de abril, con la excepción de León. Los agricultores que siguen apostando por la raíz
destacan su precio previsible frente a la incertidumbre de otras opciones de regadío
Artemio Fernández terminó de sembrar doce hectáreas en la tercera semana de marzo y después llovió de forma abundante, lo que le vino muy bien al cultivo para incorporar el herbicida.
Pondrá remolacha sobre cereal, dentro de una rotación amplia, de entre cinco y seis años. Aunque lamenta que la remolacha ya no da tanto dinero como antes, este joven agricultor sigue apostando por el cultivo “porque deja un margen por hectárea más o menos previsible”. No es cuestión de dejar de lado una producción que conoce muy bien y en la que cada año obtiene mayores rendimientos. También está, por supuesto, el elemento emocional respecto a un cultivo de toda la vida.
“Ganas” de remolacha
Esteban Sanz, jefe de Cultivos de ACOR, señala que los socios ya han sembrado en torno al 70% de la remolacha, siempre en función de las condiciones del suelo. En total, los cooperativistas sembrarán unas 8.000 hectáreas, en los mismos niveles que el año pasado. Eso sí, el año que viene la sociedad espera recibir la remolacha de unas 12.000 hectáreas, lo que supondrá un incremento del 50%, en el primer año sin cuotas. “El agricultor está con ganas de poner remolacha, sobre todo después de unos años en que hemos debido limitar la producción”, apunta.
La importancia de la variedad
Si se quiere defender al agricultor remolachero y que haga rentable su explotación es necesario que siembre las variedades más rentables, siguiendo al pie de la letra las recomendaciones efectuadas por entidades como Aimcra o ACOR. Así lo señala Pablo Toro, jefe de producto de Remolacha en Limagrain Betaseed, para quien, en el caso de Aimcra, “en las recomendaciones que publica se excluyen las variedades que no llegan a determinada calidad industrial, lo que hace para beneficiar a la industria”.
Como consecuencia de este trabajo “la remolacha resulta, con mucho, el cultivo más evolucionado en estos años”. De hecho, “determinados estudios hablan de que por esta vía la raíz mejora sus resultados un 2% al año, mientras que por ejemplo el trigo lo ha hecho en un 4% en diez años”. Por esa razón, si las recomendaciones de las entidades prescriptoras “pierden relevancia o se las deja de respetar, podría haber un fuerte frenazo en la evolución del cultivo”, advierte.
Toro reconoce que esta labor científica “es encomiable y de cara a las empresas obtentoras es incluso muy duro, ya que la labor de investigación para obtener una nueva variedad es de varios años, pero esta se mantiene en el mercado durante tres campañas como mucho”.
Para él, el enorme impulso dado al cultivo es fruto del conocimiento técnico, “pero también fruto de la independencia con la que ha trabajado”.