Ignacio Atance Muñiz
Director del Servicio de Estudios de Grupo Cajamar
Plataforma Tierra
El regadío ha desempeñado un papel fundamental en la historia, la economía y la estrategia agrícola de España. Desde un punto de vista histórico, la implantación de sistemas de riego se remonta a la época romana y, posteriormente, al legado andalusí. Estas infraestructuras permitieron transformar zonas áridas en tierras fértiles, sentando las bases para una agricultura más productiva y diversificada.

En el ámbito económico, el regadío es un motor esencial para el sistema agroalimentario español, sistema que aporta en torno a un 10% del PIB nacional, proporciona cerca de 2,5 millones de empleos y presenta un saldo comercial exterior que roza los 20.000 millones de euros anuales.
De manera habitual se viene manteniendo que el regadío ocupa el 23% de la superficie y genera el 65% del valor de la producción vegetal, aunque en este análisis veremos que esta cifra se queda corta y alcanza el 73%.
Desde una perspectiva estratégica, el regadío es clave para garantizar la seguridad alimentaria y la estabilidad del abastecimiento en los mercados nacionales e internacionales.
El propósito de este artículo es actualizar las cifras de la aportación del regadío español al periodo más reciente disponible y ampliar el análisis a la estimación de la aportación en términos de valor.
Secano y regadío
El Anuario de Estadística del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ofrece anualmente, para la inmensa mayoría de cultivos, los datos sobre la superficie cultivada y los rendimientos alcanzados en secano y regadío.
Por su parte, las Cuentas Económicas de la Agricultura (en adelante CEA), en su versión detallada, ofrecen el valor económico de la mayoría de las producciones vegetales y animales, así como de los diferentes consumos intermedios y otras partidas.
Si sumamos todas las producciones contabilizadas en un año, en las superficies de regadío se produjeron 48,88 millones de toneladas del total de 81,6 millones de toneladas que produjo la agricultura de España. Es decir, el regadío fue responsable del 59,9% de la producción agrícola de España, en términos de volumen.
Tras aplicar este tipo de porcentajes no al total, sino producto por producto, se muestra que el regadío es responsable del 73,1% de la producción agrícola en valor. Es decir, el peso del regadío es mayor en valor económico que en volumen, puesto que el acceso al agua no solo aumenta los rendimientos, sino que permite pasar a cultivos de mayor valor unitario.
De este modo, el regadío proporciona cerca del 100% de la producción hortícola, más del 85% de la de patata o frutales y va descendiendo hasta el 39% en el caso de la producción de cereales o el 37% en aceite de oliva.
Si el peso del regadío se compara no solo con el conjunto de producciones vegetales, sino sobre el total de la producción de la rama agraria, incluyendo por tanto ganadería, servicios y actividades secundarias, se obtiene que el regadío aporta el 43,6 % del total de la producción del sector.
Descendiendo a costes, con los criterios de imputación expuestos, al regadío se le pueden imputar unos 7.300 millones de euros de los 30.750 que sumaron los consumos intermedios de media en el trienio 21-23.
Tengamos en cuenta que el gran peso en los consumos intermedios lo tienen los piensos. Restando a Producción de la Rama Agraria los Consumos Intermedios se obtiene el Valor Añadido Bruto (VAB). De esta manera, el regadío aporta el 62,9% del VAB agrario de España.
Restando al VAB el consumo de capital fijo (amortizaciones), se obtiene el valor añadido neto (VAN), resultando que el regadío aporta el 65,5% de este.
¿Y la renta agraria?
Quizá la macromagnitud más conocida es la renta agraria o renta de los factores, denominada así porque es la renta que queda disponible para remunerar los factores de producción, tierra, capital y trabajo, pues para llegar a su valor no se ha deducido ningún coste, ya sean propios o ajenos.
La renta agraria se obtiene sumando al VAN las subvenciones no específicas de ninguna actividad (“otras subvenciones” en terminología CEA) y restando los impuestos no específicos (“otros impuestos”). Como resultado, el regadío representa el 61,5 % de la renta agraria nacional.
Finalmente, si a la renta agraria se le resta el coste de los factores de producción, tierra, capital y trabajo, externos (es decir, arrendamientos, intereses y remuneración de los asalariados), se obtiene la renta empresarial, que es la que queda disponible a los empresarios agrarios para remunerar sus factores propios una vez que han computado todos los pagos posibles y las amortizaciones. El regadío aporta el 66,2 % de la renta empresarial del sector agrario en España.
Mirando al futuro
La primera discusión que merecen estos resultados es que son incluso mayores que los que se vienen barajando más frecuentemente. El regadío aporta el 73 % de la producción vegetal. Y el regadío aporta más en valor que en volumen, añade valor al permitir producir más y de productos de precio unitario más elevado.
Y añade más valor por el lado de la producción que costes por el lado de los consumos. De esta manera, el regadío representa el 43 % del valor de la producción agraria (incluyendo aquí ya la ganadería), pero proporciona el 61,5 % de la renta agraria o el 66,2 % de la renta empresarial.
Es decir, considerando todas las actividades del sector, agrícolas, ganaderas, servicios… el regadío genera prácticamente dos de cada tres euros que quedan disponibles para los empresarios agrarios.
Mayor importancia del regadío
La segunda reflexión que me sugieren estos resultados es que la importancia del regadío se acrecentará.
Entre los factores que lo justifican están el aún esperado incremento de la población mundial, el descenso de la superficie cultivable disponible per cápita o las ventajas indirectas asociadas al regadío: perfil de agricultor más joven, permite explotaciones de tamaño medio que refuerzan el tejido rural, es vector para tecnologías especialmente en el ámbito de la eficiencia de insumos, proporciona estabilidad a los mercados y con ello a los volúmenes exportados… Máxime en un contexto geopolítico tenso como el actual, que demanda que Europa cuide en materia de alimentación su autonomía estratégica, como se ha expuesto tanto desde España como desde la Comisión Europea.
¿Cómo serán las precipitaciones?
La tercera reflexión se relaciona con el contexto de cambio climático. Existe cierta incertidumbre sobre la evolución del volumen total de precipitaciones, aunque no sobre su carácter: serán cada vez más extremas e irregulares, acompañadas de periodos de sequía más prolongados.
Esto no solo incrementará los riesgos, sino que también dificultará el aprovechamiento sostenible de los recursos hídricos. Y existe certidumbre sobre el aumento de las temperaturas y con ello de las necesidades hídricas de los cultivos.
En un contexto de cambio climático, necesitaremos más superficie de cultivo con acceso al agua y a la vez necesitaremos un menor consumo por hectárea y especialmente mucha menos superficie con consumos (m3/ha) tan elevados como persisten. No podemos seguir midiendo el uso de un recurso como el agua empleando unidades de superficie (millones de hectáreas de regadío) en lugar de las apropiadas unidades de volumen (miles de Hm3 utilizados).
Hacerlo es un síntoma de los déficits de información y datos que tenemos en torno a un recurso vital para nuestro territorio nuestra calidad de vida, nuestra alimentación y nuestra economía.
Este nuevo escenario también implicará un incremento del coste del agua al hacerse más escaso y necesario el recurso y una mayor frecuencia de conflictos entre usos alternativos (tanto dentro como fuera del sector), que deberán ser gestionados.
Como conclusión, necesitamos redoblar todos los esfuerzos en materia de gobernanza, gestión y eficiencia en el uso del recurso, acelerando la transformación hacia un regadío inteligente y sostenible, que combine la optimización del uso del agua con una planificación regional adaptada a la realidad del cambio climático.