El sector de aceite de oliva tiene campo abierto a la incorporación de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial (IA) y el ‘big data’, que suponen un gran reto hoy en día y que serán determinantes en estos próximos años para ayudar a ser más eficientes y rentables en todos los ámbitos de la cadena de valor de este producto.
Así lo apuntan desde la secretaría técnica del Congreso Mundial del Aceite de Oliva, un evento que ya se ha convertido en una organización permanente y que reúne a los principales ponentes a nivel mundial en cada materia.
En general, la tecnología es una ayuda para mejorar la eficiencia de la producción y de la transformación y hacerla más sostenible sin merma de su calidad. Con la IA se da un paso más para avanzar en este camino de la excelencia de este alimento emblemático.
En el cultivo de olivo, la aplicación mediante la IA de algoritmos para analizar datos históricos, climáticos y ambientales en el olivar puede servir para hacer predicciones que optimicen la producción, anticipando la rentabilidad de la cosecha, planificando la misma de cara a conocer la oferta con la que poder abastecer al mercado.
Existen ya proyectos tecnológicos de IA para el olivar, que registran los datos sobre crecimiento de las aceitunas y del estado de salud de los olivos en tiempo real. El procesamiento de estos datos ofrece luego recomendaciones muy precisas de gestión y manejo del cultivo a los agricultores.
Se empiezan a ver también ciertas aplicaciones tecnológicas en las que interviene o se incorpora forma directa o indirectamente la IA, como la automatización y el uso de robots en la recolección y en otras tares del cultivo; robots que identifican aceitunas en plantaciones intensivas mediante visión artificial para su cosecha eficiente, máquinas vibradoras que recolectan la aceituna sin daños el árbol, etcétera.
Como recalca Juan Antonio Polo, jefe del Departamento de Tecnología del Aceite de Oliva y Medio Ambiente del Consejo Oleícola Internacional (COI), “en la fase agronómica los avances tecnológicos, entre los que se incluye la IA y el Big Data, tienen que ir enfocados a una agricultura de mayor precisión, es decir a utilizarse en sensorización y elementos de acceso a información y datos, que permitan tener información en tiempo real de las condiciones en las que se está desempeñando el cultivo en términos de humedad del suelo, de uso de nutrientes y de la propia salud de cultivo”.
La IA en el sector oleícola puede ser también un partícipe imprescindible y necesario para la mejora continua de los procesos de extracción, en las que las innovaciones aplicadas en prensas y centrifugadoras maximicen el rendimiento y la calidad (extracción en frío, preservación de polifenoles y ácidos grasos, reducción de la acidez, composición química…) del aceite de oliva, además de reducir el tiempo de procesamiento y optimizar el consumo de energía.
La trazabilidad plena del aceite de oliva, desde su origen hasta que llega envasado al consumidor es, asimismo, objeto de la IA, mediante el uso del ‘blockchain’ o cadena de bloques, con el que se rastrea todo el recorrido del aceite por la cadena de valor, permitiendo certificar su garantía de origen y su autenticidad, evitando el fraude y mejorando su imagen en los mercados y ante el consumidor final.
Además, la IA se puede aplicar a otros procesos relacionados con la economía circular aplicada al olivar, como el uso de subproductos y residuos (alpechín, hueso de aceituna) que, además de reducir la huella ambiental, son utilizados en el propio cultivo como compost o fertilizante o para reducir los costes energéticos (biomasa), ayudando a cerrar el ciclo de producción sostenible.
De este modo, la aplicación de la IA en la mejora tecnológica del olivar “se constituye a la vez en un reto ineludible y en una apuesta para hacerlo más atractivo a las jóvenes generaciones de agricultores, mucho más especializados.