Tomás Jurío
La viticultura española se ha desarrollado tradicionalmente como un cultivo de secano, que estaba establecido generalmente en suelos poco fértiles. Si a esto le añadimos que la pluviometría, sobre todo en verano, suele ser escasa, era normal que los viñedos españoles se labraran para evitar la competencia radicular, sobre todo hídrica, de las malas hierbas.

Solo en países o comarcas con una pluviometría alta, sobre todo en verano, se instalaban cubiertas vegetales vivas y permanentes en el viñedo con el fin, sobre todo, de disminuir el vigor excesivo de las cepas y proteger el suelo de la erosión.
Actualmente tenemos viñedos establecidos en zonas más productivas, como zonas de valle, zonas aluviales y en muchos casos con riego, donde los viñedos alcanzan un gran vigor; si a esto le añadimos que cada vez más la administración y la población son más sensibles a todo lo relativo con el medio ambiente, el cambio climático, el efecto invernadero, etc., nos encontramos con que las cubiertas vegetales pueden ser una herramienta que ayude a mitigar las consecuencias de estos cambios.
En otros cultivos leñosos, como los frutales, las cubiertas vegetales están algo más extendidas, pero no ocurre lo mismo en el viñedo, donde su implantación es muy baja, por debajo del 8%.
Considero que esto es así porque el establecimiento de estas cubiertas vegetales no han llegado como una técnica o práctica cultural para mejorar la calidad y/o el rendimiento del viñedo, sino sobre todo como una medida medioambiental que tiene innumerables beneficios.
Aparte de lo anterior, para el viticultor no es fácil ni el establecimiento ni el mantenimiento de estas cubiertas vegetales. Además, hay que invertir en maquinaria específica como sembradoras, segadoras, etc., y también puede mermar mucho la producción de uva o incluso en casos severos y sin control pudiera llegar a limitar el desarrollo de las vides.
Otros efectos negativos de dichas cubiertas es que puede aumentar el riesgo de heladas primaverales y de enfermedades criptogámicas. Sin embargo, desde las administraciones europeas se viene haciendo mucho hincapié en su establecimiento por los efectos beneficiosos sobre el suelo y el cambio climático, ayudando además con subvenciones dentro de la PAC para incentivarlas.
Y es ahora, con las cubiertas vegetales establecidas, cuando precisamente se están haciendo innumerables ensayos técnicos en campo para ver los beneficios que pudieran tener sobre el viñedo, sus uvas y mostos, investigando sobre multitud de factores como tipos de especies vegetales, espontánea o sembrada y dentro de esta qué tipo de semillas, dosis de siembra, época de siega, etc., cubrir todas las calles del viñedo, o calles alternas, cubrir también la línea de las cepas o por contra esa zona ararla o utilizar herbicidas, etc. y todo esto para poder evaluar cómo afectan las diferentes variantes al vigor de la planta (diámetro y longitud de los sarmientos, peso del racimo y bayas, superficie foliar expuesta, etc.), a la composición de los mostos en cuanto acidez, pH, ácido málico, nitrógeno fácilmente asimilable, o incluso estudios sobre levaduras que se pueden encontrar en cubiertas espontáneas, etc.
No cabe duda de los beneficios que tienen las cubiertas vegetales sobre el suelo; evitan la erosión eólica e hídrica sobre todo en parcelas en pendiente, disminuyen también la escorrentía, mejoran la estructura por la elevada acción radicular, aportan materia orgánica y aumentan la fertilidad mineral.
Además, se mejora la actividad microbiológica y el aumento de anélidos como las lombrices, invertebrados con innumerables efectos positivos muy conocidos, y respecto al cambio climático se reduce el efecto invernadero al actuar estas cubiertas como sumideros de CO2 disminuyendo por tanto la huella de carbono.
En cuanto a beneficios para el viñedo podemos citar que en suelos muy fértiles o con un grado de humedad excesivo permiten restar vigor a la planta y que la respiración y asimilación de nutrientes por las raíces sea más idónea; también se elimina la suela de labor generada por arados excesivos y pases continuos de maquinaria; otra ventaja es que la cubierta vegetal te permite entrar con maquinaria incluso después de haber llovido, permitiendo realizar tratamientos fitosanitarios e incluso vendimiar a máquina.
Sin embargo, como he mencionado también existen efectos negativos debido a la competencia radicular, que provocan rendimientos menores con menor peso de baya.
Algunos estudios realizados por el proyecto VITISAD reflejan que los mostos provenientes de cubiertas vegetales tienen una menor acidez y niveles inferiores de nitrógeno asimilable. Respecto a las especies de plantas que se suelen utilizar están las gramíneas, festuca, ray-grass, trébol, leguminosas, etc., cada una con sus inconvenientes y ventajas según el tipo de suelo y condiciones climáticas que tengamos.
En definitiva, creo que la utilización de cubiertas vegetales en el viñedo es una asignatura que está aún por desarrollar. En viticultura nada es exacto, todo tiene sus pros y sus contras.
Viticultor, antes de implantar una cubierta vegetal asesórate muy bien por un técnico competente, puesto que no todos los viñedos necesitan cubiertas vegetales, ni todas las cubiertas son válidas para todos los viñedos.







