Las cosechadoras avanzan por toda la superficie de Castilla y León y van confirmando lo que se apuntaba en las primeras semanas. Producciones cortas o muy cortas, con importantes oscilaciones en cuanto al peso específico.
Ahora mismo se puede hablar de una media de 2.000 o 2.200 kilos por hectárea, aunque se han visto cebadas de 1.500 y de 3.500 kilos sin salir de la provincia de Valladolid.
José Cortijo, de Fertiberia, destaca la importancia del abonado para el resultado obtenido. “Es evidente que quien abonó para obtener 4.000 kilos no los ha tenido, pero también es cierto que habrá tenido mejor peso específico; muchas veces identificamos abonado con mayor producción, pero no podemos perder de vista la calidad”, subraya.
De hecho, en las pruebas realizadas por la compañía, y con una misma variedad de cebada, “ha habido diferencias de 300 kilos por hectárea y cuatro puntos de peso específico en función de la estrategia de abonado que hayamos seguido”.
Con todo, apunta que este año el hecho diferencial entre unas cebadas y otras ha estado en la genética, en haber acertado con la variedad y con el ciclo. “La mayor o menor rusticidad o el tener una maduración más o menos temprana han demostrado ser la clave”, subraya.
Una de las incógnitas está en el trigo, del que ya se ha recogido algo en provincias como Valladolid o Salamanca, pero no hay datos suficientes como para sacar conclusiones. Hay que esperar a las máquinas para conocer los rendimientos y, sobre todo, los datos de peso específico.
En cuanto al resto de cultivos, destaca una leguminosa de muy bajas producciones y una veza que se ha comportado mal, tanto para grano como para forraje.
Quizá el cultivo con mejor comportamiento sea la colza, con parcelas de secano que están dando entre 1.700 y 2.500 kilos por hectárea.
Fotografía: cosecha de cebada en Grajal de Campos (León). Autor: Abel Espinosa