No todas las tierras son adecuadas para este cultivo. La remolacha exige suelos profundos, sanos, sin tendencia al encharcamiento, con pH neutro o ligeramente alcalino y con elevados contenidos en nutrientes. Para conocer alguno de estos datos es necesario realizar un análisis físico-químico.
Las tierras que van a ser sembradas de remolacha deben ser analizadas para abonar de forma sostenible, de acuerdo con las necesidades del cultivo. En base a esto, es obligatorio para todo aquel que se haya acogido a la medida de agroambiente y clima para la remolacha (Orden AYG/1129/2014 del 19 de diciembre). La Cooperativa ACOR realiza el análisis y recomendación de abonado de forma gratuita para sus socios, y en su web se puede encontrar la metodología para la toma de muestras (www.cooperativaacor.com)
La mejor o peor preparación del terreno influye tanto en la nascencia como en el posterior desarrollo de las raíces. Por ello es importante realizar escrupulosamente las labores preparatorias, sobre todo en las dos últimas, las denominadas secundarias.
La primera labor a realizar es el enterrado (si lo hubiera) del estiércol o incorporar el rastrojo del cultivo anterior mediante un pase de chisel. Para ayudar a la descomposición del rastrojo se deberá añadir urea antes de la labor.
Posteriormente se lleva a cabo la labor fundamental con buen tempero, y lo antes posible con el fin de que los hielos invernales trabajen y desmenucen los terrones. Dependiendo del tipo de terreno se realizará antes o después:
· Arcilloso: otoño, lo antes posible.
· Francos y arenosos: otoño – principios de invierno.
· Limosos: finales de invierno.
Seguido, en primavera, se llevan a cabo las labores necesarias para la preparación del lecho de siembra.
Estas labores (fundamental y secundaria) se pueden realizar mediante:
· Pase de subsolador y grada o semichisel.
· Pase de chisel y semichisel.
· Pase de vertedera y grada o semichisel.
La opción a elegir depende de las características específicas de cada suelo a labrar.
El último pase se realiza con un apero específico (grada danesa, rotativa, koskilder, etc…). Una vez realizadas todas estas labores, se habría creado el perfil óptimo para la siembra de remolacha y su implantación con el debido riego de nascencia.