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miércoles, diciembre 11, 2024
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La granjera del Cerrato con la receta para obtener los mejores huevos

“El éxito es la suma de esfuerzos repetidos día tras día”. Esta frase resume a la perfección el trabajo de Laura Polo y su granja de gallinas

Daniel González //

Cuando Laura Polo era una niña y se iba de viaje pasaba por un pueblo en el límite de Palencia con Cantabria llamado Venta Pepín. El nombre le gustó y se dijo a sí misma que si algún día montaba un negocio lo llamaría de ese modo. Y así lo hizo hace ya siete años, cuando Laura comenzó su aventura empresarial ‘Granja Pepín’, un gran corral de gallinas situado en Alba de Cerrato donde, como ella misma describe, “todo se hace con mucho mimo y lo más importante es el bienestar y la alimentación de nuestros animales”.

Los comienzos no son fáciles

Natural de Palencia y con 36 años, Laura siempre ha amado la naturaleza y los animales, y llegó un momento en que se vio preparada para emprender en sus pasiones. “Tenía que probar y ver si podía ser factible, sino volvería a mi trabajo y listo”, expone. Antes de todo eso estudió dos FP de grado medio de Administración, Comercio y Marketing. Después se formó en incorporación a la empresa agraria, bienestar animal, manipulador de alimentos y distintas formaciones relacionadas con la avicultura.

Una vez lista para lanzar su propuesta, comenzó con los papeleos y temas burocráticos en el año 2015. “Se hizo un poco largo, porque fui la primera granja de gallinas camperas de la provincia de Palencia”, recuerda. Pero el esfuerzo recogió sus frutos y, finalmente, en marzo del 2017, Laura abre sus instalaciones con 500 gallinas, un animal que eligió porque era pequeño y fácil de manejar.

El emplazamiento de la granja en Alba de Cerrato no fue casualidad. Esta pequeña localidad palentina era el pueblo de su pareja, y los dos vieron factible el poder vivir allí. Además, estaban bien situados para poder repartir y distribuir los huevos por toda la comarca.

Con los años, el negocio fue cogiendo forma, siempre con la inestimable ayuda de su pareja, a quien tiene de trabajador, su familia y sus amigos. “Ellos me han ayudado a crear el corazón de Granja Pepín y hacen que siga latiendo como el primer día”, señala la avicultora.

La rutina de Laura

Laura pasó de las 500 gallinas del principio a las 1800 actuales, distribuidas en 4 naves y con 12.200 metros cuadrados de pasto. Unas instalaciones nada desdeñables que requieren de un arduo trabajo de sol a sol, y más teniendo en cuenta la principal filosofía del negocio de Laura. La palentina quiere priorizar el bienestar del animal, lo cual repercute en la calidad del producto que distribuye a sus clientes: comercios pequeños, particulares y restaurantes.

“Mi objetivo es conseguir ser más sostenible, cerrar el círculo desde que llega la pollita a la granja, hasta que sale de ella, reducir la huella de carbono lo máximo posible y promover la economía circular, km0 y producto de temporada”, señala.

Para conseguirlo, ella y su pareja deben trabajar los 365 días al año en una rutina constante. “Nos guiamos con la luz del sol, por lo cual en verano trabajamos más horas y en invierno un poco menos”.

El contar con todas las instalaciones en manual requiere de un horario estructurado. Por la mañana Laura se levanta y revisa que las gallinas estén bien, después recoge todos los huevos y las da de comer. Por la tarde, pesa y envasa los huevos, sube los nidos para que no se metan a dormir en ellos y, por último, sube a las perchas a aquellas gallinas que se han quedado en el suelo a dormir.

Una rutina que para muchos puede parecer dura. No para Laura. “Vida solo tenemos una y hay que tener un proyecto que te haga feliz y te haga sentirte realizado”, afirma.

El que quiere lo consigue

Con esta experiencia la avicultora lo tiene claro: en el medio rural hay posibilidades. “Quien quiera verlas debe empeñarse, hacer un estudio y, si está dentro de sus posibilidades, que haga todo lo posible por intentarlo, que seguro lo consigue”, anima.

De momento Laura quiere disfrutar de todo lo recolectado y en el futuro se ve en el mismo sitio. “Tengo capacidad para unas 2200 gallinas, pero no quiero crecer más, pues se perdería la esencia de Granja Pepín y, eso, sí que no lo quiero”, sentencia.

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