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InicioFertilizaciónEl triángulo de la rentabilidad: manejo, rotación y abonado

El triángulo de la rentabilidad: manejo, rotación y abonado

Obtener una buena producción pasa por controlar tres pilares fundamentales: manejo de suelo, rotación de cultivos y fertilización. Si queremos que el cultivo aproveche los nutrientes debemos conocer y cuidar ese patrimonio que es nuestro suelo agrícola

José Ángel Cortijo. Fertiberia

El gran salto que está experimentando la agricultura tiene que ver con la innovación y la tecnología, pero también con el redescubrimiento de un elemento esencial que siempre ha estado ahí, pero al que no se ha prestado la atención suficiente. Nos referimos al suelo agrícola, que de forma tradicional se ha percibido desde el prisma físico o químico, si bien en los últimos años se va abriendo camino la perspectiva biológica.

José Cortijo
José Ángel Cortijo. Fertiberia

El punto de vista físico hace referencia a la textura del suelo (el porcentaje de arena, limo y arcilla, algo que apenas se puede cambiar) y a su estructura, que hace referencia al medio en el que se asienta el cultivo.

Aquí sí tenemos capacidad de actuación, puesto que el modo en que labramos (o no) nuestras fincas tiene repercusión directa sobre ella y puede llevarnos a una mejora exponencial de la capacidad de absorción de nutrientes.

En cuanto a la faceta biológica, hace referencia a la vida presente en el suelo: la presencia de microorganismos y cómo se relacionan con el suelo. Lo esencial es recordar que si dispongo de un buen porcentaje de materia orgánica y una adecuada relación carbono-nitrógeno tendré una actividad biológica muy rica, y por tanto una gran capacidad de absorción.

Encargar un análisis de suelo

El agricultor no puede controlar lo que sucede en la atmósfera, pero sí puede actuar sobre tres factores fundamentales para su explotación, que están íntimamente relacionados entre sí: manejo de suelo, rotación de cultivos y fertilización.

Es en ese triángulo donde reside la clave de la productividad y la rentabilidad. Sin ir más lejos, podemos aportar un abono inorgánico, pero no para que se quede en la tierra sino para que lo aproveche la planta; es imprescindible que funcione el sistema suelo-planta-producción y para eso es imprescindible un manejo adecuado y una correcta rotación de cultivos.

Encargar un completo análisis es el único medio para saber cómo se encuentra nuestro suelo desde el punto de vista físico, químico y biológico. También es importante el papel de las grandes bases de datos sobre los suelos de España, como la que posee Fertiberia.

A partir de ese conocimiento es más sencillo adoptar decisiones. Pero lo que no cabe es olvidar la importancia del abonado y seguir viéndolo como un gasto, puesto que lo que supone es una magnífica inversión. Y como toda inversión hay que saber gestionarla: aportar aquello que necesitan nuestro suelo y nuestra planta, al margen de las presiones comerciales o de lo que opinen nuestros vecinos.

La clave sigue siendo la misma: un agricultor que ha obtenido una gran cosecha debe calcular la extracción de nutrientes que se ha producido y abonar para una producción estimada. Siempre teniendo en cuenta las características de su suelo:

Un análisis de suelo siempre analiza su textura, diferenciando arena, limo y arcilla. El suelo se calificará principalmente como arenoso, francoarenoso, franco, francoarcilloso o arcilloso.

Para aquellos que cultivan en regadío la textura es fundamental para determinar el tiempo de riego y la cantidad de agua aportada. Para los de secano, influirá en cómo hacer las labores y en que los nutrientes estén más o menos disponibles.

La conductividad eléctrica (CE) está relacionada con la salinidad y hay que prestar atención a este capítulo en aquellos casos en que reguemos con perforaciones. Se debería hacer un análisis de agua en los pozos todos los años, no solo para valorar la cantidad de sales sino también para saber si el agua nos aporta nutrientes.

La presencia de sodio está relacionada con lo anterior y no se puede perder de vista, ya que un nivel elevado es peligroso para nuestro suelo.

También es importante saber cuál es la acidez del suelo (pH) para orientar nuestra fertilización. Como sabe el agricultor, los suelos pueden ser ácidos, neutros o básicos.

Muy relacionada con la presencia de materia orgánica, la proporción entre carbono y nitrógeno no se ofrece siempre en los análisis, pero resulta de gran interés, ya que en caso de una proporción carbono-nitrógeno elevada, la materia orgánica no nos aportará la fertilidad que pensamos.

La presencia de carbonatos es muy importante en la interpretación de análisis, ya que un pH básico unido a carbonatos altos se traduce en un bloqueo o inhibición del movimiento del fósforo: el cultivo tendrá una absorción de ese elemento muy bloqueada. Es un aspecto importante a la hora de escoger nuestro equilibrio fertilizante y también si decidimos apostar por un cultivo leñoso, puesto que la cantidad de carbonatos nos condiciona el patrón que debemos escoger.

Elemento huidizo por su gran movilidad, la presencia de nitrógeno es siempre relativa al interpretar nuestro análisis. Deberemos relacionar su presencia con el porcentaje de materia orgánica y con la relación carbono-nitrógeno: el suelo es un elemento vivo y cuanta mayor sea esa vida, mayor conexión habrá entre los distintos elementos.

El nivel de fósforo es relativo, puesto que se debe analizar en función de la capacidad de absorción de ese elemento por parte de la planta. Por ejemplo, tendrá gran capacidad de absorción si el suelo cuenta con un pH neutro y una textura francoarenosa.

El fósforo es un elemento fundamental en el desarrollo de las plantas. Tiene una incidencia importante en su desarrollo radicular y en la calidad final. Por ejemplo, en el peso específico del cereal.

El potasio suele estar más disponible que el fósforo, pero en todo caso hay que tenerlo muy en cuenta a la hora de escoger el equilibrio de nuestro fertilizante; la cantidad de potasio tendrá influencia directa en la capacidad de la planta para adaptarse a las condiciones atmosféricas.

El magnesio (Mg) es muy escaso en numerosos suelos de la Península, un macroelemento secundario que constituye el núcleo de la molécula de clorofila. Por lo tanto es clave en el proceso de fotosíntesis y para el desarrollo de las plantas.

Tampoco podemos perder de vista el calcio, que no solo debe estar presente en nuestro suelo, sino que debe estar disponible para la planta. Es un elemento fundamental para la conservación de las cosechas, por ejemplo en el caso de la patata.

¿Y el azufre? Leamos bien el etiquetado

El azufre es un elemento cada vez más carente en los suelos y en muchas ocasiones no se tiene en cuenta en los análisis convencionales. Pero se trata de un elemento fundamental para el desarrollo de los cultivos y para su calidad. Entre las funciones que cumple cabe destacar:

• Mejora la eficiencia del nitrógeno.

• Aumenta el porcentaje y calidad de las proteínas en los cultivos.

• Activa enzimas importantes en el metabolismo energético y de ácidos grasos.

• Da mayor sanidad y fortaleza a la planta.

Por todo ello es importante que el azufre que aportamos sea asimilable por los cultivos; el agricultor debe leer bien el etiquetado de aquello que le ofrecen.

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