En el Día del Medio Ambiente, desde la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos (AEACSV) se quiere recordar que la degradación del suelo en sus diferentes formas sigue siendo uno de los problemas ambientales más graves que sufrimos en nuestros días.
No solo en España, sino en Europa y el resto del mundo, se producen problemas ambientales relacionados con los suelos que agravan en muchas ocasiones las situaciones de inestabilidad y pobreza de las poblaciones que sobre ellos fundamentan su actividad diaria.
Según la Comisión Europea, la desertización, la degradación de la tierra y las sequías afectan a más de 1.500 millones de personas en más de 110 países; el 90 % de las cuales viven en países no desarrollados. Y a nivel mundial, de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la degradación del suelo provoca una pérdida anual de hasta 50.000 km2, sobre todo debido a la erosión.
El ritmo de pérdida de suelo que genera la erosión es del todo insostenible, ya que la regeneración por medios naturales del suelo es unas 20 veces menor al ritmo anual de pérdida.
La degradación del suelo amenaza también a la biodiversidad. El suelo contiene alrededor del 30% de todos los organismos vivos del planeta. La mayoría de los procesos del ecosistema terrestres que sustentan la vida en el planeta (por ejemplo, la fertilidad del suelo, ciclos de nutrientes, los flujos de gases de efecto invernadero, el control de la contaminación, etc.) son, de hecho, todos impulsados por la biología del suelo. Sin embargo, la vida en el suelo pasa a menudo desapercibida.
Debido al cambio climático, las regiones agrícolas mediterráneas se verán especialmente impactadas por el incremento de temperaturas y la disminución de lluvias, las cuales se producirán cada vez más de forma torrencial. Esto supondrá un riesgo para la superficie de suelo apta para cultivo, debido a las consecuencias que estos fenómenos conllevan en el incremento de la erosión y en la pérdida de calidad del suelo. Basta decir, como prueba del impacto del clima en la agricultura, que su inestabilidad afecta entre un 32% y un 39% a la variabilidad en el rendimiento agrícola.
La agricultura de conservación, una solución necesaria
El objetivo de la agricultura de conservación es lograr una agricultura sostenible para el medio ambiente y rentable, dirigida a mejorar la vida de los agricultores mediante la aplicación de tres principios básicos: una perturbación mínima del suelo, la cobertura permanente del suelo y la rotación de cultivos.
Este sistema sostenible ofrece un potencial enorme para toda clase de tamaño de fincas y sistemas agroecológicos, haciendo un uso eficiente de los recursos naturales, ahorrando y haciendo un uso eficiente de insumos y combustibles fósiles.
La adopción de prácticas agrícolas como la Agricultura de Conservación, alternativa al laboreo intensivo del suelo, ha contribuido a un mayor control de la erosión del suelo, a un aumento de la materia orgánica y a una disminución de las emisiones de CO2.
De acuerdo a un estudio de la AEACSV sobre fijación de carbono en la agricultura, en términos de CO2, la cantidad almacenada por la superficie manejada mediante técnicas de Agricultura de Conservación en España es de más de 9 millones de toneladas de CO2 al año, con un potencial de fijación cercano a los 53 millones de toneladas de CO2.
Proyectos europeos como el LIFE+ Agricarbon, LIFE+ Climagri y LIFE Agromitiga, cofinanciados por la Comisión Europea, están poniendo de manifiesto el enorme potencial que la agricultura de conservación tiene para nuestro país. Más de 2 millones de hectáreas en cultivos anuales y cultivos leñosos se cultivan en este sistema sostenible.