La preparación del suelo queda siempre condicionada por el estado en el que se encuentra después de la cosecha del cultivo anterior, y por la evolución de las condiciones meteorológicas hasta el momento de implantar la remolacha. Hay que ‘preguntarle’ al suelo lo que necesita para llegar a la situación que interesa: un lecho de siembra adecuado para la semilla monogermen de remolacha, y un perfil de suelo que facilite el desarrollo de las raíces en profundidad, y actuar en consecuencia.
Laboreo primario
Es aconsejable revisar la ‘historia agrícola’ de la parcela en la que se va a sembrar la remolacha, analizando zonas en las que se hayan producido anomalías en las cosechas, por si estas son consecuencia de la compactación profunda del suelo, o por la presencia de suelas de labor, que, si están a menos de 30 – 35 centímetros de profundidad, conviene romper con una pasada de descompactador.
Para el control de las malas hierbas en cultivos de regadío, se hace aconsejable el empleo de los aperos que demuestran más eficacia. A este respecto, para suelos sin problemas de erosión, el arado de vertedera se puede decir que es un ‘herbicida’ muy eficaz, pero también costoso en energía (combustible) y en tiempo, por lo que, para que sea rentable su utilización, conviene limitar la profundidad de intervención (no superior a 35 centímetros) y trabajar en condiciones de humedad del suelo favorable (tempero), retrasando esta intervención hasta que las lluvias de otoño lo permitan, recomienda Luis Márquez.
Después del paso del arado, el perfil del suelo queda irregular, lo que en principio obligaría a labores posteriores para conseguir la nivelación. El tipo de cuerpo de vertedera utilizado afecta al grado de pulverización del suelo después de la arada; así, una vertedera helicoidal deja grandes terrones (baja pulverización de la tierra volteada), mientras que una vertedera cilíndrica deja una labor plana con terrones pequeños.
La labor aterronada interesa especialmente en suelos fuertes cuando se espera el efecto de la lluvia y de las heladas de otoño e invierno, que ayudan a romper estos terrones. Cuando se ha retrasado la arada y no se cuenta con tiempo para que los factores atmosféricos pulvericen progresivamente los terrones, los cuerpos de vertedera cilíndricos son más apropiados.
En la práctica, a medida que el suelo sea más pesado (mayor contenido de arcilla) tardarán más tiempo en deshacerse los terrones, por lo que conviene anticipar la preparación del suelo para que llegue más nivelado a la primavera. Por el contrario, en los suelos arenosos, y especialmente en los limosos, conviene retrasar las intervenciones, ya que las lluvias intensas del invierno pueden hacer que desaparezca el efecto mullidor del arado.
En consecuencia, en los suelos limosos con mala estructura, la mejor opción es la de esperar a finales del invierno para arar, utilizando cuerpos de vertedera que consigan un buen desmenuzamiento del suelo en el volteo, para continuar con las operaciones complementarias previas a la siembra.
En cualquier caso, y en especial sobre suelos limosos, conviene incorporar superficialmente el residuo del rastrojo del cultivo anterior, en el menor tiempo posible después de realizada la recolección, utilizando una grada de discos, o unas vertederas de cohecho, como sistema para mejorar la estructura del suelo con la presencia de residuos vegetales superficialmente incorporados en el perfil de suelo cultivado.
El lecho de siembra
Para el acabado del perfil y la preparación del lecho de siembra, hay que contar con lo que ya ha hecho la naturaleza y con lo que queda por hacer.
Una arada racional habrá permitido que las lluvias de invierno recarguen de agua el perfil de suelo que exploran las raíces, a la vez que, progresivamente, se rompan los terrones y la superficie del suelo vaya quedando nivelada; las heladas también ayudan. Si las condiciones del invierno no han sido favorables, habrá que recurrir a gradas o a cultivadores para nivelar, que a la vez sirven para controlar la vegetación natural que empieza a desarrollarse.
Por último, queda la preparación de lecho de siembra con sus tres capas diferenciadas: base de germinación sobre la que se apoyará la semilla, capa de tierra fina que favorece el paso de la humedad del suelo a la semilla y zona superficial formada por pequeños terrones que, sin ofrecer resistencia a la nascencia de las plántulas, evite la formación de costra por excesos de agua.
Para conseguir esta diferenciación de capas en la zona más superficial del suelo, los vibrocultivadores son las herramientas que mejor se comportan, ya que el efecto de vibración de las púas cuando trabajan superficialmente (máximo de 8 – 10 centímetros) produce el lecho de siembra ideal.
Conviene recordar que los vibrocultivadores, y en general todos los aperos para laboreo secundario, trabajan mejor con suelo con bajo nivel de humedad (friable), ya que de esta manera se reduce la energía necesaria y se facilita la creación de tierra fina (pequeños terrones) en la zona en la que posteriormente se depositará la semilla.
Las gradas accionadas permiten realizar el laboreo secundario y preparar el lecho de siembra en una sola pasada. Como todas las tecnologías, esta tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
La pulverización de los terrones en una sola pasada es lo más atractivo, pero la lentitud de esta operación y el coste del material y del combustible que la operación demanda, aconsejan precaución, especialmente si se desea bajar el coste de producción. Por otra parte, se corre el riesgo de pulverizar el suelo de manera excesiva y sin diferencias en el perfil. “Por ello es recomendable limitar la agresividad de la grada accionada”, concluye Luis Márquez.
Siembra temprana
La Asociación para la Investigación y Mejora de la Remolacha Azucarera, Aimcra, ha iniciado una campaña divulgativa para recomendar la siembra temprana y recordar a los agricultores la conveniencia de realizar riegos de nascencia.
Desde la entidad se recuerda que no es habitual que al iniciar las siembras de remolacha dispongamos de un suelo en condiciones óptimas de humedad para la germinación de las semillas y alcanzar la emergencia.
Lo más frecuente, así, es que debamos realizar riegos de nascencia para conseguir la implantación del cutivo y una óptima densidad de plantas.Para los técnicos de Aimcra la fecha de siembra es el factor más influyente en el rendimiento final del cultivo, de modo que el periodo de siembra recomendado se extiende del 15 de febrero al 15 de marzo, “y dentro de este intervalo, lo antes posible”. En ese sentido, desde Aimcra se señala que cada día de adelanto de la siembra supone un aumento del 0,5% del rendimiento del cultivo: una semana supondría un 4% y una quincena, un 8%.
La siembra temprana, con sus ventajas, no debe estar condicionada por el temor a posibles heladas; los eventuales daños ocasionados por estas son inferiores, salvo casos extremos, a los beneficios de aquella. Por otra parte, el riego de nascencia es el más rentable de todo el cultivo, pues asegura un nacimiento rápido y uniforme del cultivo, especialmente importante en las siembras más tempranas. Dada la alta inversión que el cultivo precisa en semillas, insecticidas y herbicidas, “no se puede sembrar si no se asegura ese primer riego”.
Por esa razón, desde Aimcra se solicita a las autoridades poder iniciar los riegos de nascencia el 10 de marzo como muy tarde. El riego de nascencia asegura la rapidez y uniformidad en el nacimiento de la remolacha. También en el nacimiento de malas hierbas, “lo que facilita su control”, según Aimcra.