Edu Mongil
Están siendo años de inestabilidad en los precios de los productos agroalimentarios. La concurrencia en el tiempo de acontecimientos históricos como la pandemia o la guerra en Ucrania ha tenido su eco en los mercados, por lo que establecer predicciones se antoja complicado.
Lo que antaño se veía seguro, ahora ya no lo es tanto, y los productores tienen que planificar con mucho margen para la volatilidad.
En el caso del cereal, uno de los productos agrícolas estrella de España, los últimos datos del Ministerio consolidan una tendencia a la baja, que, salvo pequeños picos puntuales, no parece tener fin. El conflicto entre Rusia y Ucrania hizo que el grano alcanzara picos históricos en su precio. La nación ucraniana es un exportador estratégico de cereal e insumos, y los problemas de logística derivados de su conflicto hicieron que los mercados disparasen sus precios. El trigo duro llegó a rozar los 550 euros por tonelada, mientras que, según el Ministerio, ahora se sitúa en una media de 355…, y bajando.

El evidente ajuste hacia la normalidad y las perspectivas de buenas cosechas a nivel mundial explican oficialmente esta caída, aunque en el sector se piensa que la especulación de algunos operadores también tendría su peso.
En oleaginosas la situación no es mucho mejor. Después del repunte por el conflicto ucraniano, el hundimiento es grande en los mercados, y se alcanzan cifras similares a lo que se pagaba hace 10 años. En esta coyuntura, con el aumento de costes de producción, la situación no es positiva para el productor. El kilo de semilla de girasol no llega a los 400 euros, mientras que la colza lo supera por poco.
Buenos precios en patata
El mercado demanda patata, y las malas cosechas en otros países europeos hacen que el precio sea muy bueno. Según los últimos datos oficiales, el precio en origen se sitúa cerca de los 60 céntimos el kilo, una cifra que supera la media del último lustro en un 67,5%. La remolacha no es mala opción, con precios garantizados de 61 euros por tonelada si se escoge operar con ACOR, y con condiciones mejores que en otras campañas en Azucarera.
La cebolla, en cambio, vive un momento complicado, con precios por debajo hasta de los 20 céntimos. La entrada de productos desde fuera de la Unión Europea y las cosechas abundantes están afectando a este cultivo.
El ajo vive mejor momento, ya que se sitúa claramente por encima de la media de otras campañas, ya que se sitúa cerca de 1,50 euros por kilo de producción, si se atiende a las cifras aportadas por el Ministerio.
El control de importaciones o la tecnología como vías de salvación
Ante un escenario de precios oscilantes, la reducción de costes al máximo es una buena idea para asegurar la rentabilidad. Y la tecnología es una herramienta que puede ayudar mucho en ese sentido.

Albert Duaigües es consultor agrario y CEO de RawData, empresa dedicada a ofrecer soluciones revolucionarias a través de la IA en el ámbito agrícola. Este experto asegura que “la tecnología permite controlar los costes, ayuda a ser eficientes en el manejo, en la utilización de recursos y mejora la comunicación con el consumidor, que también es un factor clave”, indica Duaigües
Por ello, cada vez son más las empresas agrícolas que han dado el paso a digitalizar sus procesos, pero aún cuesta convencer a todo el sector. “Hay muchos productores que rechazan la digitalización porque se ha implementado más como medida de control y de fiscalización que de ayuda. Ha sido un error estratégico, porque eso no gusta a nadie”, asegura.
Además, este consultor añade que “el retorno de la inversión es muy rápido y muy claro cuando se usan estas herramientas”.
Aparte, Duaigües considera que el control de la importación sería la principal ayuda también a que los precios fueran mejores para el productor. «La Ley de la Cadena no me parece una solución ideal. Soy partidario de aumentar los controles a los productos de fuera, porque de esa manera reducirías el volumen de la oferta, y además no habría competencia desleal, lo que haría subir los precios en origen. “Aquí hay unas obligaciones de uso de fitos, de producción… un nivel de exigencias que en otros países no existen. No es justo. Es un reto a resolver por las administraciones”, concluye.