Ricardo Ortega
“Cuando hablamos de variedades minoritarias nos referimos a aquellas castas que tradicionalmente han sido denostadas o abandonadas porque no cumplían las expectativas del viticultor, probablemente porque en aquel momento no acababan el ciclo, mientras que muchas hoy sí lo hacen como consecuencia del cambio climático. Además, cumplen ese ciclo con unos niveles de acidez muy correctos”.
Así lo señala Enrique Barajas, investigador de Itacyl, que este jueves participa en la feria Agrotecnológica con la ponencia dedicada a ‘Variedades minoritarias’.
Estas ‘castas’ suponen una oportunidad para atenuar las consecuencias del cambio climático en la viticultura, “aunque el responsable del viñedo dispone de otros factores en los que intervenir, como la orientación de la viña o la altitud”, destaca Barajas.
Los tipos de uva minoritarios vienen a enriquecer el mapa vitivinícola y las mesas de cata, con nuevos sabores y matices. Todo ello sin perder de vista que “en aquellas zonas en las que se detectan estas variedades se aporta el plus de la tipicidad”.
Muchas de las variedades encontradas en una labor de auténtica ‘arqueología’ vitivinícola ya se han descrito y registrado en la Oficina Española de Variedades Vegetales. Una vez dado ese paso, es la comunidad autónoma la que debe incluirla en su normativa para que se pueda plantar.
El último escalón le corresponde al consejo regulador de cada DO, que incorpora esa variedad a su pliego de condiciones. Es el último paso de un proceso que en el mejor de los casos puede durar entre cinco y seis años, según el técnico de Itacyl.
