Para obtener vinos de calidad, y mantener unos ingresos aceptables, es necesario regar las viñas haciendo una buena gestión de la aplicación de agua
El productor está obligado en la situación actual a conseguir las mejores producciones con la menor cantidad de agua
Pablo Carnicero. Director de Marketing y Comunicación de Regaber
Durante las últimas décadas se ha experimentado un cambio radical en el mercado vitivinícola mundial, donde aparecen nuevas zonas productoras de vino en condiciones climáticas completamente diferentes a las tradicionales, pero con producciones elevadas y calidades cada día mejores.
A medida que la producción de vino del ‘nuevo mundo’ alcanza niveles de calidad y cantidad nunca vista, los productores tradicionales, se están adaptando a las nuevas tecnologías con el fin de conseguir una inversión a largo plazo, asegurando una calidad de cosecha constante y homogénea.
En nuestros campos estamos sufriendo condiciones meteorológicas adversas que modifican las necesidades hídricas y a medida que los efectos del calentamiento global se intensifican, los vinicultores europeos reexaminan los métodos de cultivo tradicionales e incorporan elementos nuevos, como los sistemas de protección antiheladas.
Todas estas influencias nos encaminan a la casi obligación de regar nuestras viñas si queremos obtener vinos de calidad y mantener unos ingresos aceptables, pero no sólo nos sirve con regar sino que, además, debemos realizar una gestión del riego correcta. En toda Europa, los viticultores están cambiando al riego de última generación para poder continuar produciendo vinos finos en forma también constante y homogénea.
Riego deficitario controlado (RDI)
A día de hoy, la mayoría de centros de investigación que trabajan con el riego se están esforzando en la evaluación del riego deficitario controlado o RDI. El razonamiento es muy sencillo, con la actual situación de escasez de agua debemos conseguir las máximas producciones con la menor cantidad de agua y en ello se están esforzando para la práctica totalidad de los cultivos.
El control del riego nos permitirá controlar los siguientes parámetros: tamaño del fruto, régimen de vegetación y luz, disposición de nutrientes, fotosíntesis, turgencia y concentración de sólidos.
Una eficaz aplicación de la estrategia de RDI está estrechamente ligada a un estricto control del riego y esto es posible sólo cuando se utilizan técnicas de riego avanzadas, como es el caso del riego por goteo y si es posible el apoyo de sensórica que permita monitorizar el agua disponible en la zona radicular, o bien dentrómetros, que serán los elementos mínimos necesarios para determinar el estado del cultivo.
Cuando se ha elegido la estrategia de RDI, los agricultores deben considerar varios factores: follaje, suelo y condiciones climáticas, tanto del invierno anterior como de la temporada presente. En especial, condiciones ambientales tales como lluvia caída (cantidad y oportunidad), retención de agua y la evapotranspiración.
¿Cuándo regar?
Nuestro conocimiento de la planta siempre es fundamental para contrastar el trabajo realizado. En la actualidad, básicamente, estamos acostumbrados a trabajar con la información de las estaciones meteorológicas cercanas, que adaptamos mediante el correspondiente Kc o coeficiente de cultivo y aplicamos la cantidad de agua indicada.
Estos datos los debemos adaptar al sistema de riego que tenemos y ser conscientes del tiempo que necesita nuestro campo para regar la zona efectiva de nuestro sistema radicular. Por ejemplo, con los goteros UniRAM de 2,3 l/h separados 75 centímetros, en un terreno franco-arcilloso, puede tardar dos horas en llegar a profundidades de 80 centímetros, por lo que no es recomendable realizar riegos de una hora porque no llegaría a toda la zona regable, o ni regar tres horas en las que únicamente perderíamos agua por percolación.
Los coeficientes de cultivo o Kc, suelen estar entre el 0,15 y 0,20 hasta el cuajado y ajustado al objetivo que tengamos en nuestra plantación, pero no obstante normalmente no realizamos recortes a no ser que no dispongamos de agua suficiente.
Podemos generar algunas orientaciones fundamentales que indicamos a continuación:
El buen estado hídrico de la planta, aumenta el tamaño de las bayas, así como el número de racimos y el número de bayas por racimo. Este buen estado hídrico, no interfiere en el grado alcohólico, pero sí, en el nivel de antocianos y por ende en la calidad del producto final. Someter a un estrés hídrico en las primeras fases de cultivo, como son las Fases I y II, ayudará a reducir el crecimiento de la uva, pero esperar a la fase IV, puede ocasionar pérdida de color. Es decir, a priori, si queremos utilizar la misma cantidad de agua, parece más recomendable, reducir respecto a las necesidades de la planta, en las primeras fases, que en la última.
Desde la brotación hasta que la baya tenga el tamaño de un guisante, la planta prioriza el desarrollo vegetativo frente a desarrollo del fruto. Durante esta fase no es frecuente la falta de agua, ya que las lluvias invernales garantizan agua en el terreno, de manera que la brotación de la vid y primeros estados de desarrollo se producen en condiciones de capacidad de campo del suelo.
Por otro lado, el desarrollo foliar es aún escaso y la evaporación es todavía baja, por lo que las necesidades hídricas, son bajas y no siempre es preciso utilizar un aporte de agua extra.
Sin embargo, estamos ante una fase delicada, porque si tiene falta de agua, la brotación generada será irregular y con crecimiento lento del pámpano llegando a detener el desarrollo vegetativo.
La carencia de este desarrollo vegetativo, puede impedir una maduración completa de las bayas y la acumulación de sustancias de reservas en las partes permanentes de la planta, cuyo efecto se notará en el ciclo siguiente.
En la Fase III -que va desde el cuajado del fruto hasta el final de la división celular- queda definido el tamaño de la baya, por lo que debemos ser muy cuidadosos en esta fase. Un exceso de agua, nos producirá frutos de tamaño excesivo, con la falta de antocianos asociada y un riego deficiente, nos hará perder producción. En el caso de vinos blancos, este valor, nos preocupará menos.
Otro factor importante, será el envejecimiento de la parte vegetal cuando no hay suficiente agua. En la Fase IV – la de maduración o parte final de crecimiento del fruto- es importante que no se reduzca de forma excesiva el agua disponible, ya que aquí se generan las reservas para el año siguiente y el crecimiento radicular.
Frecuencia de riego
A diferencia de los métodos convencionales de riego, el riego por goteo no consiste en utilizar el suelo como reserva de agua puesto que la distribución horizontal de la misma es limitada y depende en las propiedades de conductividad hidráulica del suelo. Por lo tanto, este método requiere riegos frecuentes para poder eliminar la percolación del agua a las capas del suelo debajo de las zonas radiculares principales.
La frecuencia es determinada por tres factores principales; propiedades del suelo, el promedio de evapotranspiración y el promedio de emisión de agua del sistema de riego.
Los sistemas de riego están normalmente diseñados para suministrar los requerimientos de agua de por lo menos un día durante el máximo de la temporada. Al principio y al final de la temporada, cuando los requerimientos de agua son bajos (debido a las bajas demandas de evaporación y al bajo riego superficial de la cubierta), las frecuencias pueden variar entre uno y dos por semana.
Durante la temporada mayor, las frecuencias pueden incrementarse hasta diario. Los suelos arenosos requieren más frecuencia de riego que los suelos pesados. La acumulación de déficits mayores puede requerir una duración extendida de horas de riego y puede causar la percolación del agua o acumulación de desechos.
Los tensiómetros u otros sensores de la humedad del suelo localizados a 40 centímetros de distancias horizontales y verticales de los goteros pueden ser herramientas útiles para ajustar el promedio de riego además de usar datos meteorológicos. Las constantes lecturas de la humedad en el suelo indican un riego apropiado.
El incremento o disminución de las lecturas semanalmente indican el exceso o deficiencia en el riego respectivamente. En caso de tener que disminuir la aplicación de agua es preferible mantener el tiempo de riego y aumentar el intervalo en días. De esta manera se proporciona un mejor control de la severidad de la tensión.
El control de riego hecho por sensores del suelo también pueden ser automatizados por una sistema de control como el uManage de Netafim, que es capaz de promediar las lecturas de algunos sensores y activar o desactivar el sistema de riego en ciertos valores de umbral predeterminados.
Además de los sensores de humedad del suelo para la determinación del umbral para el riego, se aconseja colocar un sensor a una profundidad de 1,2 metros para poder monitorizar alguna posible percolación. La percolación del agua en las capas de la tierra debajo de la zona radicular no es buena señal. Puede causar malas lecturas en los cálculos de las cantidades de agua y minerales suministrados por medio del fertirriego, que se busca para el consumo de los viñedos.
Por último, destacar la importancia del riego subterráneo en viña, que está convirtiéndose en referente debido a la reducción de pérdidas de agua por evaporación y la proximidad de agua y fertilizantes al sistema radicular.
El principal elemento para este tipo de riegos, es el gotero, ya que es el elemento más sensible de la instalación, por lo que siempre deberá instalarse en cultivos leñosos, un gotero fabricado con barreras de protección física contra raíces, como el UniRAM.
La PRD (Partial Rootzone Drying)
Esta técnica consiste en poner dos líneas de goteo, una a cada parte de nuestra línea de cultivo y el riego se realizará alternativamente en periodos de unos 10 o 15 días de riego por cada zona. De esta forma, sometemos parte del sistema radical de la planta a un régimen de desecación del suelo mientras a la otra mitad se le suministra el 100% de las necesidades. Cuando la parte de suelo en desecación agota el agua se intercambia el proceso siendo la zona en desecación la que hasta entonces recibía agua y viceversa.
Ante la señal de falta de agua en el suelo la planta responde sintetizando ABA en las raíces, que es llevado hasta las hojas cerrando parcialmente estomas, ahorrando agua, pero manteniendo los mismos potenciales hídricos y las mismas tasas de fotosíntesis que corresponden a una cepa a la que no le falta agua y tiene todo el sistema radical húmedo, con lo que se consigue una alta eficiencia en el uso del agua.
Por otra parte, también se reduce el desarrollo vegetativo en plantas regadas utilizando el método PRD. Desgraciadamente, el efecto colchón del sustrato, hace que en terrenos muy profundos y con alta capacidad de agua en el mismo, queden anuladas estas técnicas al disponer de agua en perfiles más profundos y anulándose el efecto PRD y por el contrario, es muy visible en suelos arenosos o de perfiles reducidos.
Fotografía: Viñedo. Autor: Regaber.