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lunes, mayo 6, 2024
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“La UE debe facilitar la introducción de la innovación en agricultura”

Patricio Fitz Simon es director de la División de Soluciones Agrícolas en España de BASF. Comparte la necesidad de garantizar una mayor sostenibilidad de la producción alimentaria, mientras llama “a analizar en profundidad cómo queremos llegar allí”

Siempre se asocia el nombre de BASF a la industria química, pero su aproximación a la agricultura tiene carácter global. Patricio Fitz Simon, director de la División de Soluciones Agrícolas de la compañía en España, no solo destaca la apuesta de la compañía por el agro; también reclama a la UE un mayor compromiso con la innovación.

-¿Cómo definiría la relación entre la compañía y el sector agrario?

-La División de Soluciones Agrícolas es una de las 6 áreas de negocio en las que opera BASF a nivel global. Si consideramos que en 2022 Agro recibió el 41% de la inversión total en I+D de BASF, aunque con una contribución “solo” de un 12% a las ventas del grupo, queda evidente que esta unidad de negocio se considera clave dentro de la compañía. BASF tiene claro el valor del sector primario y quiere contribuir a dar forma a una agricultura cada vez más sostenible.

Lo demuestran las inversiones de los últimos años, como la adquisición del paquete de semillas y herramientas digitales de Bayer o de la de italiana Horta (Agrigenio), así como la ‘joint venture’ creada junto con Bosch, One Smart Spray, enfocada a la agricultura de precisión. A todo esto, tenemos que sumar un grupo increíble de profesionales que en BASF solemos definir como el mejor equipo de la industria. La pasión que demuestran los compañeros de Agro en BASF no es algo fácil de encontrar fuera de la compañía, pero tampoco dentro. Tanto que las demás divisiones siempre comentan que “los de agro somos diferentes”. Entendemos que es algo positivo.

-¿Qué significa el agro español a nivel mundial para BASF?

-España es el primer productor y el segundo exportador de frutas y hortalizas de Europa, tanto que se le conoce como “la huerta de Europa”. Pero España también exporta su producción fuera del continente, posicionándose entre los 10 primeros exportadores de estos cultivos en el mundo. Esto hace que dentro de BASF la importancia de España, de su mercado y sus cultivos sea grande.

Como mencionaba antes, el año pasado la División Agro adquirió Horta, una empresa tecnológica italiana especializada en el desarrollo de herramientas digitales y cuyo nombre comercial aquí es Agrigenio, para los cultivos típicos del sur de Europa y la zona mediterránea. Esta inversión demuestra cómo nuestra compañía es cada vez más consciente de la importancia de los cultivos “especiales” y no solo de los extensivos.

-Usted llegó a su actual responsabilidad desde otro departamento y, nada menos, desde otro continente. ¿Cómo contempla el marco jurídico en el que se trabaja dentro de la Unión Europea, con la prioridad medioambiental y bajo el paraguas del Pacto Verde?

-Solo llevo seis meses en España, sin embargo, me queda muy claro que Europa no solo es diferente de dónde vengo, sino que también es única: en ningún otro lugar del mundo existe una entidad geopolítica que marque de forma tan contundente las políticas de sus países miembros, incluida la agraria.

Tengo que admitir que desde Latinoamérica lo que sucede en Europa con respeto a la agricultura es difícil de entender. Pero en cuanto llegas y te haces con más detalles del Pacto Verde, queda claro que la seguridad alimentaria aquí es una prioridad y que, para garantizarla, la UE fija los estándares más exigentes y estrictos del mundo. Por otro lado, parece que la UE también está dispuesta a que, a raíz de las medidas que se proponen, se produzca una reducción de la producción agrícola continental.

En los últimos años, varios estudios independientes publicados sobre esta iniciativa indican que los objetivos actuales de la Estrategia de la Granja a La Mesa impactarán la viabilidad de todo el sistema agroalimentario europeo. Es altamente probable que la reducción de la productividad lleve a una mayor dependencia de los mercados que no forman parte de la Unión, con un incremento de los precios para los consumidores y una mayor dificultad para garantizar aquellos estándares que se quieren asumir desde Europa.

Sin olvidar, por otro lado, la pérdida de competitividad y rentabilidad de los agricultores europeos, que podrán ver seriamente comprometida la viabilidad de sus explotaciones, lo cual también tendrá un impacto sobre el desarrollo de las zonas rurales.

Todos los actores de la cadena alimentaria, incluida nuestra industria, estamos de acuerdo con los principios fundamentales establecidos en la Estrategia y compartimos la necesidad de realizar mejoras constantes y sustanciales para garantizar una mayor sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios. Sin embargo, creemos que habría que analizar en profundidad cómo queremos llegar allí y, sobre todo, pensar en cómo fomentar las innovaciones que contribuyen a los objetivos marcados.

La digitalización y la agricultura de precisión que de ella procede, por ejemplo, son imprescindibles para la optimización de todos los inputs en agricultura, entre ellos el agua y los fitosanitarios, así como para reducir las emisiones de CO2 por hectárea producida. Tampoco debemos olvidar que las empresas productoras llevamos años dando pasos hacia una agricultura cada vez más sostenible, desarrollando moléculas con un efecto cada vez más localizado y que generan el menor impacto ambiental posible.

Este no es un trabajo rápido, ni barato: de media, para lanzar al mercado una molécula nueva tardamos unos 11 años de investigación y unos 250 millones de euros de inversión para una sola molécula. Teniendo en cuenta este esfuerzo y el objetivo de contribuir a definir una agricultura más y más sostenible, desde hace años BASF ha incluido los criterios de sostenibilidad en su trabajo de I+D. De las 140.000 moléculas que se estudian para sacar una al mercado, solo pasan a una fase sucesiva de la investigación aquellas cuyos perfiles respetan esos criterios.

La UE debería facilitar la introducción de la innovación en la agricultura, en forma de nuevos productos fitosanitarios o tecnologías innovadoras como las Nuevas Técnicas Genómicas (NGT), así como las herramientas (digitales), sin duda factores clave para alcanzar una agricultura cada vez más sostenible. Así como a nadie se le ocurriría dificultar o vetar la introducción o el empleo de medicamentos y técnicas más eficaces y menos invasivas para cuidar de la salud de las personas, sería importante hacer lo mismo con la salud de las plantas, que son seres vivos que se enferman y mueren. Y que, además, nos dan alimento.

-¿Cómo contempla la sucesión de años de sequía y elevadas temperaturas en la península ibérica? ¿Está el sector en condiciones de afrontar el cambio de panorama que se está planteando de forma tan vertiginosa?

-A la vista está en estos últimos dos años, incluso tres en algunas zonas del país, la reducción de las precipitaciones que nos ha llevado a una sequía sin precedentes en España. Seguramente estamos viviendo años desafiantes, sobre todo en un sector como el de la agricultura, que tanto depende del clima y de la disponibilidad de agua.

Sin embargo, lo que nos dicen las observaciones oficiales es que este fenómeno es cíclico y suele durar entre uno y cuatro años, como fue en el caso de la sequía del 1979-83 o la del 1991-95, hasta llegar a la del 2017. Por eso soy optimista y confío en que pronto empezará otro ciclo, más húmedo, con precipitaciones dentro de parámetros usuales.

Debido a esta ciclicidad, creo que medir el pulso de nuestro sector basándonos en uno o dos años, no es lo más acertado. De hecho, a pesar de estas dificultades, el sector agrícola lleva unos años con alguna tendencia realmente positiva, que también nos brinda optimismo. Por ejemplo, los precios de las commodities han ido creciendo y los agricultores, también gracias a la adopción de nuevas herramientas digitales y otras innovaciones, están consiguiendo ser más eficientes y, en muchos cultivos, incrementar las producciones y la rentabilidad de su trabajo.

Desde BASF creo que es clave que, sobre todo cuando se dan condiciones desfavorables, sigamos investigando, desarrollando y llevando al mercado innovaciones, como Revycare® en cereales, Revyona® en viña y frutales o el biológico Velifer® en hortícolas. Estas son algunas herramientas que ponemos a disposición del agricultor para que pueda maximizar su cosecha o, en años tan duros como este, minimizar perdidas. 

-¿Qué papel le corresponde a la digitalización en la agricultura?

-El papel de la digitalización en la agricultura es crucial para que el agricultor logre encontrar el equilibrio adecuado entre la rentabilidad de su trabajo y una agricultura más sostenible. Las herramientas digitales ayudan al agricultor en la toma de decisiones y eso mejora notablemente la eficiencia de su trabajo, así como el rendimiento de su cultivo. Como matizaba anteriormente, la digitalización permite reducir los costes de producción, fomentando un uso más racional de todos los insumos, así como una optimización del trabajo de campo, lo cual produce un ahorro en términos de CO₂ por hectárea cultivada.

En definitiva, gracias a la digitalización, el agricultor reduce su impacto sobre el medioambiente. Estoy convencido de que el conocimiento del agricultor sigue y seguirá siendo fundamental. Simplemente, se complementa con la información producida por estas nuevas herramientas. Entre ellas están, por ejemplo, los DSS (sistemas de apoyo a la toma de decisiones), como      Agrigenio para viña, uva de mesa, olivo, tomate de industria y patata, que permiten al agricultor tomar decisiones basándose en datos reales recopilados en sus explotaciones y así realizar solo aquellos trabajos en campo que son necesarios y en el momento en el que se necesitan, incluyendo la aplicación de un producto fitosanitario.

También contamos con la agricultura de precisión que nos permite aplicar producto fitosanitario solo y exclusivamente sobre las plantas que están enfermas y en el momento más adecuado, para maximizar su eficacia.  Para ello utilizamos Big Data, IA, sensores, drones o GPS. Todas estas tecnologías permiten al agricultor ser mucho más competitivo.

-¿Se puede hacer frente a los retos del sector, especialmente a los sanitarios, desde una perspectiva exclusivamente ecológica? ¿Tiene loecorespuesta para todo o es solo una parte de las respuestas?

-BASF ofrece un portafolio que permite hacer una gestión integrada de las plagas en campo gracias a la combinación de productos de origen químico con otros biológicos, siendo los últimos una pieza interesante y complementaria dentro de un plan de tratamientos para ayudar a los agricultores a cumplir con los estándares marcados por los supermercados. Estos, conocidos como “estándares secundarios”, fijan límites de residuos más allá de los legalmente establecidos, llamados LMR.

Está claro que, en este sentido, productos biológicos como Serifel® y Velifer®, que lanzamos respectivamente el año pasado y este año en hortícolas, reducen el nivel o el número detectable de residuos en la cosecha y por eso se integran muy bien en los programas de protección equilibrada (smart programs), sobre todo si utilizados a final del ciclo, antes de la cosecha. Con lo cual consideramos este tipo de productos un complemento perfecto para que los agricultores puedan comercializar más fácilmente sus producciones.

¿El futuro del sector es una cuestión de todos? ¿Qué lugar ocuparán los actuales profesionales del campo? ¿Es optimista en este sentido?

-Veo un futuro muy desafiante para toda la industria. Sin embargo, en los últimos 10 años también hubo retos y cambios que pudimos superar y mejorar. Estoy seguro de que no va a ser diferente ahora. En el sector agro trabajan muchísimas personas creativas y, sobre todo, con una pasión por lo que hacen que no se ve en otras industrias.

Esto hace que sea el trabajo más valioso de la tierra. Y como decía anteriormente, la digitalización ya es una realidad en la agricultura y es una gran ayuda para todo el sector, especialmente para el agricultor y los profesionales del campo. Ahora bien, no imagino un futuro donde la digitalización llegue a reemplazar al hombre. De hecho, creo, por el contrario, que potenciará su rol y lo transformará en un profesional mucho más completo y con más recursos que antes.

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