“El análisis de suelos es la herramienta fundamental para evaluar la fertilidad del suelo, su capacidad productiva, y es la base para definir la dosis de nutrientes a aplicar”, aseguran desde el servicio agronómico de ACOR. Para el técnico de UCCL Emilio Alba hablar del suelo es hacerlo de “la madre del cordero de la agricultura”.
“Es el tubo digestivo de las plantas. Hay que conocer cómo se encuentra y qué comida tiene”, ejemplifica. Alba insiste en la necesidad de que el agricultor “mime” la tierra, para lo cual es imprescindible conocer qué recursos tiene y, a partir de ahí, determinar las aportaciones que necesita.
Con método
A partir de la interpretación de los resultados del análisis de las propiedades físicas y químicas en el laboratorio (pH, conductividad, textura, materia orgánica, carbonatos, fosforo, potasio, sodio, magnesio, boro, y otros) se elaboraran recomendaciones agronómicas para la optimización del abonado, con la finalidad de mantener la fertilidad.
La agricultura de décadas atrás era menos extractiva que la actual, de manera que con la aportación de materias orgánicas se mantenía el suelo. Eso es imposible hoy en día. La fertilización racional y un plan de rotaciones adecuadas son determinantes para mantener las parcelas productivas. A pesar de todo, los cultivos de la región no son extremadamente exigentes para la tierra, con la patata, la remolacha y el maíz encabezando el listado de los que más nutrientes requieren, tal como señala el experto de UCCL.
El punto más crítico del análisis es la representatividad de la unidad de muestreo, pues solo se analiza una pequeña cantidad que representara la información de todo el lote, parcela o superficie a analizar. Aunque no hay un método único de toma de muestras, desde ACOR destacan algunos pasos básicos para obtener una muestra representativa de la parcela:
La submuestras deben juntarse en un recipiente y removerse para homogeneizarlas. Luego se separara una cantidad entre uno y 1,5 kilos a una bolsa que deberá quedar correctamente identificada con el nombre y el polígono, parcela, localidad de cultivo e indicando el cultivo a sembrar.
En el laboratorio de INEA recomiendan no apurar hasta el límite la separación entre suelo y subsuelo para evitar contaminaciones entre estas capas, ya que normalmente la capa de subsuelo es menos fértil que la capa de suelo, así como retirar la cubierta vegetal antes de proceder al muestreo, usar herramientas limpias, y no utilizar aperos galvanizados o de bronce si se quieren analizar micronutrientes como cinc o cobre.
Antes de la siembra
En la cooperativa azucarera señalan que debe realizarse análisis antes de la época de siembra o cerca de la época de fertilización entre cada ciclo de rotación. “De hecho actualmente aquellos agricultores que quieran acceder a las ayudas agroambientales y climáticas de cultivo sostenible de la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León tendrán obligación de cumplimentar y mantener actualizado un Cuaderno de Explotación con los datos y tareas de su explotación, entre los que figure un análisis de suelo en cada una de las parcelas de acuerdo a su registro en la PAC. Estos análisis deberán realizarse como mínimo cada cinco años”, indican.
Alba también recomienda hacer análisis de antes de comenzar cada ciclo de rotación. “Es una buena media para conocer qué hemos hecho bien y mal, y qué correcciones hay que hacer. Cada suelo es un mundo. Hoy la tierra tiene unas características y dentro de unos pocos años tendrá otras dependiendo de la gestión que haya tenido”, explica. “El suelo tiene memoria y nos devuelve lo que le damos. Los grandes recursos del agricultor son su conocimiento personal y el suelo, por encima de la maquinaria y de otras posesiones”, advierte.
Peña matiza que la frecuencia de análisis puede variar por cultivos. “Por ejemplo en los de secano se recomienda repetir el análisis a los tres o cuatro años, mientras que en los regadíos, donde las exigencias de rendimiento son mayores, la recomendación es cada 2 o 3 años”, añade.
Una inversión
ACOR presta un servicio de análisis y asesoramiento agronómico con recomendación sobre la fórmula y cantidad del fertilizante a emplear, a partir de una amplia recopilación de datos extraídos de los ensayos, observaciones y experiencia; sin costos para el agricultor asociado a la cooperativa, centrándose en los cuatro cultivos con que se trabaja: remolacha, girasol, colza, y trigo.
El socio de ACOR puede acceder a estos servicios sin más que acercarse, con las muestras que desee analizar, al laboratorio de tierras situado en las instalaciones de la fábrica azucarera de ACOR en Olmedo.
El laboratorio, que cuenta con certificación ISO 9001, viene realizando una media de 1.200 muestras al año. Es una cantidad que ha aumentado alrededor del 70% en 2015 “debido a la mayor concienciación del agricultor con las ayudas a la gestión integrada de la administración”.
De cualquier manera, el coste de los análisis no deben suponer nunca un freno para al agricultor, que debe ver como una inversión muy rentable los aproximadamente 70 euros que cuesta la determinación completa de las características del suelo, en torno a 40 euros si solo le interesa un control básico de fertilidad (según las tarifas de INEA). Esto, especialmente, teniendo en cuanta que la comunidad de Castilla y León tiene una gran variedad de suelos: depende de la región, también de la topografía, si es vega o páramo, etc.
Son muchas las empresas y cooperativas que ofrecen el servicio de análisis. En Campal recepcionan las muestras y, una vez que disponen del resultado hacen las recomendaciones pertinentes de abonado; todo sin coste para el agricultor. Agropal y Lesa también prestan el mismo servicio a clientes y socios.