Ha llegado el mes de mayo y el agricultor sabe que le toca presentarse a los exámenes finales, porque es ahora cuando se comprueba si ha hecho los deberes con diligencia; el cereal experimenta su explosión de crecimiento, y por ello surgirán problemas allí donde no se han hecho bien las cosas
Este año tan particular nos recuerda que el agricultor no puede repetir la misma tarea año tras año, de forma mecánica. En materia de fertilización, el profesional debe adaptarse al cultivo, al tipo de suelo y al año del que se trate. Porque ciertos nutrientes son móviles en el suelo y eso, añadido al factor suelo, hace que exista carencia de ciertos nutrientes, sobre todo en terrenos ligeros. Dicho de otro modo, el profesional no puede realizar una labor estática y la agricultura no es una faja, un esquema preconcebido, sino una herramienta que hay que saber manejar con capacidad de adaptación.
El calendario nos recuerda que deberíamos estar en plena siembra de maíz, lo que nos lleva a recordar la necesidad de realizar un abonado de fondo entre quince y veinte días antes de enterrar la semilla; una práctica que muchas veces no se cumple por falta de tiempo y que este año será poco menos que imposible. Pero es algo que no cabe olvidar, dado que el fertilizante debe actuar con el suelo y formar parte de él para que la planta pueda absorberlo.
Ese abonado con tiempo suficiente en maíz es recomendable, incluso, en periodos de lluvia abundante porque la mayor parte de los nutrientes del NPK permanecen en el suelo y la planta podrá absorberlos. Así, es interesante aportar al suelo nitrógeno en forma amoniacal, cuyos átomos con carga positiva se atraerán con los elementos vivos del suelo, de carga negativa. En relación con el fósforo, es necesario que el agricultor se informe sobre la forma en que lo compra, puesto que el fósforo disponible por la planta es exclusivamente el soluble en agua y en citrato amónico.
Más adelante, cuando llegue el abonado en cobertera, deberemos recordar que al maíz no le puede faltar nitrógeno en el estado entre la sexta y la octava hoja. Tampoco cuando queden entre diez y quince días para la floración, puesto que la planta vive momentos críticos en esos momentos, con importantes picos de consumo; si le falta ese nitrógeno, caerá su potencial productivo.
Resulta de vital importancia conocer cuántas unidades de fertilizante requiere una planta, igual que resulta clave saber cuál es el momento oportuno para ponérselo a disposición. Con carácter general, el maíz necesita entre 23 y 25 unidades de nitrógeno por cada mil kilos de producción; el potasio necesita 20 unidades y el fósforo, de diez a doce. Sin embargo, no debemos olvidar que la agricultura no es una ciencia exacta: el profesional deberá realizar una serie de correcciones en función del suelo y su pH, así como en función del sistema de riego, porque –y esto es una obviedad– no es lo mismo regar por aspersión que regar a manta.
Esta es una ocasión para recordar la importancia de macronutrientes secundarios como el azufre por la denominada ‘ley del mínimo’, según la cual el rendimiento de la cosecha está determinado por el elemento nutritivo que se encuentra en menor cantidad. Además, un exceso en cualquier otro nutriente no compensa la deficiencia del elemento limitante. De ahí la insistencia en esta sección de trabajar por una fertilización racional, en la que no invertir de más en abonado, y equilibrada, con una adecuada proporción entre los diferentes nutrientes.
Aunque el mensaje se haya repetido muchas veces, nunca nos cansaremos de reiterar la importancia de realizar un análisis de suelo, y de forma especial un análisis foliar, puesto que una cosa es analizar la riqueza del suelo y otra conocer las necesidades concretas de una planta.
Tan importante como realizar los análisis es
saber interpretarlos de forma adecuada a la hora de efectuar una recomendación de abonado. De hecho, un análisis correctamente interpretado deparará dos recomendaciones sustancialmente distintas para otras tantas explotaciones situadas en comunidades diferentes, aunque se trate de un mismo cultivo y de dos suelos del mismo tipo.