expertos calculan que los costes de la semilla suponen entre un 5 y un 15% de los costes de producción en Castilla y León. El porcentaje varía en función del tipo de riego utilizado, ya que el coste final por hectárea no es el mismo si se riega a pie que por aspersión o pívot, y si la aspersión o pívot es mediante sondeo.
Dependiendo del coste del riego, según los cálculos de Sobrino, los gastos de producción por hectárea están entre 1.800 y 2.500 euros. El precio de mercado de la semilla en esta primavera para sembrar una hectárea puede ascender a unos 170 euros, lo que representa un 6 y un 9% sobre el total de costes de producción o un 5 o 6% del valor total de la producción; muy por debajo del valor que la semilla aporta en el resultado final de la cosecha, que es crucial.
Cómo elegir
Todas las variedades de maíz en la actualidad son híbridas. El agricultor y puede disponer de ellas con tratamientos fungicidas e insecticidas que protegen los primeros estadios del cultivo.
Resulta básico el ciclo. En Castilla y León los ciclos más usados son los 300 y 400, aunque hay zonas donde también se utilizan ciclos 500. Óscar Ruiz, de Caussade Semillas, recomienda al agricultor que tenga claro cómo es su explotación, cómo va a realizar el manejo de cultivo, perspectivas de cosecha etc. “Según ello tendrá que elegir la variedad adecuada, basándose en las características más destacable de la semilla”, afirma.
Desde Syngenta consideran que lo mejor es elegir el ciclo en función de la fecha de siembra, de la climatología de cada zona, y siempre que permita cosechar en el año. De esta forma no solo se asegura la mayor rentabilidad del cultivo de la campaña en curso, sino que también incide en el buen desarrollo de la próxima al facilitar una buena preparación del terreno y siembra del siguiente cultivo.
Por otro lado, con la cosecha en el año también se evitan pérdidas por caída de plantas, mazorcas o molienda de grano muy seco que pueden llegar a suponer hasta el 10% de pérdidas de la cosecha. Además, al elegir ciclo, hay tener en cuenta que la variedad cubra el ciclo antes de las primeras heladas -que se suelen producir a partir de octubre- y que pierda la humedad rápidamente para que los costos probables de secadero sean los menores posibles en caso de cosechar pronto, aconsejan en Syngenta.
Para elegir la mejor semilla hay que decantarse por la que es capaz de dar la máxima prestación en todas las condiciones -no solo cuando son favorables- y que tenga un correcto vigor inicial para mayor seguridad, homogeneidad y rendimiento. “La precocidad debe ser en función de las condiciones climáticas locales y teniendo en cuenta la fecha de siembra o recolección”, tal y como insisten en LG.
Para los técnicos de KWS, lo más importante es considerar la integral térmica de la zona donde se va a sembrar en la fecha prevista, ya que ambos factores definirán el ciclo. A partir de ahí habrá que buscar la variedad que mejor se adapte a las condiciones agronómicas bajo las que se va a desarrollar el cultivo. La marca recomienda, en este sentido, consultar a los técnicos de las empresas comercializadoras, técnicos de las empresas de distribución, la propia experiencia, referencias de algún agricultor vecino, servicios oficiales, etc. “Dada la poca relevancia que el precio de la semilla tiene sobre los costes de producción, este criterio nunca se debería tener en cuenta a la hora de elegir la semilla”, significa Sobrino.
En Pioneer coinciden en recalcar la importancia del ciclo, “que está directamente vinculado con la fecha de siembra y la climatología de la zona. Se trata de lograr que el cultivo llegue a madurez y el híbrido exprese todo su potencial”, señala Sicilia. Después, hay que buscar características agronómicas acordes con los condicionantes del cultivo en la comarca. Así se selecciona un híbrido con tallo resistente, o tolerante a diferentes plagas o enfermedades que incidan en la zona. Y dejarse aconsejar por profesionales de las marcas, que conocen perfectamente las características de suelo y clima de cada zona.
Las siembras tempranas corren el riesgo de heladas, mientras que las tardías limitan las heladas de septiembre y octubre, ya que si el grano no está formado (no ha llegado a madurez fisiológica) hay riesgo de que muera la planta y no concluya el ciclo, lo que supone pérdida de producción. En latitudes altas como el Páramo Alto, San Martín del Camino, los Payuelos, Saldaña, etc. los ciclos que mejor funcionan son los FAO 300, mientras que en el Páramo Medio y Bajo son más adecuados los FAO 400. También en la vega de Toro y en Zamora se cultiva mayoritariamente FAO 400 y algo de FAO 500. El mercado en Castilla y León está ocupado en un 25% por ciclos 300 (en aumento) un 60% de ciclo 400 (en aumento) y el 15% restante por FAO 500 (en declive), según los datos que maneja Monsanto.
Desde Euralis -la marca cuenta con ocho centros de mejora genética repartidos por Europa- apuestan por una genética precoz, productiva y de secado rápido y en la obtención de variedades de maíz silo de alto rendimiento y digestibilidad.
Creación de variedades
El desarrollo de variedades más resistentes a las plagas y enfermedades y, por tanto, más productivas centra gran parte de la actividad de las marcas. Cada año se incorporan semillas nuevas al mercado.
En una primera fase del trabajo en el laboratorio se busca la mejora de los parentales para, después, desarrollar híbridos que reúnan las características buscadas. Se evalúa un gran número de híbridos procedentes de los cruces entre los distintos parentales. A partir de ahí se seleccionan los que mejor se adaptan a las condiciones ambientales de la zona de cultivo a la que van destinados, manteniendo siempre los más altos niveles de producción y calidad de grano. “Es necesario ensayar miles de variedades hasta encontrar una que sea comercialmente viable”, confiesan en Pioneer.
La investigación comienza identificando una nueva característica que dé valor añadido a la semilla (tolerancia a plagas y enfermedades, a la sequía, adaptación a determinados ambientes, adaptación del grano o planta a determinados usos, mayor y mejor producción, etc.). A partir de aquí, los mejoradores definen una línea de trabajo para obtener parentales que aporten el carácter buscado. Después se prueban determinados cruces (varios millares) que aporten la característica buscada. Con los mejores de estos se comienzan los ensayos de adaptación y desarrollo, a la vez que se lleva a cabo el proceso de registro. “Y si todo va bien, al cabo de ocho o diez años se consigue registrar y lanzar al mercado uno o dos de los varios millares de cruces con los que se comenzó el proceso”, aclara Óscar Sobrino.
Desde Monsanto significan que la producción de híbridos está concentrada en la Europa del Este (Rumania, Hungría) y en Francia para los ciclos empleados en la región, ya que esto viene determinado por los parentales femeninos y masculinos. Los campos se siembran haciendo coincidir las floraciones de las plantas masculinas con las femeninas para que estén receptivas al polen emitido por las flores masculinas; la polinización es cruzada. Durante el periodo de producción se vigilan en todo momento los ensayos para que no haya contaminación de otras variedades no deseadas; lo que supondría que no obtendríamos el hibrido deseado y tendría que ser desechado el campo.
El momento óptimo de cosecha es cuando la semilla adquiere la madurez fisiológica la semilla. Es recolectada en mazorca y secada para obtener el máximo rendimiento de germinación y vigor. Las parcelas dedicadas a la producción de semilla de maíz deben de estar aisladas y controladas en todo momento por la administración del país.
Modificación genética
La única variedad de maíz modificada genéticamente (OGM) cuyo cultivo está autorizado en Europa es la tolerante a taladro (MON810. En el aspecto visual no hay diferencias entre una OGM y un maíz convencional. En lo agronómico la variedad modificada tiene el valor añadido de ser tolerante a una o varias plagas, enfermedades, herbicidas, etc. Cultivar una variedad OGM tolerante a taladro en una zona endémica como puede ser el Valle del Ebro, aporta al agricultor hasta un 20% de incremento de producción por la reducción de pérdida de cosecha debida a la plaga.
Desde la óptica del consumidor, esta variedad OGM aporta la certeza de un mínimo contenido en micotoxinas en el grano. En el ámbito medioambiental, se evita el impacto negativo de la liberación de los insecticidas que habría que utilizar para minimizar los daños del insecto en el cultivo. En lo genético, la variedad OGM tiene el gen que aporta la tolerancia y que la variedad convencional no tiene.
Si en la zona de cultivo no existe la plaga para cuyo control se ha desarrollado la variedad OGM, no tiene ningún sentido utilizarla. Así en las zonas de España donde no hay taladro, como en Castilla y León, todas las empresas de semilla desaconsejan el uso de este tipo de híbridos, que en este caso no ofrecen ningún valor añadido respecto a las variedades convencionales.
Trabajos agronómicos
La preparación del lecho de siembra es una de las labores agronómicas más importantes en el cultivo de maíz, ya que es clave para asegurar una nascencia buena y uniforme. El suelo debe encontrarse en el mejor momento, no debe estar húmedo ya que formaría una suela que impediría la penetración del sistema radicular de la planta de maíz. A este respecto, el técnico de Monzanto hace hincapié en la conveniencia de cosechar antes de Navidad.
Algunas marcas como Syngenta, Monsanto, Caussade y KWS recalcan la necesidad de hacer un análisis de suelo, al menos cada dos años, para realizar un diagnóstico sobre el abonado de fondo y los aportes de nitrógeno que son necesarios. Un análisis de suelo va a costar unas decenas de euros por parcela y puede ahorrar algunos cientos de euros por hectárea. Hay que seguir los consejos del técnico en fertilización en función de los resultados del análisis.
Para los expertos de LG es recomendable aportar en torno a un tercio del total de nitrógeno de fondo, junto al fósforo y potasio. El resto en una cobertera, cuando el maíz tiene 40 cm de altura (ocho hojas). Si se hacen dos coberteras, la segunda será cuando el maíz alcance el metro de altura, dividiendo el nitrógeno que se aporta en cada abonado.
En Caussade aconsejan al agricultor que siga realizando unas correctas labores de preparación del terreno, por su incidencia a posteriori en la nascencia de la variedad y desarrollo perfecto de las raíces, que así aprovecharán mejor el agua y abonado. Hay que elegir fechas idóneas de siembra para evitar heterogeneidad en el crecimiento de la semilla y decantarse por ciclos apropiados. “Sería importante incidir de manera más precisa en las practicas de abonado, tener en cuenta el análisis del suelo para diagnosticar cuál es la fertilización correcta según la producción esperada y la influencia de elementos que hasta hoy no se tenían en cuenta como el zinc, azufre o calcio”, indica Ruiz.
Caussade recomienda realizar cosechas tempranas porque estará justificada tanto por un mejor aprovechamiento de la genética de las variedades como por manejo y gestión de la explotación maicera.
Respecto al control de malas hierbas y plagas, la opción más adecuada para el agricultor es consultar con los técnicos especializados que tienen todas la empresas comercializadoras de productos fitosanitarios o con los técnicos de los distribuidores. La principal enfermedad que afecta a las parcelas de maíz de Castilla y León es el Fusarium graminearum, que provoca la caída de tallo causando pérdidas de cosecha, aumento del tiempo que debe permanecer el cultivo en la parcela y del coste de secado. Además, se incrementa el maíz espontáneo para la campaña de siembra siguiente y disminuir la calidad de grano.
Los tratamientos fitosanitarios son básicos para evitar la competencia con el cultivo desde el punto de vista de plagas y malas hierbas principalmente. Se pueden utilizar herbicidas en presiembra y preemergencia del cultivo, es decir antes de sembrar el maíz o nada mas sembrar pero antes de que emerjan las malas hierbas. Y si esto no es posible, es factible emplear herbicidas de postemergencia; con el cultivo nacido y las malas hierbas también, explican en Syngenta.
Es importante contar con una buena recomendación y manejos de los herbicidas, ya que en los últimos años han aparecido especies adventicias nuevas como el abutilon y otras que han creado resistencias a herbicidas convencionales y que hacen necesaria la supervisión de las parcelas por parte de un técnico.
El riego es el responsable en la mayor parte de las explotaciones de la mayor partida de gasto, por tanto su correcto manejo es muy importante, insisten desde KWS. Es muy conveniente hacer una revisión concienzuda del estado de la instalación antes de empezar la campaña de riegos.
Un regadío eficaz
Es necesario dimensionar siempre la superficie sembrada de maíz en función del agua disponible. Y si el agricultor no tiene acceso a información a diaria o semanal actualizada sobre el tiempo habrá que recabar los datos agroclimáticos que permitan calcular la evapotranspiración teórica. Así, junto con las características edafológicas del suelo, será posible calcular la dotación de riego y numero de riegos, apunta Sobrino.
Además, hay que prever dos fechas críticas en las que cualquier estrés, incluido el provocado por el exceso o carencia de agua, pueden tener impacto negativo directo en la producción: la diferenciación y definición de espiga (seis hojas) y polinización. Se podría ahorrar también el último riego si se sigue de cerca y se controla la llegada del cultivo a la madurez fisiológica.
Los técnicos de Euralis consideran trascendente para el regadío los quince días anteriores y posteriores a la floración (aparición del penacho).
A lo largo de su ciclo de cultivo el maíz consume entre 5.000 y 8.000 metros cúbicos de agua por hectárea según los diferentes climas. En las primeras fases -señalan desde LG- una relativa escasez de agua induce un mayor crecimiento en profundidades de las raíces (puede llegar a extraer el agua hasta metro y medio de profundidad) lo que permitirá a las plantas resistir mejor una posible falta de agua en épocas posteriores. Esta práctica es aconsejable siempre que no haya que retrasar el primer riego hasta el punto de que el maíz padezca sed, advierte De la Riva.
Los mejores resultados con el riego se dan cuando se aplican antes de que el déficit de agua en el suelo llegue al 40 o al 50% del agua útil. Los síntomas de falta de agua son que color de planta se torna de un verde azulado y lámina de la hoja se enrolla como la del junco.
Caussade recomienda realizar una localización del abono junto a la semilla o fertirrigar en el momento apropiado (entre 8 y 10 hojas y alrededor de la floración) y establecer un perfecto calendario de riego. No hay que perder de vista la humedad del suelo, los valores de evapotranspiración de cada zona y los momentos más críticos del maíz; es importante que no le falte ni exceda agua desde que la planta tiene entre 8 y 10 hojas hasta 15 o 20 días después de la floración, ya que en este periodo es cuando se desarrolla la mazorca. La planta siempre debe tener humedad, sin asfixiarla ya que retrasa el crecimiento y se pierde producción.
Próxima cosecha
A pesar del pesimismo reinante durante toda la campaña de cosecha por la caída de precios con respecto al año pasado, la mayoría de las casas de semillas coinciden en sus previsiones respecto a que la superficie sembrada de maíz para la próxima campaña será similar. También hay quien opina que disminuirá levemente.
Las abundantes lluvias que han llenado los pantanos y la perspectiva de que suban los precios del grano son los argumentos en los que respaldan las mejores expectativas.
Desde Caussade estiman que, en principio, la que comienza ahora será como una campaña normal siempre que el tiempo acompañe y que deje realizar unas correctas y apropiadas labores de preparación del suelo, fechas de siembra etc. “En cuanto a la superficie de siembra, más menos será similar a otros años en cómputo total, aunque en provincias puntuales disminuirá un poquito por el incremento de hectáreas destinadas al cultivo de cereales , principalmente en el invierno”, apunta Ruiz.