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Así funcionan los sistemas agrícolas en jable (arena volcánica) en Lanzarote

Las zonas agrícolas de la isla están íntimamente ligadas a eventos volcánicos y formaciones geológicas, que no se consideran obstáculos, sino aliados de la producción

El sistema agrícola de secano de Lanzarote representa un ejemplo excepcional de adaptación tradicional a condiciones ambientales extremas.

En una región con menos de 150 mm de precipitación anual y frecuentes sequías, las comunidades han desarrollado y sostenido un método de captación y retención de humedad que permite la producción de alimentos sin riego.

El uso del lapilli volcánico (picón) y del acolchado con arena marina conserva la humedad del suelo y lo protege de la erosión, la salinidad excesiva y la exposición solar. Las cavidades protegidas con muros de piedra, conocidas como socos, resguardan a las plantas del viento intenso, garantizando su supervivencia en este clima riguroso.

Perfeccionadas a lo largo de siglos, estas prácticas contribuyen a los debates globales sobre el uso sostenible del suelo, la prevención de la desertización y la agricultura en ecosistemas con escasez de agua.

Ante el avance del cambio climático, el modelo de Lanzarote ofrece valiosas enseñanzas para la agricultura en tierras áridas a nivel mundial.

Seguridad alimentaria

A pesar de la aridez, este sistema garantiza el cultivo continuo de productos clave como la vid, higos, cebollas, legumbres y cereales. Estos no solo constituyen alimentos esenciales para las poblaciones locales, sino que también generan ingresos a través de la producción comercial.

La candidatura fue desarrollada conscientemente para reflejar esta dualidad, incluyendo tanto productos tradicionales de exportación como el vino, como cultivos básicos arraigados en la dieta campesina.

Malvasía volcánica

La producción agrícola está estrechamente ligada a las economías familiares y se ve reforzada por el agroturismo, la transformación local y las tradiciones gastronómicas.

El sector vitivinícola, en particular la reconocida variedad malvasía volcánica, ofrece oportunidades de valor agregado para los pequeños productores.

Los agricultores han adaptado las estrategias de siembra y los ciclos de cosecha a las lluvias impredecibles y los fuertes vientos, empleando métodos de bajo insumo que reducen los costos y la dependencia de recursos externos.

Al sostener la actividad agrícola en un entorno desafiante, el sistema contribuye a la seguridad alimentaria y la resiliencia rural.

Agrobiodiversidad

El sistema de Lanzarote sustenta una gama limitada pero altamente adaptada de cultivos aptos para condiciones secas, como variedades de vid tolerantes a la sequía, cereales tradicionales como el maíz y la cebada, higos locales, batatas y leguminosas.

Estos suelen cultivarse a partir de semillas conservadas localmente y variedades tradicionales moldeadas por generaciones de selección en ambientes áridos.

Los análisis genéticos han demostrado que las variedades de vid de Lanzarote son marcadamente distintas de sus equivalentes continentales, una singularidad preservada en parte porque la isla, a diferencia de la mayoría de Europa, nunca requirió el injerto sobre patrones americanos.

Las técnicas tradicionales de poda y los métodos de cultivo adaptados a suelos volcánicos refuerzan la resistencia a la salinidad y al viento. Junto a las especies cultivadas, la flora nativa y endémica se conserva en los márgenes de campos y terrazas, apoyando la polinización y el equilibrio ecológico.

Conocimientos locales

La agricultura en Lanzarote se basa en un conocimiento empírico profundo transmitido de generación en generación. Los agricultores comprenden el comportamiento de los suelos volcánicos, los ciclos de humedad y las variaciones microclimáticas, y aplican este saber a la ubicación de los cultivos, la profundidad de siembra y el momento de la cosecha.

Técnicas como los muros de piedra semicirculares (zocos) para proteger cada vid del viento, o la cuidadosa superposición de capas de picón y tierra para atrapar el rocío nocturno, demuestran una adaptación refinada a la geología y el clima únicos de la isla. Estos sistemas de conocimiento son dinámicos, se transmiten oralmente, mediante el trabajo familiar y la experimentación local.

En los últimos años, también se han difundido a través de cooperativas, escuelas e iniciativas de innovación lideradas por agricultores.

Cultura y valores

El sistema agrícola de Lanzarote está profundamente arraigado en la identidad cultural de la isla y en su visión ambiental. Una antigua cultura del agua ha dado forma a sistemas tradicionales para captar, canalizar y almacenar la escasa lluvia en todo el territorio.

La influencia del artista César Manrique se refleja en estrictas políticas de protección del paisaje, que preservan la arquitectura tradicional y limitan la contaminación visual, concentrando el turismo en las zonas urbanas costeras para proteger el interior rural.

La designación de la isla como Reserva de la Biosfera y como Geoparque Global de la UNESCO atestigua su excepcional compromiso con el cuidado ambiental.

Estos elementos, junto con las cooperativas agrícolas, cofradías del vino y asociaciones locales, ayudan a mantener la infraestructura, reforzar la memoria colectiva y transmitir una ética del territorio basada en la resiliencia, el respeto por la naturaleza y la responsabilidad intergeneracional.

Paisajes y aguas

El paisaje agrícola de Lanzarote es una expresión viva de la adaptación humana a un entorno árido y volcánico. Las laderas en terrazas, las depresiones en forma de cráter para viñedos y los campos alineados con picón crean una integración armoniosa entre la topografía natural y el espacio cultivado.

Estos paisajes cumplen una doble función: son sistemas productivos y monumentos culturales. Los muros de piedra, cortavientos y estructuras de conservación del suelo también cumplen funciones ecológicas como la retención de agua, el control de la erosión y la creación de corredores de biodiversidad.

Las zonas agrícolas de Lanzarote están íntimamente ligadas a eventos volcánicos y formaciones geológicas, que no se consideran obstáculos, sino aliados de la producción. Su preservación es esencial para mantener tanto el patrimonio como la funcionalidad de los ecosistemas.

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