Estamos ante una buena cosecha, pero muy desigual en rendimientos, tanto en el conjunto de España como si acercamos la lupa al granero de Castilla y León. En esta comunidad han registrado muy buenos resultados provincias septentrionales como León o Palencia, mientras las del sur (Salamanca, Ávila, Segovia…) ofrecen rendimientos algo más modestos, sin ser malos.
En España, en general, las zonas productoras situadas más al norte han tenido un buen año, y si no ha sido mejor ha sido por un abonado insuficiente; el comportamiento de la atmósfera no lo ha puesto fácil en algunas ocasiones. Influye la latitud y el tipo de suelo, pero también la posibilidad de haber sembrado y abonado en el momento adecuado.
Este es el contexto agronómico, de producción. En cuanto al funcionamiento de los mercados, nos encontramos ante un escenario de ausencia de operaciones. La parte de los compradores tiene cubiertas sus necesidades y está ausente de los intercambios, mientras que la parte de la oferta se resiste a vender a precios tan bajos como los actuales.
En el plano internacional, los precios han descendido de forma importante en el último mes. Rusia ha tenido una cosecha mucho mejor de la esperada gracias a las resiembras, con lo que se puede hablar de una producción normal en aquel país. Al mismo tiempo, hay una buena cosecha de maíz en los grandes países productores, como EEUU, Brasil o Argentina.
La primera consecuencia es que vamos a tener maíz en puerto a un precio de 200 euros por tonelada, en unos niveles que se prolongarán durante bastante tiempo. Es algo que va a ‘sacar de juego’ a la cebada durante todo ese tiempo, con niveles de precio que no van a remontar y que incluso podrían bajar aún más.
También hay que mencionar las últimas lluvias en Europa, que han perjudicado la calidad de determinados trigos panificables en favor del trigo forrajero. Es un factor que no podemos perder de vista porque incrementa la oferta de cereal con destino a alimentación animal y contribuye a tirar de los precios hacia abajo.
La guerra que tiene lugar en Ucrania desde hace más de dos años sigue teniendo sus efectos en la evolución de los mercados. La superficie de cultivo ha sido menor que habitualmente, por razones obvias, y los rendimientos no han sido muy elevados. Pese a todo, la cosecha del país eslavo presiona a la baja del mercado, puesto que el productor prefiere sacrificar un poco de su margen sacando la producción al mercado exterior: siempre estará más seguro exportando que conservando el grano en silos que podrían ser objetivo militar.
Otro elemento que a priori puede parecer bajista: el dólar ha perdido vigor y hace que las importaciones desde EEUU sean más atractivas.
Al mismo tiempo, la producción de forrajes ha crecido gracias a la PAC y al porcentaje de leguminosas exigido, que en parte también se ha dedicado a cultivos forrajeros. Todo ello en una familia de cultivos muy condicionada por la logística, más compleja que en el caso del cereal. Por eso asistimos a una bajada de precios.
Respecto a otros cultivos, merece la pena destacar el cierto desabastecimiento que ha habido en patata, dado que salimos del periodo de transición entre la cosecha de la España meridional y la de Castilla y León. Un periodo en el que el agricultor se ha beneficiado de precios altos. Tomemos nota también de que este año se ha sembrado menos patata en Europa.