Algunas pérdidas
En torno a 1.000 hectáreas hubo que levantarlas. Una parte se perdió porque la falta de humedad en septiembre hizo imposible que la semilla germinara. Otra parte, sobre todo perteneciente a agricultores neófitos en el cultivo, se malogró por la afección de herbicidas residuales. Los productos para combatir las malas hierbas del cereal en preemergencia y postemergencia en cereal fueron los grandes culpables.
La permanencia de estos herbicidas en el terreno (que depende de las características del suelo, el pH, las precipitaciones, y de otros condicionantes) puede afectar en distinto grado tanto a la nascencia, como al desarrollo, y a la floración, según explica Ortiz.
El desarrollo vegetativo fue bueno hasta la parada invernal, con una masa foliar óptima para acumular las reservas que proporciona la energía solar. Después le costó retomar la actividad por las bajas temperaturas. No llovió, de manera que la planta tampoco pudo asimilar el abono suministrado en cobertera.
En cualquier caso, los agricultores -tanto los recién incorporados al cultivo como los veteranos- tienen claro que la colza es una apuesta que merece la pena. El buen precio, el respaldo que supone en la lucha contra las malas hierbas, y las ventajas que le reporta a los cultivos posteriores son argumentos de mucho peso a su favor.
De las 350 hectáreas de la explotación dedica en torno a 30 a la colza cada temporada. En el resto pone cereal: trigo, cebada, centeno, triticale, avena, y otros. Con la colza está “totalmente satisfecho”. Aunque cree que el rendimiento en la media de varios años no es superior al del cereal, sí ha constatado que la producción en la siguiente rotación de cualquier cultivo es igual o superior a la de los barbechos. “Es una buena alternativa. Hay que seguir con ella”, afirma.
El de Villar de Gallimazo es un buen terreno, sin llegar a ser excepcional. En cereal la producción media se acerca a 3.000 kilos por hectárea. “Unos años con otros se defiende bien”, argumenta Bueno respecto a sus parcelas. La media de la colza ronda los 2.000 kilos, aunque en los años de abundancia puede superar los 3.000. Siempre procura sembrar sobre barbecho, de manera que, sumando producciones de un año y otro, las cuentas salen tan rentables como si la tierra no hubiera descansado.
Bueno pone en sus fincas las variedades PR 46 W14 y el híbrido PT225, ambas de Pioneer. Se decantó por ellas a partir de las recomendaciones del comercial de la marca en la zona. Y, como el resultado le satisface, sigue sembrando ambas.
Si hubiera que buscarle alguna pega al cultivo, Rubén Bueno menciona la dificultad que ofrece en el momento de cosechar debido a la gran cantidad de forraje de la planta. Su principal virtud, los incrementos de producción acreditados en los sembrados de la siguiente campaña.
La sementera la hizo con la variedad híbrida de Dekalb DK Expertise. Entonces tenía muchas dudas sobre cómo hacer una buena siembra pero ahora ya ha pasado lo peor. “Al principio te preocupa la nascencia, pero a partir de la primera vez ya le pierdes el miedo. Hay que ser más preciso en la siembra, pero tampoco es tan difícil. Si tienes dudas es mejor que mandes sembrar a alguien con experiencia”, recomienda el agricultor vallisoletano. Para la campaña que está a punto de comenzar prevé aumentar la superficie de colza.
Las tierras de este agricultor son las de un páramo fresco con muchas piedras, con poco margen para que el arado profundice más de 30 centímetros.
Antes de ponerse manos a la obra, Vallejo recopiló toda la información que le fue posible sobre semillas, labores y otros aspectos del cultivo, para sacar sus propias conclusiones. “Es un cultivo que se siembra muy pronto, así que te permite escalonar el trabajo. Es ideal para la rotación y evitar los problemas que da el monocultivo”, apunta en el haber de la colza.
“Siempre tiene buen precio. Como mínimo, el doble que el cereal”, afirma. En los secanos pone la colza tras el barbecho. En el regadío, después del cereal. La rotación de Gutiérrez es remolacha, trigo, colza, trigo, y remolacha. Gracias a la raíz pivotante, la colza realiza un subsolado natural de terreno que facilita que el cereal produzca tanto como en los barbechos.
El de Corrales del vino es un terreno fuerte, ideal para las colzas, que en algunas de estas tierras llegan a los 5.000 kilos. La media obtenida por Gutiérrez en regadío ronda los 4.000 kilos, mientras que en secano está entre 2.500 y 3.000 kilos por hectárea. Siempre utiliza simiente de Syngenta. Hasta hace poco echaba la variedad viator, que ya está descatalogada. Esta campaña ha sembrado SY Carlo, nueva para este año y con la que está satisfecho ya que le ha producido por encima de 3.000 kilos de media.
Cuando a la parcela le toca cebada, García hace una aportación mayor de nitrógeno para compensar la extracción de la colza. Los suelos de Tierra de Campos, en general, tienen muy bajos porcentajes de materia orgánica, así que hace aportaciones de 500 kilos por hectárea de abono complejo de fondo (8/15/15), además de entre 500 y 600 kilos de nitrosulfato al 21%.
La producción media ronda entre los 4.200 y 4.800 kilos. Un aspecto que también resulta fundamental es que García suministra a la colza toda el agua que requiere. Debido a la meteorología, esta campaña comenzó a regar antes que nunca, en marzo. El último riego lo dio a comienzos de junio.
Introdujo la colza en sus rotaciones hace siete años. A este respecto destaca el papel que ha desempeñado ACOR en el impulso que ha tenido el cultivo en Castilla y León. Probó con una variedad de primavera. “No salió mal aunque estuvo un poco corta de producción y de grasa”, explica. Al año siguiente probó con una de otoño, y desde entonces mantiene el mismo sistema. Entre otras, utiliza variedades de la casa austriaca Graf, que comercializa Semillas Blanco (Sebla). García destaca su rusticidad, que tiene un secado homogéneo, poca altura (poco encamado), que la vaina no pierde semillas, y su alto contenido en grasa.
Para que el resultado final sea el deseado es importante que los principios sean buenos, con una preparación adecuada con vertedera del terreno, y aplicando un herbicida de preemergencia que evite la competencia con las malas hierbas en los primeros estadios de las siembras.
Este es el cuarto año que siembran colza en serio, y cada vez están más satisfechos del resultado. Hace diez años que hicieron una prueba con dos sacos de semillas que les regalaron. Sembraron como mejor les pareció, y no pintó nada bien. Más tarde, con el propósito de introducir una rotación más, y de limpiar de malas hierbas las tierras -especialmente de vallico- pusieron 100 hectáreas de la oleaginosa. Ya mejor informados sobre cómo llevar el cultivo, todo salió a pedir de boca. “Estamos muy satisfechos. Es el cultivo que va a salvar el año”, vaticina Eduardo Velasco.
Siempre siembran sobre paja. Ahora han mejorado mucho la técnica respecto a aquella primera prueba que no salió nada bien. Según retiran la paja pasan un chísel de brazo fuerte para romper el suelo. En septiembre realizan una labor más profunda para dejar el lecho de siembra perfecto.
Para la sementera es fundamental disponer de un buen dosificador en la sembradora, que esté puesto a punto. Los Velasco tiran entre 900.000 y un millón de plantas por hectárea; aproximadamente cuatro kilos de semilla.
Eduardo Velasco tiene la sensación de que la colza le resulta mejor en las tierras buenas, pero que no son las mejores; en aquellas que tiran a ácidas. La producción media es de 2.000 kilos. El 70% de las siembras son de la variedad octans, de Koipesol. “Cubre enseguida el terreno, de manera que hay menos competencia de malas hierbas. Y la vaina tiene mucha resistencia a abrirse”, justifica.
Tenía tanto colza en secano como en regadío, aunque hizo caso omiso del viejo refrán que dice que ‘agua del cielo no quita riego’ y prescindió de regar. Pensó que con las lluvias tendría suficiente. Ahora lamenta la decisión. Ha recogido una media de 2.000 kilos por hectárea, de manera que Fierro calcula que ha perdido 500 kilos por no aplicarle agua. Los calores de mayo. En secano ha obtenido una producción de 1.800 kilos.
A pesar de este pequeño tropezón seguirá con la colza. Es un agricultor al que siempre le ha gustado hacer pruebas. Introdujo la colza en sus rotaciones en busca de mayor rentabilidad, de acabar de una vez con todas con los problemas de vallico y para que se beneficie el cultivo posterior del subsolado natural que hace la oleaginosa en el terreno.
Echa la semilla preferentemente en sus peores tierras, en terreno centenal con mucha piedra. Es de la idea de que en los suelos fuertes tiene más dificultades para nacer. Siembra pronto, aunque no haya llovido, para evitar el riesgo de las heladas. Entre otras, siembra sensation y arazzo, variedades de RAGT, con cuyo rendimiento está muy satisfecho.
De manera habitual siembran girasol, veza, ray grass, alfalfa, trigo, avena, cárcamo…, y desde hace ocho años también colza. Este año han sido 17 hectáreas, aunque lo normal es que ronde las 30 hectáreas. Esta vez han caído así las rotaciones. La sementera siempre es sobre paja de cereal, en siembra directa.
Esa es la razón por la que introdujeron el cultivo: “Como una alternativa para rotar”, confirma Gómez. Aunque la producción suele oscilar entre los 4.000 y los 2.100 kilos por hectárea, según las parcelas, la media de esta campaña es de 3.000 kilos; por debajo de lo que esperaba el encargado de Dehesa Peñoñorí.
Lo bueno es que al cosechar sin moler puede vender a mejor precio. A la producción de este año le ha dado salida a 360 euros la tonelada, todo en el mercado de la alimentación de pájaros.
Lo normal es que siembren al menos dos o tres variedades (para cubrirse ante diferentes incidencias meteorológicas) que adquieren en Semillas Sepal. Esta campaña ha sido simiente de Euralis y Dekalb la elegida; alguna de las cuales ya se está convirtiendo en fija por su regularidad.
Las tierras de Alaejos (Valladolid) no son muy productivas en secano debido a su composición arenosa y a la escasa pluviometría de la zona. Pero en regadío dan buenas cosechas debido a que no se encharcan y a que permiten una buena sanidad vegetal. Aquí siembra Ángel Santana 50 hectáreas de colza, además de maíz dulce, patata, cebolla y guisante para industria. En el secano pone trigo, cebada, centeno y garbanzo. Y también colza.Santana se atrevió con la colza después de comprobar que se adaptaba bien al terreno y a la meteorología local.
La apuesta personal por este cultivo tiene mucho que ver con la rentabilidad a medio y largo plazo de las tierras, con que sigan produciendo.“En regadío la pongo desde hace dos años. Me gusta mucho”, aclara. Ha obtenido una producción media de 4.000 kilos a pesar de que el pedrisco la castigo seriamente. La capacidad de recuperación de la colza salió a relucir. Las tierras sin regar han dado 1.500 kilos. “De cualquier manera es más rentable que el cereal”, advierte.
Hizo la sementera con hydromel, de Euralis Semillas. El agricultor de Alaejos destaca el carácter rústico de esta variedad, así como su adaptación a los fríos tempranos. Además, hace hincapié en el asesoramiento técnico que le prestan desde la marca.