Con la llegada de junio el campo se prepara para una cosecha de cereales que se anticipa prometedora. Las condiciones atmosféricas favorables han propiciado, sin duda, unas condiciones que priori apuntan bien, muy bien diría yo, en la generalidad, y con muchas reservas en lo particular, que hasta el rabo todo es toro.
Es tiempo de intenso trabajo, también en regadío, donde las reservas de agua y el caudal de los ríos parecen asegurar el buen desarrollo de los cultivos. Iremos viendo.
Nadie quiere echar las campanas al vuelo, pero se respira cierto optimismo en el sector, integrado por hombres y mujeres que disfrutan cuando ven producción, sin pensar todavía en el precio que recibirán por ella: ese es el ADN del profesional del campo. Pero el mes de junio no solo trae consigo la actividad agrícola, sino también un momento crucial para Europa con las elecciones del 9 de junio.
En estas elecciones nos jugamos no solo el futuro de nuestro continente, sino también el futuro de nuestros agricultores y del sector agrícola en general. Es esencial reconocer que, si bien la sostenibilidad es importantísima, no debemos olvidar que las personas son el motor de nuestro campo.
En este contexto, la voz de los profesionales del campo cobra una relevancia inigualable. Los agricultores y ganaderos son parte fundamental de nuestra sociedad, y es crucial que sus necesidades y preocupaciones sean escuchadas por aquellos que toman decisiones a nivel político en Europa y en el ámbito nacional. La política importa, y mucho, en el desarrollo y el futuro de nuestro campo.
Reflexionemos. Recordemos el enfado por unas medidas dictadas desde Bruselas que obligaron al sector a salir otra vez a las carreteras. Son políticas que ahora mismo solo se han flexibilizado, pero que no se han eliminado.
Esta es la ocasión para que el campo haga oír su voz y reclame un marco en el que vivir y trabajar de forma justa, sin una camisa de fuerza que le impida tomar las decisiones que requiere su explotación.
El campo es el corazón de nuestra economía y nuestra sociedad, y debemos trabajar para impulsar su crecimiento y su resiliencia. Es necesario que se reconozca el trabajo arduo y la dedicación de los productores agrícolas, así como la importancia de su labor para garantizar la seguridad alimentaria y el bienestar de todos.
El campo es trabajo, esfuerzo, aprendizaje, innovación. Es un sector orgulloso de sí mismo que trabaja en beneficio de la sociedad y que merece ser tenido en cuenta. Habrá que estar atentos y reconocer entre tantas propuestas cuáles son reales, posibles y medibles.
Suerte a todos.