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miércoles, octubre 9, 2024
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“En un mercado global hay que ser profesional y no jugar al escondite”

Entrevista a Carlos Rico, presidente de ACOR

Reelegido hace una semana presidente de ACOR, Carlos Rico defiende la diversificación de la actividad y reclama un marco legal en el que las cooperativas jueguen en igualdad de condiciones. Contempla la desaparición del sistema de cuotas como una oportunidad
El año 2003 supuso un cambio radical en la vida personal y profesional del entonces responsable del departamento agronómico de ACOR, Carlos Rico. Es cuando fue llamado para tomar el relevo en la presidencia de la cooperativa, reto que terminó aceptando “por responsabilidad”. La nueva etapa suponía dejar atrás “el trabajo de pisar el barro, que es el que me gusta como agricultor que soy” y convertirse en capitán de un barco que navega en las aguas turbulentas de un mercado global. Doce años después, acaba de ser reelegido por los socios.

-¿En qué ha cambiado ACOR en los doce años que lleva como presidente?
-Estos años han supuesto al mismo tiempo un cambio en su estructura y una modificación en la percepción que la sociedad tiene de ACOR. Hemos mantenido el precio de la remolacha (el año pasado alcanzamos el acuerdo de pagar 42 euros hasta 2020), pero sobre todo hemos garantizado la rotación en los cultivos. Hay que tener en cuenta el pago de un precio estable por el trigo fuerza, abriendo la fórmula al trigo duro, porque llevamos cinco años haciendo pruebas. A eso cabe añadir la estabilidad respecto al girasol y la colza, adaptándonos a lo que marca el mercado internacional. Este sistema nos da unas herramientas muy interesantes como agricultores para valorizar nuestras explotaciones, ya que nos garantiza unos ingresos por hectárea superiores a los 500 euros. Así que podemos decir que hemos logrado una estabilidad agrícola y una actividad industrial complementaria.

-Se acabó el ‘monocultivo’.
-Claro, porque antes éramos monoproducto, y por tanto multirriesgo, y ahora hemos diversificado, de modo que las diferentes actividades tendrán problemas, por supuesto, pero en esa cesta que manejamos es mucho más fácil afrontarlos.

-ACOR ya no recorre ese camino en solitario…
-En los últimos años hemos ganado mucha experiencia. La unión con la francesa Tereos nos ha permitido avanzar mucho. Y nos llena de orgullo que esa gran multinacional nos ponga como ejemplo de gestión. También es sabido que trabajamos con la cooperativa aragonesa Arento, porque tenemos que ser más grandes y más ágiles, y con Sovena, líder mundial en aceites. No podemos jugar al escondite cuando están entrando en Europa tres millones de toneladas de azúcar al año. Y es que el sector está en una mala posición en todo el mundo; en Brasil han cerrado 44 plantas de elaboración; estamos en circunstancias de precios bajos, con un precio de venta al público por debajo del coste de producción. Tenemos que hacer frente a esta situación con trabajo y con seriedad.

-¿Qué otros proyectos guarda en su cartera?
-Tenemos que transformar más productos para poder trasladar esos ingresos de la actividad a precio agrario, que es nuestra obsesión. De forma especial, buscamos proyectos para realizar más transformación a partir de la remolacha, que forma nuestro genoma.

-La espada de Damocles se sigue llamando gastos de producción…
-Efectivamente. Uno de nuestros proyectos tiene relación con llegar a un coste fijo en energía. Estamos casados con el problema energético, tanto en la industria como desde el punto de vista del agricultor, ya que nos está marcando los diferenciales de costes con los vecinos europeos. Yo pediría que las administraciones cuiden mucho el desarrollo de sistemas basados en energías alternativas, ya que beneficiará a la remolacha pero también a otros cultivos de la rotación, y además estaríamos equilibrando los gastos entre quien obtiene el agua de un canal y aquel que recurre a una perforación. Por cierto, si hay un agricultor que considera el consumo de agua de forma técnica y equilibrada es el remolachero, que sabe que no por aplicar más agua va a obtener una mayor productividad.

-¿Cómo han afrontado una campaña con excedente de producción como esta?
-Hemos sujetado el cultivo desde el punto de vista económico y para nosotros ha supuesto un problema; nos hemos juntado con 47.500 toneladas de reporte. Las hemos aceptado porque es la manera de mantener atractivo el cultivo para que los jóvenes tengan una opción de trabajo de cara al futuro. La estructura de edad de nuestros socios es muy alta ahora mismo, pero hay un grupo de jóvenes que puede tomar el relevo. Les daremos un respaldo técnico que les aportará mucha tranquilidad, y con una rotación planteada que les permitirá unos ingresos mínimos muy respetables.

-¿Es esa su concepción del desarrollo rural?
-Claro, porque el envejecimiento en el campo es evidente y no ver el problema supone retrasar la solución. Hay que tener en cuenta que si se termina la remolacha se acabarán muchos otros cultivos de regadío. Porque la remolacha va a tirar del precio de puerro, de la patata, de la cebolla, de la zanahoria. Son cultivos que en nuestra zona generan mucho empleo y mucha estabilidad.

-¿Animarán a la contratación de remolacha para la campaña 2015/2016?
-El año pasado animamos a la remolacha por cautela. Veníamos de un año difícil de bajos rendimientos, en los que solo cubrió su cuota ACOR. También veíamos un descenso en la superficie y había que tomar las riendas de la recuperación de superficie. Ahora, con los rendimientos obtenidos, tenemos ese reporte de 47.500 toneladas de azúcar. Para nosotros habría sido muy fácil pagar la remolacha a 18- 20 euros y exportar azúcar, pero hemos aguantado para no pagar esos precios a nuestro socio. ACOR está ahí para aguantar ese tirón, pero ahora necesitará digerirlo.

-Este año parece haber sido un ensayo general para lo que suceda a partir de 2017.
-Nos enfrentamos a un cambio de escenario. ACOR deberá producir en esa campaña 180.000 toneladas de azúcar, que es la máxima capacidad de su fábrica. Este año ha sido el mejor ejemplo de que nuestra fábrica es muy buena y de que las modificaciones introducidas han sido acertadas: 166.000 toneladas de azúcar en 100 días de molturación. Ha sido un año con un periodo de lluvias correoso y no hemos parado la producción, gracias entre otras cosas al sistema de módulos.

-¿Barajan ampliar el número de socios o, al menos, de proveedores?
-No puede haber nuevos socios, pero es posible que dentro de un periodo relativamente corto podamos comprar la producción a otros cultivadores. También hay que decir que el 70% de la remolacha de Castilla y León se produce por socios de nuestra cooperativa, y esos socios demandan traer aquí toda su producción. Al mismo tiempo, hemos favorecido la transmisión de la condición de cooperativista de padres a hijos, pero nos encontramos con que hay muchos socios que no quieren dejar de serlo. Una realidad que, por cierto, nos llena de orgullo.

-¿Hay vértigo ante el fin del sistema de cuotas?
-Más bien, sabemos que vamos a competir en el mismo mercado, pero con menos limitaciones. Estamos sufriendo la famosa ‘doble presión inversa’, como agricultores y como productores de azúcar, porque tenemos una cuota de 120.000 toneladas, pero capacidad para elaborar 180.000. Por eso, a partir de 2017 se nos abre una situación de mayor competencia, pero también de oportunidad. Y, sí, ya sabemos que hay que enfrentarse al futuro y que el riesgo
cero no existe.

-En ese escenario, ¿ser cooperativa es una desventaja?
-Lo que está claro es que debemos pensar y actuar como empresa, y para eso debemos tener una legislación actualizada: la que tenemos está obsoleta. En segundo lugar, las cooperativas debemos ganar dimensión y profesionalizar la actividad. Tenemos que ser más eficaces y también más eficientes: con el mismo esfuerzo mover más. De lo contrario nos salimos del mercado, que está demandando una mayor concentración de la oferta. Pongo a ACOR como ejemplo: nosotros no podríamos haber seguido en el sector del azúcar si no nos aliamos con Tereos, si no hubiéramos movido 450.000 toneladas de producto. Porque nuestros clientes nos piden ese volumen y no podemos no dárselo. Debemos ir hacia ese tipo de colaboración, sobre todo en cultivos extensivos; no mirarnos el ombligo sino a los ombligos de los demás. Una de las claves puede estar en avanzar en la colaboración con otras cooperativas, como hemos hecho nosotros, buscando sinergias.

-Antes hablaba de la colza; dijeron a ACOR que eran unos iluminados…
-Hace cinco años dijimos que había que buscar rotaciones porque la PAC vendría por ahí, y el tiempo nos ha dado la razón. Al principio la gente abominaba de la colza y, sí, tachaba a ACOR y su servicio agronómico de ser una especie de iluminados. Hoy podemos decir que la gente que prueba la colza repite, y con más superficie.

-¿Qué papel desempeña el contrato?
-Nos permite dar estabilidad al socio, pero también al no socio porque toda la colza que se ha sembrado en Castilla y León tenía la garantía de que ACOR la iba a recoger. Lo que no puede ser es que algunos productores traten de vender fuera de la cooperativa esperando ganar más, pero cuando les va mal regresan para tratar de venderla.
Eso es hacer trampas al solitario, que es lo que nos mata. ACOR ha asumido riesgos económicos que no ha asumido nadie, con un precio mínimo garantizado. Y hemos permitido al agricultor apostar por el girasol y la colza sin que financieramente le suponga nada, ya que le hemos dado por hectárea todos los insumos hasta el riego. Eso es estructura agraria, garantizar el futuro. El año que viene terminaremos de pagar el crédito de la planta de colza. Gracias a ese proyecto, y al acuerdo con Sovena, mantenemos la actividad todo el año. Esas iniciativas son las que nos dan continuidad.

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