El director de Florimond Desprez Ibérica, Emmanuel Peille, destaca la “extraordinaria” reducción de nitrógeno y fitosanitarios que demanda el cultivo, situado a la vanguardia tecnológica de Europa
Los países más desarrollados tienen la obligación de producir alimentos de forma respetuosa con el medio ambiente, lo que incluye a la remolacha como origen de un producto de primera necesidad como el azúcar. Así lo señala Emmanuel Peille, director de Florimond Desprez Ibérica, cuando se acerca el inicio de las siembras en la mitad norte de la península.
En la actualidad “la remolacha tiene que enfrentarse a competidores cuyos costes de producción son a menudo mucho más bajos en detrimento de las normas de salud, medioambientales o sociales”, recalca el responsable de grupo titular de la marca SESVanderHave. En su opinión, sin embargo, “el consumo del azúcar aumentará y su precio experimentará una clara mejoría cuando al comercio del azúcar se le exija un origen civilizado”.
La producción mundial de azúcar es de 190 millones de toneladas y casi el 78% de la producción es azúcar de caña que año a año gana terreno; a pesar de que en Europa ha alcanzado su nivel de madurez, el consumo mundial aún aumenta entre el 1,2% y el 2,5% anual.
En los países emergentes la producción de este alimento “aumenta a base de poner en cultivo más superficie, incluyendo acudiendo a la deforestación”, mientras que la producción de azúcar en España y en los países de nuestro entorno necesita cada vez menos superficie.
Las cifras son más que elocuentes y el responsable de SESVanderHave recuerda que la remolacha ha pasado de 500 kg de azúcar/ha en el comienzo del cultivo a niveles de 2.000 kg.
Además, desde 1983 se ha producido una reducción del 50% de las cantidades de productos fitosanitarios, mientras la cantidad de nitrógeno ha disminuido el 68% por tonelada de azúcar producida.
Prioridades en la investigación
Como compañía obtentora de nuevas variedades, desde SESVanderHave se subraya su compromiso de que el cultivo sea una actividad rentable. “El primer objetivo es la productividad, para la que aún queda un recorrido importante”, recalcan.
En ese sentido, “sabemos que el cambio climático está actuando con toda una serie de consecuencias sobre la agricultura; pensamos evidentemente en el estrés hídrico y su impacto en las cosechas, pero -también hay que decirlo- un impacto y una influencia en la emergencia de bioagresores, etc.”.
“El estrés hídrico no debería preocupar al cultivador de remolacha, siempre que se mantenga el nivel de mejora de los regadíos y en la tecnología de los sistemas de riego; la selección de variedades también está en línea con el uso eficiente del agua por la planta”, recalcan.
Al mismo tiempo, la multiplicación de bioagresores “y enfermedades que están, que aparecen y son susceptibles de aparecer, vuelve aún más complicado reducir la utilización de los productos fitosanitarios y mantener el rendimiento”. Esta realidad “supone un verdadero desafío científico en el que la investigación genética está involucrada”, subrayan.
Por ejemplo, los ataques de cercospora que se están viendo en algunas zonas “son muy importantes, hasta el punto de que algunas variedades que eran buenas han sido sobrepasadas; afortunadamente la selección genética está muy bien dirigida”, señalan.
Asimismo, la amarillez está en el centro de nuestra actualidad y en proyectos de investigación sin recurrir a las técnicas de edición de genes que aún no son legalmente accesibles (NBT) en un contexto regulatorio nacional y europeo. Sin olvidar roya, oídio, rizoctonia, nematodos, esclerocio, síndrome de baja riqueza…
Esfuerzo innovador
El cultivo de la remolacha azucarera es muy reciente si la comparamos con otros cultivos con miles de años de historia, pero de una actividad frenética; la primera fábrica experimental Europa en 1802 y en España la primera fábrica en 1882, con la apertura posterior de casi cien fábricas en casi todas las provincias.
Los avances en las semillas de remolacha azucarera han sido espectaculares, tanto genéticamente como en su calidad y semabilidad (capacidad para ser sembrado), como recuerdan desde SESVanderHave. “Tradicionalmente, entre las actuaciones de nuestra labor comercial ha sido dar a conocer las innovaciones que han sido inmensas y el esfuerzo que suponen”, recuerdan.
“Asistimos a una evolución total de la agricultura en que el agricultor está totalmente tecnificado o no está. El remolachero actual está preparado para utilizar inmediatamente la última tecnología en maquinaria y medios de producción y además propone y demanda nuevos avances. Ahora tenemos la sensación de que están totalmente informados y de que los avances que aparecen son algo ya esperado”, apunta Emmanuel Peille.
La remolacha ante su futuro
Hoy los consumidores exigen una agricultura que utilice menos o nada de productos fitosanitarios y que limite al máximo su impacto en la calidad del medio ambiente y la biodiversidad.
“La primera condición para preservar el cultivo de la remolacha es que sea rentable. No se trata solamente de unas semillas que hay que depositar en el terreno. La remolacha y azúcar, es un sector que merece la pena conservar”, subraya el responsable de SESVanderHave.
Ese sector se encuentra en un ‘impasse’ difícil, “pero tiene un gran interés en las rotaciones y mañana también en la descarbonización y toda la contribución que la remolacha podrá aportar en el contexto del calentamiento global”. Por eso la remolacha “es uno de los cultivos estrella en términos de innovación, uno de los soportes científicos de referencia para la investigación agrícola”, remacha Peille.