No fue certero el refranero, respecto al mes de abril y su pluviometría. Hemos tenido el cuarto mes del año menos lluvioso de los últimos lustros.
Está claro que este negocio depende del cielo, y que tiene dos hemisferios, el secano y el regadío. El primero, que es el 80% del total de la superficie cultivada, existe desde el inicio de las técnicas de producción, y se sirve exclusivamente del régimen de lluvias. Aquí, lamentablemente, solo nos queda rezar y/o asegurar.
Asegurar es necesario e imprescindible. En una campaña como esta estamos ante el mayor siniestro en la historia del seguro agrario. La primera estimación de indemnizaciones por los daños provocados por la sequía en los cultivos herbáceos de secano (contemplando los cereales de invierno, las leguminosas y la colza) ya alcanza los 300 millones de euros.
Es por tanto incuestionable el seguro. Ahora bien, tiene que ser rentable, y con los precios y la producción asegurada existen muchas dudas respecto a que, después del incremento de los gastos de producción de estos últimos años, nos salgan las cuentas.
Apremia que avancemos en una política de seguros fundamentada en garantizar la renta de los agricultores, dentro de un escenario de creciente siniestralidad.
Para dimensionar la relación directa que el agua y el campo comparten, además de entender la importancia de su cuidado debemos tener en cuenta datos como que el regadío representa el 20% del total de la superficie cultivada y aporta el 40% de la producción total de alimentos en todo el mundo.
A nivel global, las lluvias proporcionan cerca del 90% del agua utilizada para los cultivos. Se estima que para 2030, en cuatro días, el regadío aumentará hasta el 34%.
Es por tanto el agua el camino y la solución, no el problema. Abordar este tema va mucho más allá del consumo que hacemos día a día. Su regulación y conservación representan la continuidad y sustento de un sector agrícola sano y el soporte alimentario, no solo de los agricultores, sino del resto del mundo.
Lamentablemente partimos de una realidad, pertenecemos a un sector, donde no existe una estrategia clara. Es urgente y necesario un pacto de Estado sobre el agua con visión de futuro, que busque la mejora de la eficiencia hídrica y energética del regadío como instrumento clave para promover un desarrollo rural sostenible y una agricultura productiva, eficiente y rentable.
Entre tanto y siempre, las personas. Las protagonistas de esta serie interminable que ven cómo cada año se repiten los problemas, las promesas y el anuncio de la puesta en marcha de posibles soluciones que nunca llegan a buen término. Ya está bien.
En fin, solo nos queda pedirle a san Isidro que ilumine a nuestros administradores para que, además de poner en marcha ayudas que puedan paliar los daños de esta pesadilla, activen definidamente las medidas necesarias para garantizar la continuidad, no la extinción, del agua, el campo y las personas.
Seguimos…
Que paséis un buen día de San Isidro. Bajo su amparo y protección quedamos y quedan nuestros campos un año más, esperando al menos que, si no hay solución con la lluvia, lleguen ayudas reales y contables, y tengamos salud para seguir contándolo.
Muchas felicidades a todos y ¡que viva san Isidro!