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jueves, octubre 10, 2024
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Las variedades de primavera suponen del 10 al 15% de la superficie de cereal

Las siembras de trigo y cebada de ciclo corto se inician en el mes de diciembre. El cambio climático puede otorgarles un papel más relevante en Castilla y León, puesto que requieren menos horas de luz y de frío, y cuentan con la ventaja de un mayor contenido proteico

Ricardo Ortega

Ya han comenzado las siembras de cereales de primavera en determinadas comarcas, como el norte de Palencia, y en los próximos días se generalizarán hasta alcanzar del 10 al 15% de la superficie dedicada a este cultivo en Castilla y León.

Estas variedades de trigo y cebada se siembran entre diciembre y principios de febrero, y por sus cualidades podrían desempeñar un papel mayor en la agricultura regional. Sobre todo desde que el cambio climático ha desdibujado las fronteras entre las estaciones del año. De hecho, la investigación en estas variedades es una de las líneas que priman la actividad del Itacyl desde hace más de doce años, como señala el responsable del Plan de Experimentación Agraria de la entidad, Gabriel Villamayor.

Esta actividad contrasta con la investigación realizada por las diferentes empresas obtentoras, dirigida sobre todo a conseguir variedades con mayores rendimientos y con una mayor resistencia a enfermedades.

Mayor producción de las variedades de ciclo largo

Las variedades de ciclo largo son muy mayoritarias a día de hoy porque en general se obtienen mayores producciones. La superficie dedicada a ciclos cortos oscila en función de la meteorología y podría aumentar si se diera un mayor compromiso de la industria transformadora presente en la comunidad.

Una de las compañías que apuestan por las variedades de primavera es la cooperativa Acor. En el caso del trigo duro, su departamento agronómico contempla una fecha de siembra entre el 1 de enero y el 15 de febrero. La dosis de siembra recomendada oscila entre los 240 y los 260 kilos por hectárea, siempre en función de la fecha escogida para sembrar y de la capacidad de ahijado de la variedad. Eso sí, en sus recomendaciones la cooperativa advierte de que las siembras tardías conllevan por lo general una disminución del rendimiento, mientras que las más precoces tendrán más riesgo por heladas tardías.

Horas de luz y horas de frío

Son dos las diferencias principales entre los cereales de invierno y los de primavera. En primer lugar, los de invierno tienen un fotoperiodo más corto: son variedades desarrolladas para madurar o florecer con pocas horas de luz, mientras que el de primavera está adaptado para desarrollarse con más horas.

La otra diferencia se sitúa en la vernalización, concepto que hace referencia a la cantidad de horas de frío que necesita una planta para florecer. “La vernalización es común a todos los cereales y  ahí radica la razón de que no exista cereal en las zonas próximas al trópico”, recuerda Villamayor. Lógicamente, los cereales de invierno son los que necesitan un mayor número de horas de frío para florecer. Los de primavera, por el contrario, necesitan menos horas con una integral térmica situada por debajo de los siete grados centígrados.

Dosis de siembra

En las variedades de ciclo corto se recomienda una dosis de siembra mayor que en las de invierno, porque en principio tienen un menor ahijado. De forma paralela, el cereal de primavera tiene menor producción, algo que en la experiencia de Villamayor se nota especialmente en el trigo. En los ensayos realizados el año pasado por el Itacyl, las producciones medias de los trigos de ciclo corto fueron algo superiores a los 5.000 kilos por hectárea, lo que los sitúa unos 3.000 kilos por debajo de las variedades de invierno.

Por el contrario, las cebadas de ciclo corto obtienen unas producciones “interesantes” desde el punto de vista cuantitativo.

Otra diferencia radica en que las variedades de ciclo largo presentan unas plantas más altas y robustas, con un sistema radicular de mayor desarrollo, lo que les permite afrontar periodos de sequía con más garantías.

Calidad harinopanadera

Un aspecto muy relevante de la comparación es que las variedades de ciclo largo ofrecen un mayor peso específico, con la contrapartida de que su contenido de proteínas es menor. Esa es la razón de que tantos trigos fuerza se siembren a partir de diciembre, pues su grano tendrá una mayor calidad harinopanadera. Esta realidad se ha confirmado en los análisis realizados en la última campaña cerealista.

Al mismo tiempo, los cereales de ciclo largo presentan un menor riesgo de asurado: el riesgo de que la planta se seque en el momento del granado, consecuencia de las altas temperaturas. Ha sucedido algunos años cuando han subido las temperaturas a finales de mayo.

Ese menor riesgo de asurado responde a que las variedades de ciclo largo llegan a ese mes de mayo con un mayor desarrollo, y en consecuencia con una mayor capacidad de resistencia.

Otra ventaja del cereal de invierno es que las siembras suelen resultar más sencillas en octubre y principios de noviembre, cuando se da la mayor parte de la sementera, que entre diciembre y enero, cuando el suelo está más duro.

Puntualmente, los cereales de ciclo largo tienen más posibilidades de verse afectados por las heladas, ya que sus primeros estadios tienen lugar en pleno invierno; esas bajas temperaturas nocturnas pueden producir un menor ahijamiento.

Lo que sí está claro es que las de ciclo largo pueden sufrir más la presencia de malas hierbas, ya que permanecen más tiempo en las fincas. Ello supone un mayor empleo de herbicidas en este caso.

También tiene más riesgo de enfermedades y plagas, aunque lógicamente las plantas se encontrarán más desarrolladas, y por lo tanto en mejor estado cuando lleguen esos problemas.

En Castilla y León nunca ha habido ataques de roya amarilla en el mes de enero, pero sí puede suceder, ya que ha habido casos en otras comunidades de interior, como Navarra. En esos casos el cereal de ciclo largo está en mejores condiciones para hacerle frente, como señala Villamayor.

En cualquier caso, el futuro del trigo y la cebada de primavera dependerá de la evolución del clima. Como recuerda el responsable de Itacyl, el año pasado fue el paradigma de invierno afectado por el cambio climático, con temperaturas suaves y sequía en primavera. 2016, por el contrario, está resultando un año más convencional, si bien con un mes de retraso en la llegada de las lluvias, de modo que en octubre algunos agricultores no han podido realizar las labores de forma correcta, sin un tempero adecuado y sin una buena purga de malas hierbas.

Difícil implante en la colza

Itacyl cuenta este año con campos de ensayo en Torrecilla de la Abadesa, Toro, Zamadueñas y Fresnillo de las Dueñas, en la Ribera del Duero burgalesa.

Se sembró en las últimas semanas de septiembre, en fechas adecuadas, pero se vieron obligados a realizar riegos de implante, ante la falta de humedad y la temperatura elevada para la época. Las plantas de estos campos de ensayo ya han alcanzado el estado de roseta, con lo que afrontan el invierno con garantías. Eso sí, la falta de condiciones en septiembre puede haber llevado a que algunos agricultores de la comunidad hayan perdido parte de la semilla.

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