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sábado, octubre 5, 2024
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¿Estamos en precios de cereal barato o caro?

Analizamos la situación mundial a la luz de las grandes teorías económicas y respondemos a la pregunta en función de tres factores: demanda, oferta y capacidad de compra

Iván Álvarez. Asegrain
Iván Álvarez. Asegrain

Estamos acostumbrados a escuchar que un precio es “caro” o “barato”, pero esto ¿cómo se puede determinar o quién lo puede determinar?

Si vamos al caso concreto de los cereales (cebada, trigo, avena…), en los últimos 10 años hemos tenido precios inferiores a los actuales, y también superiores, con lo que atendiendo a la comparativa de precios no podríamos decir si los valores que marcan nuestras lonjas son caros o baratos

¿Y entonces? Quizá para poder sacar conclusiones más efectivas sobre los precios, y de esta forma poder tomar una decisión más consistente sobre si vender nuestra cosecha, una parte o esperar tiempos mejores… deberíamos analizar cómo se conforman los precios en general. Si atendemos a la teoría económica general, hay dos escuelas que nos dan visiones diferentes:

Escuela Keynesiana

La Escuela Keynesiana (John Maynard Keynes), a modo de resumen, considera el precio como algo estático o rígido, que solo se ve afectado si hay cambios en el gasto, consumo, inversiones o gasto público, es decir que los precios se conforman a través de los costes y si no hay cambio en dichos costes, no hay cambio en los precios.

Escuela de Adam Smith

La Escuela de Adam Smith, que considera que los precios dependen del “mercado” (“Mano invisible del mercado”), y por lo tanto el precio depende de: Demanda, Abundancia relativa de un producto o servicio (disponibilidad) y riqueza del demandante (es decir “capacidad de compra”).

Desde mi punto de vista, es más acertada la visión de Adam Smith que la de Keynes, y por esta razón hablamos de los factores que afectan a los precios/mercado.

De lo contrario, si nos fijamos en la opinión de Keynes, deberíamos solamente analizar los costes y el beneficio esperado, para determinar el precio de los granos. Seguro que muchos lectores han sufrido en “carne propia” los dos últimos años de incrementos de costes y sin embargo hemos tenido bajadas de precios.

Por tanto, si tomamos como más acertada la visión de Adam Smith, debemos analizar esos 3 factores que nos indica, para poder evaluar si los precios son baratos o caros:

Demanda

A nivel mundial, no crece con la misma velocidad que los años anteriores, y así lo indica el USDA en su último informe mensual de oferta y demanda mundial (día 12 de septiembre de 2024), donde sitúa la demanda mundial de trigo + otros granos en 2.312 millones de toneladas para la campaña actual y solo ha crecido desde hace 2 años en 64 millones de toneladas, mientras que los años anteriores a 2022 el incremento era superior a los 100 millones de toneladas anuales.


En España la demanda se ha reducido desde 2022, debido a la disminución de la ganadería, la normativa de bienestar animal, la falta de rentabilidad de muchas explotaciones, la falta de mano de obra o de relevo generacional, que ha motivado cierre de muchas granjas y con ello el consumo de granos.

Abundancia relativa (la oferta de cereales)

A nivel mundial la oferta crece al mismo nivel que la demanda, tal y como indica el USDA en su informe mensual de oferta y demanda mundial; la campaña pasada han aumentado las existencias mundiales, sobre todo en maíz, donde se han incrementado en casi 7 millones de toneladas (es decir, que se ha producido más de lo que se ha consumido en prácticamente 2 veces la cosecha de maíz de España).

A nivel España, seguimos siendo un país deficitario, y debemos importar entre el 30 y 50% de nuestras necesidades de consumo, pero dicho consumo está localizado en zonas cercanas a los puertos, y el cereal nacional logísticamente es muy costoso o complicado para llegar a dichas zonas.

Nos encontramos con gran abundancia de grano en las zonas productoras, e incluso una cosecha como la 2023/2024, donde la sequía ha provocado los menores rendimientos de los últimos años, ha terminado sobrando cereal.

Esta acumulación de grano en muchas regiones, por ejemplo en Castilla y León, podría provocar momentos de presión de ventas, y los precios deberían bajar para compensar ese extra-coste y llegar a las zonas de consumo, compitiendo con los puertos.

Riqueza del demandante (capacidad de compra)

No debemos olvidar que los cereales deben ser incorporados en diferentes procesos productivos (piensos, harina para consumo humano, etanol…) y en la mayoría de los casos su inclusión depende del precio.

Muchos de los productos producidos con cereal son “básicos” que se compran o venden en función del precio, y debido al interés de Gobierno y las autoridades económicas en que la inflación no suba, suelen ser todos estos productos muy vigilados, con precios que no pueden ser muy altos.

Es decir, si el precio de un teléfono móvil de última generación puede subir un 20-30% en un año, la demanda sigue creciendo. Pero si la docena de huevos o el kilo de pollo se incrementa en un 5% anual, se convierte en un “drama” que llena portadas de periódicos o de titulares de telediarios.

De esta forma, los productos básicos no lo tienen fácil para que los compradores acepten subidas en el precio, salvo situaciones especiales o extraordinarias como lo fue la guerra de Ucrania.

Conclusión

Del análisis de todos estos factores, no parece sencillo que se pueda producir una subida importante de los precios de los cereales, más allá de los propios movimientos de mercado (pequeñas subidas o bajadas puntuales), y si seguimos acumulando las existencias en nuestro almacén, en las regiones donde la producción es mayor que el consumo, esto puede provocar a medio plazo presión de bajada en los precios, cuando queramos ir vendiendo nuestra cosecha o parte de ella.

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